CALLE MONTCADA

La calle Montcada fue, durante el periodo más boyante de la historia medieval de la ciudad, el punto donde tenías que vivir para pintar algo. Fue construida en los terreno de una de las principales familias nobles de la ciudad, los Montcada (para sorpresa de nadie) y desde su urbanización alojó las mayores casas de la ciudad medieval. Uniría la parte alta del Borne (antiguo barrio de Boria) con la zona de la Ribera, conectando la calle Carders (antiguo camino hacia Francia) desde donde hoy encontramos la pequeña capilla de Marcus, con la iglesia de Santa María del Mar y la plaza, hoy paseo del Borne.

Con la construcción del carrer Ample (la calle Ancha), a partir del siglo XVIII la calle fue quedando relegada a un segundo lugar en cuanto zona burguesa de la ciudad. Su decadencia final vino con el abandono generalizado del casco histórico con la construcción del ensanche. Poco a poco las grandes viviendas fueron subdividiéndose para dar cabida a nuevos inquilinos de clases sociales más bajas. A finales de los años 40 fue que comenzó el proceso de recuperación y restauración del conjunto edificado de la calle Montcada.

El grupo de viviendas que encontramos a lo largo de la calle, pese a haber sufrido numerosas transformaciones con el paso de los siglos, conservan algunos vestigios de sus orígenes de final del siglo XII, y por supuesto muchos detalles del paso de los estilos preferidos por las clases altas de la ciudad. Aún así puede todavía considerarse que la calle es el núcleo principal del gótico civil de la ciudad de Barcelona, y los palacios, reconvertidos muchos de ellos en museos, ofrecen mucho más en sus visitas que el contenido con el que éstos últimos los han abastecido.


 

EL PRIMER PROYECTO URBANÍSTICO DE LA CIUDAD

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Al llegar al siglo XII, Barcelona seguía recluida tras los muros de la ciudad romana, sin embargo desde el ataque y saqueo musulmán capitaneado por Almanzor en 985, se vivía en una paz relativa que comenzaba a mostrarse en la aparición de pequeños núcleos urbanos, o arrabales fuera de murallas. Los dos más importantes aparecía a los dos lados del camino que unía con Francia, del que todavía podemos seguir su recorrido al pasar por las tres calles conectadas Boria, Corders y Carders. Por encima de este camino se formó la Vilanova de San Pedro, y por debajo, en la zona más cercana al mar lo hizo Vilanova del Mar, cada uno con una pequeña iglesia para los servicios espirituales de la población (una de ellas será el germen de la actual Santa María del Mar).

Cuando ya se hace evidente la necesidad de comenzar a expandirse fuera murallas aparecerá la que podría considerarse, primera calle planificada de la ciudad. Planificada en tanto a que podría prácticamente considerarse una promoción inmobiliaria tal y como la entendemos en la actualidad. La calle Montcada nació para unir los dos arrabales antes mencionados, y en el proceso de definir el trazado de la calle los terrenos llanos que quedaban entre los ambos suburbios se parcelaron para venderse a la vez que se comenzaba su construcción. Es por lo tanto una operación mucho más calculada que el crecimiento más o menos espontáneo que guiaba la ciudad en el mismo periodo.

El nombre de la calle tiene relación directa con su promotor: Guillermo Ramón de Montcada, descendiente de un linaje noble que alcanzaría mucha importancia dentro del condado de Barcelona. La cuestión es que una vez proyectada, la posibilidad de erigir nuevas viviendas atrajo a los estamentos más altos de la ciudad, al principio sobre todo familias de la nobleza militar, posteriormente llegarían los mercaderes y comerciantes vinculados al puerto, algunos de ellos ennoblecidos con el tiempo. Este auge siguió en marcha durante los siguientes siglos, y lo espectacular de las mansiones construidas favorecía que desde el Consejo de Ciento se hospedara a los invitados de la ciudad de más categoría social en dicha calle.

El éxito no dura siempre y las preferencias de las clases altas fueron cambiando hacia la que era la calle más ancha de la ciudad intramurallas, que en un alarde de originalidad se le llamó calle Ancha (carrer Ample). La mayor amplitud comenzó a atraer a los aristócratas y burgueses de Barcelona a partir de finales del siglo XVII, aunque su victoria duraría más bien poco, en tanto que con el derribo de las murallas de la ciudad, el nuevo ensanche ofrecía unas posibilidades muy superiores de cara a construir nuevas viviendas. El siglo XIX comienza con la decadencia definitiva de la calle Montcada. La conexión entre los barrios de la Ribera y Boria, ahora se había transformado en la conexión entre el mercado del Borne y el mercado de Santa Catalina. Los pisos se dividieron en pequeños apartamentos que se ajustasen a las posibilidades de las clases trabajadoras, los bajos dejaban de alojar carros y carruajes para transformarse en almacenes vinculados al tránsito entre los dos mercados.

El interés renovado por el patrimonio histórico nacido a finales del siglo XIX pronto acabó por llamar la atención respecto a la situación de la calle Montcada. En los años treinta se formaba la “Amigos de la Calle Moncada”, formado principalmente por un grupo de mujeres de familias burguesas que reclamaban la necesaria conservación de los inmuebles que en ella se alojaban. Las primeras actuaciones (prohibir el tránsito rodado, y no permitir nuevas intervenciones en los edificios) se llevan a partir de 1947, para años después, dentro de la lógica de recuperación del gótico del casco antiguo comenzó, bajo las órdenes de Adolf Florensa, las primeras obras de recuperación.

 

LA EVOLUCIÓN DE LAS CASAS BURGUESAS

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Si bien los orígenes de la calle nos llevan al siglo XII y XIII, las casas que quedan en pié en la actualidad poco conservan de las primeras construcciones. Además de que en un principio estaríamos hablando de edificios relativamente modestos (no para la época), casas burguesas denominadas “alberg”, construcciones de una serie de habitaciones organizadas en torno a un patio interior. Y aunque sea común denominarlos palacios, siendo estrictos ninguno llegaría a esta consideración, ya que no pasan de casas urbanas que se fueron ampliando con el paso del tiempo,eso sí, hasta alcanzar en algunos casos tamaños considerables.

Hay una serie de elementos comunes que nos permiten marcar una especie genealogía constructiva o de elementos formales más o menos comunes al desarrollo histórico en estas casas. La forma de construir los muros se repite, no solo en estas casas, sino prácticamente en gran parte de las construcciones medievales de Barcelona. Son paramentos de doble hoja, formados por piedras con forma de cuña y rellenos de una argamasa muy densa. Era habitual que al haber varias casadas dispuestas con muros de medianera se permeabilizasen las plantas bajas, es decir, se conectasen las casas con la aperturas de huecos arqueados para permitir el paso. Todavía hoy encontramos restos de dichos arcos en alguno de las casas, y en otros puntos como en el número 33 de la calle Mercader llegaron a aparecer restos de lonjas medievales conformadas entre varias plantas bajas conectadas. Podemos imaginarnos como es esta idea visitando los palacios que hoy alojan al museo Picasso.

El diseño en planta de muchos edificios está marcado por la tecnología disponible en los siglos XIII y XIV, que no permitía superar una luz (distancia entre paredes) de más de cinco metros con los medios disponibles para la construcción de casas, básicamente, no había troncos lo suficientemente grandes como para construir vigas que superasen esa distancia. Esto definía el ancho máximo de las habitaciones, que solían disponerse rodeando un patio interior y dejando además un espacio trasero posterior. Tras años de mejora de la situación económica de los comerciantes, los patios interiores se fueron cerrando en todos sus lados, y en el caso de existir patios traseros, las ampliaciones fueron ocupando la superficie abierta, siempre en busca de ampliar el espacio interior de las viviendas. La distribución de los espacios de las casas iría transformándose igualmente con el paso del tiempo, partiendo de una ocupación de las salas indefinida en donde la comodidad individual no era uno de los grandes fuertes de las viviendas. Es sobretodo a partir del siglo XVI que empieza a ampliarse el número de estancias: el estrado, como una habitación destinada exclusivamente a mujeres; el estudio, similar a la concepción actual, pero que en muchas ocasiones acababa alquilado; el necessari, antecedente del actual baño, y primera estancia independiente con esta función (hablando por descontado de las casas de clase alta). En los siglos XVII y XVIII se transforma completamente la forma de entender el espacio doméstico, las salas comienzan a tener un uso específico, y el salón se transforma en un elemento central de cara a la vida social, ampliándose y decorándose con formas barrocas aún visibles.

Otro elemento que varía con el paso del tiempo son los huecos, tanto puertas como ventanas. Las puertas medievales suelen estar formadas por un arco de medio punto en su cara exterior, rematadas en sus laterales por un montante vertical monolítico; en su cara exterior por el contrario aparece un arco rebajado. Por su parte, las ventanas son uno de los elementos más significativos a la hora de evaluar el origen de un edificio, de hecho Puig i Cadafalch llegó a identificar una tipología única de “casa catalana” que solo variaba en sus ventanas a lo largo de los siglos, siendo los ejemplo a partir de los que hipotetizaba este modelo, siempre casas de las clases burguesas o comerciantes enriquecidas. El tipo principal de vano gótico sería la “ventana coronella”, es decir, un hueco formado por dos o más arcos apoyados en pequeños pilarcillos o maineles. El acabado y la ornamentación de estas ventanas nos permitirían datar con mayor proximidad su origen y por lo tanto el de toda la intervención arquitectónica (eso sí, pocas ventanas coronellas del barrio Gótico son originales, muchas son reproducciones o nuevas creaciones del siglo XX, como las de la calle que nos ocupa). El siglo XVI las ventanas pierden los maineles y comienzan a decorarse con elementos conopiales, o dicho de una forma más simple ornamentos situados en la parte superior del hueco. Los balcones todavía tardarían un siglo en aparecer, y en muchos casos serían eliminados en las restauraciones, recuperando las tipologías consideradas más originales.

 

SITUACIÓN ACTUAL

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La relevancia actual del carrer Montcada no es algo fortuito, ya se ha visto que poco quedaba de la importancia de la calle durante la Edad Media cuando comenzaba el siglo XX. Pero al mismo tiempo la entrada en este siglo venía con un impulso por una parte de la burguesía de generar espacios de interés turístico en el interior de la ciudad y además del entorno de la Catedral, que fue poco a poco transformándose en el barrio Gótico que hoy día conocemos, la calle Moncada fue el segundo punto de los definidos como de interés. Puig i Cadafalch lo hacía argumentando que “las calles de Montcada y de Mercaders están pidiendo convertirse en calles de Nuremberg o de Brujas o en una vía de Florencia; es preciso hacer lo que Charles Buls ha hecho en Bruselas con la Gran Plaza, no destruir, sino reedificar, retornar las cosas a su primitiva belleza”. A esta idea de embellecer la calle retornando cada mansión a su estado original más evidente, se ajustarán más tarde las intervenciones de restauración que haría Adolf Florensa a mediados del siglo XX.

Igualmente cuando decimos que el origen de los edificios se remonta a los siglos XIII y XIV hablamos poco más que de su origen histórico, y ya en el momento de la intervención de Florensa las casas presentaban una mezcla de estilos consecuencia de las sucesivas adaptaciones y reformas. De la primera época hay muy pocas restos conservados, solo algunos elementos en la casa del número 14, indicios del origen de la Casa Berenguer de Aguilar (número 15), y la mejor conservada, la casa del número 23 que mantenía el sillarejo original así como ventanas coronellas. El resto de casas conservan elementos de a partir del siglo XVI, y a mayoría de ellas fueron restauradas o reconstruidas en los siglos XVII y XVIII, como se hace evidente en el Palau Meca o en la Casa Dalmases. Hablar de palacios góticos es más bien una forma de hacer referencia a su origen, y a los elementos que Florensa decidió añadir cuando consideró que era necesario para unificar el estilo general.

En la actualidad la mayoría de las casas de mayor importancia están ocupadas por distintas instituciones museísticas con lo que, cuando las intervenciones para facilitar las exposiciones lo permiten, todavía es posible observar detalles interesantes propios de los edificios que las contienen. El ejemplo más evidente son los envigados del museo Picaso o en el museo de las Culturas del Mundo, los patios, hoy cerrados, a los que se accedía por la parte trasera de la casa. Las intervenciones no han seguido criterios muy conservadores, al fin y al cabo mucho de lo restante ya era inventado, pero si se convierte en un complemento de lujo a una visita. 

Para dar algunas pinceladas sobre los antiguos palacios, podemos empezar con el patio de la casa Dalmases, con una importante intervención barroquizante en el siglo XVII, mantiene cierta elegancia, aunque se centra en una explotación comercial orientada al turismo y a eventos. Las antiguas casas Nadal y Marqués de Llió sí que han disfrutado de una intervención más cuidada, que permite un recorrido por los distintos espacios si se visita la sede del Museo Etnológico y de las Culturas del Mundo (lo mismo le añaden algo más de aquí a poco). Del nuevo Moco Museum poco puede decirse más allá de que ocupa otra de las antiguas residencias, la de la familia Cervelló. Finalmente, el Museo de Picasso ha ido creciendo y en la actualidad ocupa ya cinco antiguas casas nobles. Especialmente interesante, más allá de la obra del pintor (entiéndase), es la conexión que se ha hecho entre los palacios, con una solución que propone una forma de calle privada paralela a la vía pública; la ampliación contemporánea, bien resuelta en su relación con los edificios originales; así como la recuperación de algunos elementos originales de los edificios que permanecen en las salas de exposición, artesonados o la decoración barroca de alguna habitación.

horario

Museo Picasso

Martes domingo: De 10.00h a 19.00h

Museo Etnográfico y de las Culturas del Mundo

Martes a sábado: De 10.00h a 19.00h

Domingos: De 10.00h a 20.00h

precio

Museo Picasso:

General/Reducida: 12/7 €

Museo Etnológico y de las Culturas del Mundo

General/Reducida: 5/3,5 €

Palau Dalmases

Espectáculo de flamenco: 30 €

web

Museo Picasso: www.museupicasso.bcn

Museo Etnológico y de Culturas del Mundo: www.barcelona.cat

Palau Dalmases: palaudalmases.com

¿Dónde comer?

Xampanyet: Taberna clásica donde las haya. Está complicado entrar a veces pero si lo consigues el vermut lo merece.

Nou Celler: Otra taberna (es lo que tiene el casco histórico, tienen que ser tabernas y además parecerlo), pero esta vez con menú del día.

OBSERVACIONES

  • ¿MERECE UNA VISITA? La calle es prácticamente una obligación, los museos ya según intereses. A nivel arquitectónico queda claro que las propias instalaciones museísticas transforman completamente los espacios, pero todavía puede decirse que las casas medievales, salones barrocos o patios interiores, dotan al contenido de un extra de interés.
  • El Palau Dalmases, que es el que sufrió la transformación barroca más importante, ofrece espectáculos de flamenco en vivo. No es una tradición local que digamos, pero el edificio no deja de ser interesante.