COLONIA GÜELL
Las colonias obreras fueron grandes núcleos de producción que incluían un conjunto fabril, pero también todo un entorno residencial equipado para cubrir las necesidades básicas de los trabajadores de la fábrica. Las condiciones de vida estaban muy ligadas a la bondad del promotor, pero por lo general eran mejores que en los territorios urbanos tradicionales. Establecer entornos en donde la subsistencia se daba por satisfecha a cambio de aceptar un régimen autoritario y trabajar sin demasiado descanso fue una de las maneras más eficientes que encontraron los industriales para tratar de domar a la clase obrera, aprovechando por lo general la cercanía a determinado abastecimento (normalmente el caudal de un río) que disminuía los costes de producción. Esta doble búsqueda, política y energética, encabezó los motivos que llevaron a la construcción de más de 70 colonias industriales en toda Cataluña.
El caso de Eusebi Güell es el que nos lleva más cerca de la ciudad de Barcelona. Para sustituir la producción de su factoría de Sants, el Vapor Vell, el famoso burgués catalán construía una colonia industrial asociada a una nueva y mejorada fábrica textil en unos terrenos heredados que su padre había adquirido junto a una masía en las inmediaciones de lo que hoy es Sant Boi de Llobregat. La participación de varios arquitectos vinculados al modernismo, todos colaboradores de Antoni Gaudí, nos ha legado un entorno urbano que hoy funciona como un barrio periférico de Santa Coloma de Cervelló, combinando un espacio industrial de primer orden, reutilizado como espacio privado para alquiler oficinas, con un paisaje construido que más vale una visita ocasional. Más aún teniendo en cuenta que en este entorno se encuentra una de las obras más ambiciosas de Gaudí (conocida en la actualidad como cripta Güell), que por distintos avatares de la historia acabó a medio construir.
A lo largo del siglo XIX la conflictividad obrera fue creciendo. Las nuevas ideologías se propagaban con velocidad en unos centros industriales en donde la elevada suma de trabajadores en condiciones paupérrimas los iba transformando en nichos inigualables para promover las posturas de estos movimientos contestatarios. Gestionar este conflicto, que pronto fue entendido como una lucha de clases, se convirtió en una prioridad para muchos empresarios. A esto se le sumaba que el precio del suelo en las ciudades crecía y que el acceso a materias primas fundamentales como el carbón se complicó debido a una crisis de abastecimiento a finales de siglo, siendo ya bastante complejo de partida para ciudades como Barcelona, que tenían que importar la práctica totalidad de lo consumido dada la carestía de carbón propio. Era por tanto bastante útil tener la capacidad de complementar por otros medios de más fácil acceso en lugares alejados de las urbes, básicamente ríos con caudal suficiente como para aprovechar la fuerza hidráulica. De esta forma, se combinaba una energía mucho más barata que la procedente de la combustión del carbón durante buena parte del año, además de otro hecho nada desdeñable como fueron las ventajas fiscales ofrecidas a este tipo de centro productivo.
El problema en los dos primeros casos estaba muy vinculado a las ciudades que hasta el momento habían sido el centro de la producción industrial. La carestía energética y de suelo era evidente, y con salarios que apenas sí servían para sobrevivir en entornos relativamente adversos como los obreros, las huelgas estaban a la orden del día y las revueltas violentas siempre pasaban por ser una posibilidad (en muchas ocasiones inducidas por la reacción represiva de las fuerzas de seguridad). Frente a este problema, la solución pasó por adaptar las consideraciones propuestas por los socialistas utópicos a los intereses de la burguesía, una forma de ciudades fábrica que combinaban vivienda y centro de producción. Esto es, crear entornos alejados de la influencia de la ciudad en donde los industriales pudiesen establecer un régimen autoritario en el que el trabajo era la moneda de cambio frente a unas condiciones de vida más estables que en las fábricas tradicionales. Obteniendo de paso las ventajas de un suelo más barato y el acceso a la energía hidráulica antes mencionadas.
Las colonias son, por tanto, entornos urbanizados junto a una fábrica, en donde no sólo se trabajaba, sino que el propietario se encargaba de ofrecer todos los servicios que consideraba necesarios para sus trabajadores. A las familias de las colonias se les proveía con un hogar cercano al puesto de trabajo, pero también con servicios de guardería, escuela, un médico… y distintas opciones para pasar el tiempo libre, que variaban según la voluntad del industrial de turno. Toda la familia solía estar vinculada al trabajo en la fábrica o fábricas cercanas a las viviendas, lo que incluía a los niños a partir de siete años, edad suficiente (por lo general en contra de la ley) para realizar algunas tareas de mantenimiento y limpieza de la maquinaria, nadie más cabía por determinados espacios… Además, se ha de tener en cuenta la ventaja extra que solía acompañar al trabajo infantil y femenino, en tanto que las mujeres y los niños cobraban entre dos y tres veces menos que los hombres.
Esta forma de organización de la vida de los obreros y de la producción se repite a lo largo de todas las naciones industrializadas. El origen espiritual de estas empresas, aunque en este caso sí que contaba con un importante componente reformista, nace con Robert Owen. Empresario y pensador protosocialista, defendía que el bienestar de los obreros debía ser un objetivo central de los industriales. En su fábrica de New Lanark, que había sido fundada en 1786, y él compró en 1799, inició los primeros programas de corte filantrópico dirigidos a mejorar la calidad de vida de los obreros, con la formación de instituciones culturales y de enseñanza. Paralelamente a Owen, tomaron cuerpo las ideas de Charles Fourier sobre la vida en comunidad como medio de organización obrera, con la propuesta de una tipología residencial, el falansterio (cuyo ejemplo construido más próximo podría ser la versión modificada por Godin para su siderúrgica, el familisterio de Guise). Pero a partir de estas ideas, lo que surgieron fue una plétora de casos muy dispersos que daban solución al problema obrero a partir de la organización del espacio físico, normalmente alejado de la ciudad, asociado a la producción de una fábrica pegada a un río. Cités ouvriers en Francia, company towns o model villages en Inglaterra, Arbeitersiedlung en Alemania, etc.
En Cataluña no llegaron a construirse grandes entornos industriales como los que existieron en Francia, Gran Bretaña o Alemania, con ejemplos hoy patrimonio de la humanidad, como el ya mentado pueblo de New Lanark en Escocia, pero sí que se levantaron un buen número de colonias industriales, 72 para ser exactos. La forma y equipamientos que dispondría el futuro pueblo dependía exclusivamente de la voluntad de los propietarios. Éstos mantenían tanto la producción de la fábrica como el comercio interior en las colonias, por lo que al final se generaba un circuito económico cerrado en el que el sueldo de los obreros solía recaer de nuevo en el mismo empresario industrial, ya que era en última instancia propietario de todos los negocios de la zona. En muchas ocasiones, hasta del propio banco donde se guardaban los ahorros. La Colonia Güell es por tanto sólo uno de los ejemplos que aún hoy podemos visitar, el más cercano a Barcelona, y probablemente como veremos, uno de los más espectaculares.

El Falanisterio fue una propuesta de Charles Fourier para organizar la vida de los obreros.

New Lanark, en Escocia, es el ejemplo paradigmático de los proyectos de los socialistas utópicos.

El familisterio de Guise fue una adaptación posterior de las ideas de Fourier

La Colonia Pons es una de las más antiguas de Cataluña. Fuente

La colonia Vidal se situó también en la cuenca del Llobregat

La colonia Vidal se ha centrado en su musealización como medio de conservación. Fuente

La fábrica de la Colonia Güell, protagonista en nuestro caso.
Da la coincidencia que la colonia industrial más próxima a Barcelona, fue propiedad de uno de los mecenas más importante de la ciudad, o por decirlo de otra manera, uno de los personajes más ricos del momento, Eusebi Güell. Esta condición de partida permite entender cómo es posible la exuberancia de alguno de los puntos de la colonia, que se despliega completamente en la iglesia que el empresario encargó a su arquitecto favorito, Antoni Gaudí, que tratamos en otro apartado. Pero este programa de, llamémosle, espectáculo arquitectónico, se extiende algo más allá de este ejemplo, ya que todo el conjunto dispone de detalles constructivos relativamente cuidados, con ejemplos particulares que siguen la estela del modernismo que se había impuesto como estilo dominante en la ciudad. Al fin y al cabo fueron precisamente los ayudantes del mismo Gaudí quienes se encargaron de diseñar los distintos proyectos. Esto más que de la voluntad artística nos habla de una vocación simbólica, la imagen, tanto interior como exterior, debía dar cuenta del buen hacer del empresario que gestionaba la fábrica.
En 1910, con motivo de una visita insitucional, desde la misma gerencia de la fábrica se elabora una historia del conjunto en un pequeño libro panfletario, en donde se narraba la historia de Eusebi Güell y de su padre Joan Güell, así como la del conjunto urbano hasta el momento. La propia empresa antepone las razones sociales al traslado de la fábrica a un ambiente más rural. De hecho, el pequeño recorrido histórico termina con toda una serie de artículos que cuentan cómo tras un accidente en la fábrica, en el que un niño se quemó al caer en un barril donde se trataban los tintes, los hijos de la familia Güell se prestaron a ceder su piel para el trasplante junto con otros trabajadores jóvenes. Este escrito es una muestra evidente del espíritu paternalista que envolvía al proyecto de la colonia. Pero más allá de la preocupación social, es la producción lo que primaba, y el interés por controlar a un movimiento obrero que ya en la fábrica de Sants había provocado distintas revueltas. Las condiciones no habían mejorado respecto a la ciudad, e incluso los salarios eran más bajos que cuando la producción estaba en Barcelona, las jornadas seguían siendo extenuantes y los accidentes laborales, con las consecuentes muertes ocasionales de obreros se mantenían en ratios similares.
Pero más allá de la ideología que envolvía a la colonia, vamos a pasar a las partes que la formaban, empezando por la fábrica misma. Construida en gran medida a partir de la sociedad que formó Eusebi Güell con Fernando Alsina, un industrial de Barcelona que había mejorado un telar para producir terciopelo, fue el encargado de la configuración del proyecto. De hecho, no se conoce arquitecto, por lo que probablemente los maestros de obras Andreu Espinal y Agustí Arimany construyesen la fábrica siguiendo las directrices de Alsina. Siguiendo las formas alargadas de la fábricas de río, el conjunto sin embargo seguía centrándose en la generación de energía a partir de carbón, lo que da cuenta de que la relevancia central del proyecto era social. A la enorme nave de telares y al edificio de hilados se le suman toda una serie de naves auxiliares de almacenamiento y tratado de los tejidos. Algunas de estas construcciones presentan acabados particularmente interesante al utilizar cerramientos con celosías de la ladrillo visto o escaleras adosadas por el exterior con forma de torreta en los edificios de pisos, a los que se suman formas constructivas más comunes como las cubiertas de dientes de sierra y las plantas libres construidas con pilares de fundición sobre los que apoyaban los sistemas de embarrado.
En lo relativo al pueblo, al parecer, plan de urbano le fue encargado en primera instancia a Gaudí, pero fueron sus colaboradores, principalmente Francesc Berenguer y Joan Rubió i Bellver, quienes supuestamente lo diseñaron. No fue un proyecto cerrado desde el principio, si no que fue creciendo con el paso de los años con la llegada de más trabajadores, aunque prácticamente la mitad de los obreros tenían que vivir en ciudades colindantes (lo que servía como amenaza para que aquellos que vivían en el interior cumpliesen las normas). Las viviendas eran en su mayoría de planta baja, como mucho dos. En ocasiones disponían de un pequeño jardín, la media de superficie rondaba los ochenta metros cuadrados, con cuatro dormitorios, aunque una distribución interior bastante pobre (necesidad de cruzar dormitorios, algunos sin ventanas…). La estructura del pueblo pretendía emular cierta imagen idílica de un entorno rural tradicional, que a los ojos de la gerencia era mucho más apacible y dócil. Esto llegaba al punto de mantener una parte del terreno como producción agrícola, construyéndose una masía, Ca l’Ordal, para alojar a los campesinos que gestionaban los cultivos. La tradición se operativizaba como estrategia conservadora.
Los proyectos de ampliación siguieron, en 1908 empezaban las obras de la iglesia, en 1913 finalizaban las obras de la escuela y la casa del maestro. Hay quienes ven una disposición mistica de los tres elementos de control de la vida (fábrica, escuela e iglesia), pero la realidad es que su posición tiene más de fortuito que de planificado. Por su parte, las viviendas continuaron transformándose según las nuevas necesidades hasta que en 1973 la empresa cerró, acabando con ella buena parte de la actividad del pueblo. En 2006 comenzó una operación de restauración del recinto fabril para transformarlo en un parque empresarial, proceso que había empezado en los ochenta, pero ahora lo hacía sobre un proyecto de Oscar Tusquets. La crisis frenó la intervención, y una parte del recinto se encuentra en un estado bastante deplorable. Por su parte, la colonia en su conjunto entró a formar parte del catálogo de Bienes de Interés Cultural en 1990. La existencia de vida social a permitido darle continuidad a su mantenimiento lo que hace que buena parte del pueblo se encuentre en perfecto estado de conservación (a excepción de la escuela).

Hay quien ha querido otorgar una imagen mísitica a la organización urbana del espacio.

La fábrica se construyó siguiendo las indicaciones de Alsina. Las naves para el tinte tenían cierre de fachada en celosías de ladrillo.

Escuela dominical de la fábrica. En la colonia la mayor parte del tiempo de los obreros estaba preconfigurado.

Las viviendas tipo eran sencillas pero mucho más habitables que en la ciudad.

Los cuidados detalles de obra muestran la vocación representativa del proyecto incluso en la vivienda.

Foto de la colonia con la escuela dibujada al fondo, por Francesc Berenguer, su diseñador.

Oscar Tusquets se encargó del proyecto de recuperación de algunas de las naves. Fuente.
Sin duda alguna, el elemento que más interés despierta en el conjunto de la colonia es la iglesia que Gaudí diseñó para los obreros que habitaban en ella. No es mucho lo que pudo alcanzarse de su construcción, pero suficiente como para entrever la genialidad del proyecto. Del total del edificio proyectado llegó a construirse el pórtico de entrada y la planta inferior, diseñada como una cripta pero que acabó utilizándose como iglesia del pequeño pueblo. De ahí que nominalmente sea conocida como la «Cripta Güell», aunque en términos prácticos haya ejercido históricamente como iglesia normal. Podríamos, en este punto, pasar directamente al contenido polémico y decir que este proyecto podría tener mucho más de personal para su arquitecto que una obra como es la Sagrada Familia, que sabía que no terminaría en vida y era un encargo más acotado frente a la libertad que siempre le otorgaba Eusebi Güell. Aunque ésto es sólo una suposición, e incluso aunque siguiésemos la estela de quien subordina completamente el trabajo en esta iglesia frente a lo realizado en el gran templo de Barcelona, el resultado podría ser el mismo en cuanto a relevancia como obra gaudiniana. Al fin y al cabo esta «pequeña» construcción contiene gran parte de su investigación arquitectónica, tanto estructural como expresiva. Eso sí, a una escala mucho más comprensible.
Este hecho no devalúa ni mucho menos la entidad de un proyecto como la Sagrada Familia, pero es normal que para un trabajo de tal magnitud, el propio arquitecto pretendía que la continuación de la obra fuese a manos de nuevos diseñadores y que esto se viese reflejado en una nueva etapa de la basílica. Por así decirlo, y aunque tienda a negarse, la Sagrada Familia ha de ser entendida como un proyecto colectivo, mientras que la iglesia de la colonia podría haber sido el auténtico manifiesto de su obra arquitectónica. En esta última, durante los años de mayor intensidad de trabajo, que compartía con la construcción de la Sagrada Familia y pese a tener que desplazarse 20 km utilizando tres transportes distintos, se sabe que realizó más de 600 visitas entre 1912 y 1914 seis veces seguidas algunas semanas. Sólo su cancelación provocó que su trabajo se fuese centrando exclusivamente en la Sagrada Familia. En este sentido y por rebajar un poco esta postura, lo que sí es innegable es que ambos proyectos se retroalimentaron y que fue sin duda la iglesia de la colonia la que permitió al arquitecto desarrollar por completo su estilo y las formas estructurales que iban después trasladándose a la basílica de Barcelona.
Como ya hemos visto, la Colonia Güell era el mayor proyecto industrial de Eusebi Güell, y la producción pasaba por dar forma a un orden social interno que favoreciese la inactividad reivindicativa, tan propia de los trabajadores de las ciudades. En este sentido, además de escuelas, comida, salario y entretenimiento, la organización de una vida espiritual (por su puesto católica) era un objetivo central para los Güell. La cuestión es que la pequeña iglesia situada cerca de los terrenos de la colonia había quedado algo deslucida para los intereses del industrial, que en 1898 encargaba a su protegido el diseño de una nueva de mayor tamaño. Después de 10 años, dedicados en parte al diseño de una maqueta que será capital para entender el proyecto de Gaudí, empezaba la construcción de lo que hoy conocemos como la cripta de la Colonia Güell. Los gastos en la obra eran bastante elevados, lo que la convirtieron en un espacio de experimentación en donde Gaudí tenía bastante libertad para hacer y deshacer a su antojo. Está “excesiva” libertad de gasto, unido al contexto desfavorable de la época, con el aumento del anticlericalismo y la conflictividad en los años en donde se mantuvo la obra, fue lo que empujó a los hijos de Eusebi Güell, ya con el control de la colonia dado el mal estado de salud de su padre, a comunicar al arquitecto en 1914 que no seguirían financiando el proyecto. Unos años más tarde un maestro de obras cerraría la cubierta y añadiría un campanario, dando por finalizado a medio camino (o menos) el que hubiera sido uno de los mejores proyectos de Gaudí.
Formalmente el edificio es el ejemplo más claro de la estrategia estructural que se asocia con Gaudí: el diseño estructural unitario apoyándose en geometrías complejas diseñadas principalmente a partir de maquetas funiculares con distintos pesos colgando. El proceso consiste básicamente en generar las formas a partir de cordones colgados de dos puntos (catenarias), a los que se les van añadiendo pesos a escala de las cargas verticales futuras. La deformación de las distintas cuerdas será tal que la distribución de las cargas sea exclusivamente a tracción, evitando los empujes horizontales y por tanto los refuerzos en este sentido. Al invertir la estructura conseguida las fuerzas pasaban a ser de compresión, con o que una vez alcanzada la forma deseada Gaudí colocaba espejos y realizaba fotografías, invirtiéndolas para obtener una vista a escala de cómo debía ir avanzando su edificio (resultados que pasaba a formalizar aplicando métodos de cálculo geométrico para la distribución de fuerzas, estática gráfica en versión corta). Este proceso no es algo que descubriese el arquitecto catalán, pero su aplicación práctica, que daba forma al conjunto de la obra en este caso sí que es considerada una singularidad. De esta práctica estructural surge la disposición de los pilares inclinados tan característicos de la obra de Gaudí, que tomarán formas masivas en el caso de la Sagrada Familia.
Otra cuestión fundamental para la obra de Gaudí es la materialidad de la obra. Los cromatismos y la ornamentación debían estar integrados en las formas estructurales del edificio, no podían ser meros apósitos añadidos posteriormente y sometidos al beneplácito de la intemperie. Si la estructura era el punto de partida de la creación arquitectónica y daba como resultado determinadas formas geométricas, la textura, los colores, o la luz cobraban importancia capital en relación a la misma y definían la obra como un todo expresivo. La riqueza de los materiales usados en la cripta, mezclando elementos de desecho con materias tradicionales de construcción, da buena cuenta de ello.

Croquis original de la Iglesia, expuesto en el MNAC

La planta de la colonia de buena cuenta del intrincado sistema de bóvedas con formas irregulares.

La inversión de la maqueta funicular permite observar el resultado que buscaba Gaudí

Sección de la colonia más el perfil de la parte no construida.

La combinación de materiales de desecho (de una fundición cercana), con piedra y cerámica le da una textura única al edificio.

Los vitrales, de formas irregulares y tintados, han dado pié a muchas comparaciones organicistas.

La última restauración de la iglesia generó bastante controversia, hasta el punto de que merecería todo un artículo a parte.

horario
El recinto industrial es accesible en horario laboral (de lunes a viernes excluyendo festivos).
Iglesia de la colonia:
De Noviembre a Abril
Lunes a viernes: De 10.00h a 17.00h
Sábados, domingos y festivos: De 10.00h a 15:00h
De Mayo a Octubre
Lunes a viernes: De 10.00h a 19.00h
Sábados, domingos y festivos: De 10.00h a 15:00h

precio
El acceso a la Colonia es libre, en cuanto a la Cripta Güell:
General: 8,5 €
Reducida: 6,5 € (mayores de 65, estudiantes, carnet jove)
¿Dónde comer?
Bar Sport: cualquiera de los tres restaurantes de la Colonia podría valer, nos quedaremos con el Sport como recomendación en cuanto a calidad precio.
Restaurante Galisteo: dentro de la antigua zona fabril, para los que tengan cierta filia industrial. Un bar en el sentido canónico del concepto.
OBSERVACIONES
- ¿HAY QUE VISITARLA? Pues hay que estar dispuesto a dedicarle una mañana larga, pero si tienes cierto interés en la obra de Gaudí, no hay duda que merece la pena. Esto hablando en caso de visita, si vives en la zona no conocer este conjunto no debería ser una opción (entendiendo que leer esto ya denota cierta voluntad de conocer).
- Las distintas modalidades de visitas guiadas suman como mucho 4 € más y merecen la pena por orientarse en el conjunto.