WALDEN 7
Alejándonos un poco de Barcelona, en el municipio vecino de Sant Just Desvern encontramos uno de los proyectos de vivienda social más interesantes que se han realizado en España. No es que se pueda clasificar de un éxito absoluto, pero sin duda si ha sido capaz de generar uno de los mayores hitos arquitectónicos de finales del siglo XX. Estamos hablando del Walden 7, un edificio de más de 400 viviendas que propuso no sólo una suma de apartamentos, sino todo un entramado de conexiones y servicios de cara a favorecer la vida comunitaria en su interior.
Fue diseñado en los años 70 por el Taller de Arquitectura, un estudio multidisciplinario dirigido por Ricardo Bofill, que incluía arquitectos, sociólogos, psicólogos, escritores… Hoy en día, tras un proceso de restauración continua que ha ido mejorando las muchas deficiencias de la construcción original, el gran bloque de viviendas emerge casi como una pequeña ciudad-castillo, con un interior de lo más espectacular, visitable siempre que se solicite con bastante tiempo de antelación y tengan disponibilidad en horario.
Hay un nombre que domina en esta propuesta, y para conocer su origen hemos de viajar a la región de. Habría que remontarse a 1854, cuando David Henry Thoreau publicaba la narración de su experiencia de más de dos años viviendo en el lago, aislado (relativamente porque seguía ocupándose de sus negocios y haciendo visitas sociales ocasionales a sus amistades y a su madre) de la sociedad en una cabaña construida por él mismo. El título de la obra hacía referencia a la localización geográfica de su experiencia, “Walden”. La propuesta de Thoreau pasaba más por una crítica social que por la idea de pasar una aventura en la naturaleza, toda la narración está acompañada de un análisis de lo que el pensador entendía como situaciones casi patológicas de la sociedad industrial y de lo que se entendía como progreso. Las reflexiones filosóficas se mezclan con descripciones (a veces minuciosas hasta decir basta) de las distintas actividades que iba realizando.
Casi cien años después, el psicólogo conductista B.F. Skinner, se inspiraría (nominalmente) en esta experiencia para escribir una novela de ficción que mostrase su idea de cómo sería una sociedad científicamente construida: “Walden dos”. En esta obra de ficción, un profesor de psicología se retira de la vida social con el objetivo de crear una comunidad semiaislada apoyándose en los principios de una nueva aproximación al estudio del comportamiento humano, el conductismo. En esta versión, aún naif y poco desarrollada, de la corriente psicológica, el comportamiento podía reducirse a situaciones de estímulo-respuesta. Si podemos generar un entorno en donde los estímulos que reciben los habitantes son los adecuados, su conducta se ajustará a las necesidades del grupo, favoreciendo el desarrollo de una comunidad cuyos individuos se sientan realizados a la vez que la convivencia se desarrolla de forma optimizada. Las tareas y la vida diaria se organizan a partir del trabajo conjunto en un proceso de desarrollo que comienza con una educación que pretende eliminar la conducta individual que genera conflictos en los grupos.
El último paso, que nos lleva de vuelta a Barcelona, es el de la interpretación, en forma de edificio de viviendas, que hará el arquitecto Ricardo Bofill en su obra, con un resultado en este caso material, el “Walden 7”. Un edificio que, en línea con otras propuestas del estudio, busca generar un entorno que funciona como comunitario en si mismo. Una ciudad a escala encerrada en el espacio de un gran bloque y que sea capaz de dotar a sus habitantes de buena parte de las necesidades de su vida diaria. Se parte del diseño de una vivienda adaptable a las necesidades de las distintas unidades familiares y se combina con espacios de relación entretejidos a partir de un conjunto de corredores continuos y ascendentes.
Todos estos proyectos nos llevan a distintas concepciones críticas respecto a las formas de organización social elaboradas desde distintas disciplinas. La primera, desde un naturalismo que reclama la falta del desarrollo individual en una sociedad que limita todo contacto con la contraparte natural. La segunda, desde una utopía en donde la configuración del momento no provocaba sino la generación de comportamientos patológicos, mientras que el conductismo se convertía en una estrategia de intervención capaz de establecer patrones de conducta individuales óptimos, siempre y cuando los estímulos externos pudieran controlarse. Finalmente, la arquitectónica, un aislamiento menor pero que hasta cierto punto pretende desconectarse de la trama urbana a partir de generar un espacio colectivo propio, en linea, aunque de forma crítica, con los grandes proyectos de vivienda colectiva moderna (con l’Unitè d’habitation de Le Corbusier o los grandes bloques residenciales comunistas como ejemplos a criticar, pero con un principio antiurbano bastante próximo).
El Taller de Arquitectura intentará, desde un primer momento, establecer una solución arquitectónica para el problema de la convivencia, como si una respuesta volumétrica fuese suficiente para disminuir los problemas sociales. La Ciudad en el Espacio es el primer trabajo en este sentido, origen de lo que acabará siendo el Walden 7, por lo que más que describir el proyecto, es interesante señalar el que una y otra vez acaba por ser el problema irresoluble de estos proyectos, su condición antiurbana. En ese alejarse de la ciudad, se cree en la autonomía del proyecto arquitectónico como medio de satisfacer las necesidades sociales de sus habitantes. Se le da la espalda a la sociedad, para intentar abrazar una comunidad que difícilmente puede simplemente construirse desde el espacio.

La cabaña de Thoureau en Walden Pond sirve de portada para la narración de su experiencia.

Twin Oaks es una comunidad formada siguiendo los principios de Walden 2… y parece que lo llevan bien. Fuente

La propuesta del estudio de arquitectura era una comunidad cerrada en el nuevo Walden [7]. Fuente

La propuesta viene derivada de la intención del estudio de alojar la dinámica de la ciudad en un conjunto. La Ciudad en el Espacio

No han sido pocos los intentos de condensar las dinámicas comunitarias en una sola Unidad Habitacional
En los años sesenta la forma de entender la vivienda por parte de los arquitectos que habían fundado el estilo internacional estaba ya en entredicho. La condición de mera habitabilidad y satisfacción material se había quedado corta. Uno de los alegatos más bonitos a las nuevas formas de entender la vivienda es la respuesta que los Eames dieron a una entrevistadora cuando ésta les preguntó qué era lo más importante al construir una casa. Su respuesta fue un boceto lleno de personajes haciendo actividades cotidianas. La actividad psíquica y mental de los individuos no podía dejarse atrapada en la máquina de habitar propuesta por Le Corbusier. En términos generales, podría decirse que la nueva visión echaba en cara al estilo internacional y a sus valedores el haberse focalizado en exceso en parámetros sencillos para solucionar problemas objetivables, pero olvidándose de las posibilidades de habitar la casa de un modo propio. La estandarización, en resumidas cuentas, se había llevado demasiado lejos.
La solución que propondría Ricardo Bofill y su equipo ante el problema de la vivienda, pasaba por dejar entrar la complejidad de la ciudad en el entorno habitado, era necesario crear una «Ciudad en el Espacio». Los primeros ensayos proyectuales, como el construido barrio Gaudí, empiezan a trabajar el diseño desde una búsqueda de encaje geométrico de las unidades de vivienda en un todo mayor que incorporase elementos comunitarios y de encuentro. La idea de la Ciudad en el Espacio se convirtió en el manifiesto (literalmente ya que lo publicaron) de presentación del Taller de Arquitectura y de su arquitecto jefe, el propio Bofill. El proyecto propiamente dicho no pudo construirse en Madrid como estaba previsto. De hecho no fue hasta la construcción del Walden 7 que estás ideas tomaron su forma definitiva.
El Walden, en términos prácticos, se enmarca dentro de un nuevo intento de generar vivienda de calidad a un coste accesible. En cierto sentido es prácticamente un pueblo contenido en un edificio, que en un principio formaba parte de una propuesta de mayores dimensiones, puesto que lo que hoy vemos era sólo uno de los tres grandes bloques que se habían proyectado originalmente. La imponente presencia y la llamativa geometría de los primeros proyectos nos hablan de esa búsqueda formal y volumétrica que fuese capaz de alojar un espacio complejo para una sociedad cada vez más diversa y dinámica. Organización de la superficie a partir del trabajo modular, espacios abiertos a la asignación de uso, viviendas que pueden ganar o perder en superficie conectándose entre ellas, zonas comunes desarrolladas como espacio de disfrute y, como mínimo la intención, de perseguir un resultado estético que pudiese en valor cada parte del conjunto, son algunas de las características centrales de estos proyectos.
Para el diseño se trabajó a partir de la creación de módulos cuadrados de 5,30 m de lado y 2,5 m de alto, que se van conectando entre sí mientras se desplazan horizontal y verticalmente (y en diagonal) a partir de traslaciones en el mismo plano actuando como unidad básica de vivienda. Estas celdas básicas se combinan entre sí (hasta cuatro) o sirven de estudios de forma individual. En total, 1100 módulos generan 368 viviendas. Está unidad se organiza en torno o al espacio común interior, bien diferenciado pero tan importante como el privado. Las viviendas se distribuyen rodeando cuatro grandes patios, que además quedan abiertos al exterior gracias a los desplazamientos de los módulos entre sí para generar una estructura abombada, permitiendo no sólo el acceso de luz si no la formación de perspectivas abiertas y un paisaje geométrico interior que hace del bloque todo un espectáculo. A las grandes plazas centrales le acompañan un sistema de pasillos que conecta todas los accesos a las viviendas en distintos niveles. Toda una red de pasillos que no sólo sirve de tránsito, en tanto a que desde el Taller se encargaron de diseñar de forma pormenorizada pequeñas áreas de descanso y espacios que pretenden facilitar y potenciar las interacciones comunitarias. Finalmente, la terraza comunitaria y sus instalaciones cierra el espacio propio para los vecinos.
Walden 7 cierra la primera etapa de Ricardo Bofill, acercándose bastante a esa idea que parecía querer hacer entrar el dinamismo de la ciudad, en el interior de la arquitectura residencial. Un proyecto que, con una buena cantidad de problemas de ejecución, sigue siendo un ejemplo único en la forma de entender la vivienda.

La respuesta de los Eames a qué es una casa: la actividad que en ella se desarrolla y no su arquitectura. Fuente

Dejar fluir la complejidad de la vida en el interior de una vivienda. Fuente

La Ciudad del espacio sirve al estudio para desarrollar su forma modular de proyectar. Fuente

Las cedulas de vivienda se distribuyen dejando huecos y pasos interiores. Fuente

Cada sección en planta genera una forma de agrupación diferente. Fuente
La formación del grupo Taller de Arquitectura se enmarca en realidad en un momento en donde la crítica a las propuestas mecanicistas del movimiento moderno ya habían reducido considerablemente la presencia del mismo. De hecho, el último congreso Internacional de Arquitectura Moderna había dado paso a su disolución, surgiendo de él un nuevo grupo que buscaba replantear cuáles debían ser las premisas para crear una arquitectura, que sin negar los avances de las generaciones anteriores, volviese a poner en el centro del problema a los usuarios y su amplísimo abanico de intereses. La búsqueda de estandarización se había hecho en contra de la diversidad que es inherente a la habitabilidad, según quien sea el que la vive y disfruta. Este equipo internacional fue conocido como el Team X. Pese a que ni Ricardo Bofill ni su futuro colectivo formaron parte de este grupo (de hecho eran menores que ellos), sí que es posible establecer muchos planteamientos hasta cierto punto relacionados o referentes para el estudio.
Las obras del estilo internacional habían intentado reducir la variación para generar modelos y diseños genéricos, aplicables sin importar los condicionantes particulares. La idea ahora, como hemos visto, buscaba abrazar la complejidad de los distintos entornos sociales, así como las distintas soluciones formales de vivienda. Con este objetivo en mente, la propuesta pasaba por ampliar el rango de miradas que normalmente quedaban circunscritas al arquitecto. Surge entonces un equipo multidisciplinar que incluirá a Ricardo Bofill, Anna Bofill (arquitecta y compositora), Salvador Clotas (escritor y político), Jose A. Goytisolo (novelista), y unos cuantos más en la lista, sobre todo arquitectos pero también, por ejemplo, matemáticos y poetas, entre otros perfiles.
Está investigación se extiende por todo tipo de edificios, guiados por procesos de modulación y de un intento de generar un espacio interior único en cada edificio, el Taller llevó a cabo muchas de sus obras más icónicas, como la Muralla Roja, el Castillo de Kafka o el edificio Xanadú, una línea de continuidad que desembocó directamente en la propuesta de Walden.
Pero alejándonos por un momento de la orientación de los primeros proyectos encontramos otra obra muy vinculada al Taller, situada además justo al lado del edificio Walden 7. Un proyecto que podría considerarse una de las aproximaciones más espectaculares al patrimonio industrial que aquí tanto se defiende, además del buque insignia del estudio ya que pasó a ser su espacio de trabajo. La Fábrica (en este caso no trabajaron tanto el nombre) era, en los años 60, una cementera en desuso con partes al borde de la ruina. La rehabilitación del conjunto, para convertirla en sede del taller y vivienda del propio Bofill, nos habla de una visión complementaria a la propuesta para las viviendas. La forma, debía disociarse de la función, en una negación extra del estilo internacional. Para ello se aprovechó el potencial del edificio centrándose en tres aspectos: la pureza de algunas formas, con soluciones geométricas regulares; el tratamiento de los acabados de una forma continuista con los restos existentes, algo que podríamos acercar a ese cajón de sastre que denominamos brutalismo; y el aprovechamiento de las incongruencias existentes a modo surrealista, con escaleras sin destino, espacios de proporciones extrañas o lo absurdo de algunos elementos propios del funcionamiento productivo que se conservan integrándolos en las salas.
Los primeros proyectos realizados por el taller parecen perseguir claramente un objetivo común, aunque el desarrollo de ellos haya sido minucioso e independiente. El Walden surge como culmen de este modo de entender la arquitectura, el proyecto que tenía que ser el definitivo pero que se encontró demasiadas trabas en el camino. A partir de este punto la visión de Bofill comienza a cambiar, mientras que sus nuevos encargos alcanzan una dimensión cada vez más internacional. Pareciera que la estética se sobrepone a la presencia geometrizante derivadas del complejo encaje de viviendas, para abrazar el planteamiento arquitectónico del momento, el postmodernismo. La crítica al movimiento moderno pasa ahora por integrar valores clásicos en el proyecto propio, ya sea como inspiración o moda. Los trabajos de Bofill pasarán pues a estar definidos en un lenguaje mucho más evidente, llegando a alcanzar en muchas ocasiones una escala que no puede sino impresionar, aunque en ocasiones roce lo kitsch.

Inspirados por Archigram, diseñan el Castillo de Kafka. Un conjunto de apartamentos que define su enfoque en los 60. Fuente

Xanadú, el primer grupo de apartamento en donde aplican las ideas de la ciudad en el espacio. Fuente

Aún inmiscuidos en su pensamiento, la muralla roja se convierte en la versión más excéntrica de sus propuestas. Fuente

Vista de la fábrica desde el Walden 7

Interior de la fábrica, zona de trabajo del taller y residencia de Bofill. Fuente

horario
El Walden 7 es una comunidad de vecinos privada y por lo tanto no es posible acceder libremente. Desde la web del edificio pueden solicitarse visitas guiadas para grupos, aunque no siempre están disponibles.

precio
En la visita se paga una donación a voluntad

web
¿Dónde comer?
Cafetería Muñoz: un bar clásico que forma parte del propio edificio. Tampoco nos vamos a poner exquisitos por tomar algo en la terraza.
Restaurante Mesón Gallego: el nombre no miente, por si en vez de comida de bar te apetece comida de mesón en la zona.
OBSERVACIONES
- ¿HAY QUE VISITARLO? Pues el edificio es espectacular, ya sea para iniciados o no en la arquitectura. Si se consigue una de las visitas organizadas desde el propio edificio sí que merece la pena un viaje en tranvía hasta Sant Just.