FABRA I COATS

Siendo uno de los primeros conglomerados de empresas industriales de la producción textil, la fábrica Fabra i Coats puede decirse que marcó durante años el ritmo de vida dentro del barrió en el que se instaló, Sant Andreu. Con entorno a 3000 trabajadores, los tiempos de trabajo marcados por la sirena casi sustituían al campanario de la iglesia a la hora de marcar los horarios de los vecinos. Esto fue así hasta el proceso de recesión que comienza a vivir a partir de los años 70, que acaba con su cierre definitivo a comienzos del siglo XXI.

El valor patrimonial del edificio se extiende además más allá de sus muros, en tanto que la cantidad de documentación conservada gracias a la labor de los antiguos trabajadores (a través del colectivo Amics de la Fabra i Coats) es inmenso, permitiendo disponer de un extenso fondo sobre el funcionamiento y organización de los trabajos de la que fue una de las mayores fábricas de la ciudad.

En la actualidad se está llevando a cabo un proceso de transformación progresiva que acogerá diversos usos, desde espacios de producción creativa y expositivos, a un museo del trabajo, incluyendo también centros educativos o viviendas para residencias artísticas temporales.


 

LA EMPRESA FABRA I COATS

Hablar del origen de la Compañía Anónima Hilaturas de Fabra i Coats, nos lleva a la asociación de una familia, Fabra, con la tercera empresa industrial más grande del mundo a principios del siglo XX: J. & P. Coats. Estos últimos pasaban por ser descendientes de una familia escocesa original de la ciudad de Paisley, una ubicación que no es demasiado famosa pero en su momento lo fue por el conocimiento y la tradición en el trabajo de la lana y el lino. La familia aprovechó la estructura productiva local para invertir en una nueva tecnología que permitía generar telas a partir de tejidos hilados con algodón. El sistema había sido inventado por la empresa J. & J. Clark a principios del siglo XIX, de cara a intentar sortear la escasez de lino y lana generada por el bloqueo a Gran Bretaña durante las guerras napoleónicas. Los Clark y los Coat pronto se convirtieron en dos de las mayores empresas del mundo. La historia de esta competición acaba con una gran fusión en 1896 de los principales productores de hilo en Escocia bajo el control de, como era de esperar, J. & P. Coat.

Este proceso continuó con un ímpetu expansionista por parte de los Coats (que a efectos prácticos seguían controlando la empresa pese a la entrada de nuevos accionistas), que les llevó a realizar hasta 53 operaciones internacionales entre 1869 y 1913. En ocasiones para controlar materias primas o algún proceso auxiliar, pero mayoritariamente de cara a implantar fábricas para la producción de hilo. Paralelamente en el tiempo es donde entraría la formación de una compañía entre dos industriales, Manuel Portabella, de Manresa y Camil Fabra, que fusionaron sus empresas en 1884, dando lugar a la Sucesora de Fabra y Portabella, el antecedente más directo de la futura Fabra i Coats. Una última aportación deriva de otro conglomerado formado por un empresario, Josep Alsina (quien había sido propietario único en origen pero tras un intento de ampliación tuvo que vender buena parte de su inversión) y dos sociedades británicas que poseían una fábrica también en Sant Andreu: la Manufacturera o Ca l’Alsina. Donde se construiría en última instancia lo que actualmente nos ha llegado como el recinto de la Fabra i Coats. Por su parte, los Coats ya habían hecho una incursión en España constituyendo las Nuevas Hilaturas del Ter, para gestionar una la colonia industrial de Borgonya, en Sant Vicenç de Torelló.

La confluencia de estos tres conjuntos de empresarios llegó con la constitución en Barcelona de la Compañía Anónima Hilaturas de Fabra i Coats. Con un total de cinco fábricas al principio pero que tras diversas operaciones, pese a mantener la mayor parte de la producción en Barcelona, acabará por generar todo un plantel de fábricas que llevarán a la compañía a posicionarse como líder indiscutible, a un nivel casi monopolístico, del sector textil durante el primer tercio del siglo XX, siendo además la séptima sociedad industrial por activos de España en 1916, muy por encima de sus competidora más cercana, la España Industrial (puestos 33 y 141 relativamente). Cabe señalar que gran cantidad de la fuerza de trabajo en la principal fábrica de la compañía (nuestra recinto), estaba compuesto por un 70% de mujeres. Tal era la diferencia que este espacio de Sant Andreu fue conocido durante muchos años como “Can Mamella”. Pero más allá del nombre, esta situación tuvo también un efecto en la cantidad de servicios al cuidado de los hijos de las trabajadoras que la fábrica llegó a ofrecer (para que ellas pudiesen seguir siendo explotadas sin preocuparse por ellos, claro está, pero algo es algo).

La cuestión que queda por mencionar es quizá la más básica: ¿Que vendía la empresa Fabra i Coats? Pues la compañía mantenía cuatro líneas de negocio, sobre las que destacaba claramente la principal, la producción de hilo para coser ya fuese en carretes, madejas u ovillos. Esta actividad ocupaba el 86% de las ventas y la mayor parte de la producción, como es evidente, pero se complementaba en primer lugar con la producción específica de hilos para medias y calcetines, elaborados para la compañía asociada Calcetería Hispánica, que conformaba el 6% de las ventas; y en segundo con una pequeña producción, en torno al 2% de las ventas, de hilo para telas neumáticas o impermeables. La cuarta vía derivaba de un producto heredado de la empresa de Camil Fabra: redes de pesca; que si bien en el montante total de ventas al fusionarse en una empresa tan grande no llegaba ni al 5%, si puede considerarse como uno de los grandes productores, que además había sido de los primeros en introducir la mecanización en este campo. Para finalizar, a estos cuatro negocios habría que sumar la venta de seda de otras marcas, con un 1% del total.

Es interesante que más allá del recorrido histórico de la empresa, existen una serie de elementos que quedan, como recuerdo en forma de patrimonio arquitectónico, de la actividad de la compañía: la Fabra i Coats, aquí tratada; la fábrica del Rec o Vapor Fill, anexa a la primera y adquirida por el grupo posteriormente, transformada en la actualidad en la biblioteca municipal Ignasi Iglesias; y finalmente la colonia industrial de Borgonya, catalogada como bien cultural de interés nacional en 2013.

J. & P. Coats fue una de las primeras empresas multinacionales. Fuente

La Colonia Borgonyà había sido la primera inversión de los Coats en Catalunya. Fuente

Los Coats accedieron a la producción en Barcelona a través de su fusión con Camil Fabra. Fuente

Del elevado número de mujeres trabajadoras, su sobrenombre: Can Mamella. Fuente

Postal – anuncio de los hilos. Fuente

Fue la única gran fábrica de Barcelona que superó la crisis de 1973, no sin gran conflicto interno por los despidos. Fuente

 

DE INDUSTRIA TÉXTIL A FÁBRICA DE CREACIÓN

Cabe hacer un pequeño recorrido que nos permita entender la estructura de la fábrica, así como alguno de los proyectos que hoy se plantean sobre el espacio. Lo lógico es comenzar con el edificio que primero se transformó, perteneciente a la compañía pero no integrado dentro del recinto. El edificio del Vapor Rec es, en origen, el más antiguo de todos, construido entre 1836 y 1840, la empresa Fabra i Coats lo compró en 1916. De factura clásica, con tres plantas en origen y una cuarta añadida posteriormente (como se ve con el encuentro de las molduras y la diferente ejecución de las ventanas), es un ejemplo claro de las primeras fábricas de pisos construidas en la periferia de Barcelona. La transformación en biblioteca y centro cívico ha respetado buena parte de la estructura, recuperando todos los elementos de la fachada original.

Desde la plaza de Can Fabra (donde se encuentra la biblioteca), ya observamos que el resto de la fábrica tiene ya un carácter de recinto cerrado, siendo el principal espacio productivo de la empresa y el último en cerrar. De este conjunto, encontramos un grupo de edificios que han ido creciendo según las necesidades de fabricación. Podríamos resumir la evolución en tres partes. En primer lugar, la fábrica textil de Josep Alsina, creada en la segunda mitad del siglo XIX, básicamente compuesta por el grupo de edificaciones que encontramos al entrar a mano derecha y una zona de secado del material que no se conserva. El resto del recinto estaba ocupado por un jardín, una práctica muy común en la mayoría de las fábricas del XIX. Los primeros diseños, datados en torno a 1860, recaerían en manos del maestro de obras Gabriel Falqués, quien a su vez fue padre de uno de los arquitectos modernistas más particulares: Pere Falqués.

El mayor edificio del recinto forma parte de la ampliación que acometió la empresa al fusionarse con la compañía J.P. Coats. Los proyectos de esta ampliación se desarrollan entre 1903 y 1910, aunque en casos como el edificio principal su ejecución se alargó hasta los años 20. Fue construida en tres tramos que podemos diferenciar sólo observando la fachada, siendo el último el que tiene dos naves con cubiertas a dos aguas, el primero sería en el lateral opuesto, y entre medias de las dos torres (depósitos de agua para luchar contra los incendios) encontramos el construido en la década de 1910. A lo largo del siglo XX hubo distintas ampliaciones o se añadieron nuevas construcciones a las que no se les atribuyó valor patrimonial, aunque en el caso de la actual guardería sí se han conservado para intentar mantener la unidad formal del conjunto.

Los usos de los distintos edificios han ido variando con el paso de los años, muchos espacios han pasado de ser productivos a zonas de almacenamiento, oficinas o servicios. Llegando a la actualidad dos de las primeras naves se han convertido en la zona de la recepción y espacios para entidades del barrio por un lado, mientras que la nave original de la fábrica Ca l’Alsina aloja ahora el Ateneo Harmonía y un instituto. Un proyecto de transformación particularmente interesante ha sido el que se ha llevado a cabo dentro de lo que se conoce como nave G, para adaptarlas a un grupo de 46 viviendas públicas en alquiler para residentes en los programas de la Fábrica de Creación. El diseño de la rehabilitación (Roldán + Berenguer Arquitectes) recupera no sólo la envolvente, sino que se inspira en las lógica industrial para plantear un núcleo de vivienda que se repite, con pasillos laterales continuos que los conectan, y una serie de espacios comunes que quedan abiertos para la definición de los residentes.

Pero los proyectos más interesantes de cara a una visita ocasional son los que dan forma al principal contenedor de la Fabra i Coats como institución de arte contemporáneo, y el futuro museo del trabajo. La primera se sitúa en el edificio principal, en donde el proyecto de Manuel Ruisanchez y Francesc Bacardit, desarrollan el programa de usos a partir de la adaptación del cuerpo central de la nave al uso variable que requiere la celebración de eventos o el trabajo productivo de los residentes y la escuela de arte, trasladando a los cuerpos diferenciados de uno de los laterales las salas expositivas y las zonas administrativas. Como medio de adaptación de las plantas diáfanas a la necesidad de usos variados, se plantea un sistema desmontable de lonas que pueden colgarse del techo, y la ejecución de lo que denominan “cajas de música”: espacios con cerramientos de madera adaptados para actividades que necesitan de mayor acceso a instalaciones tecnológicas. Adosada a la chimenea que define uno de los accesos de la entrada al edificio principal encontramos la sala de calderas, que pasará a ser parte integrante del Museo del Trabajo, conectando con el edificio en planta baja que es contiguo a las viviendas antes señaladas.

El Vapor rec o Vapor Fill, hoy biblioteca municipal, llegó a formar parte de la fábrica. Fuente

El recinto fue ampliándose en orden alfabético) a partir de la fusión empresarial. Fuente

Nave central de la fábrica, hoy recuperada como centro de creación artística. Fuente

Imagen interior con los telares. Fuente

El nuevo proyecto adapta el espacio combinando zonas de exposición y trabajo. Fuente

Esquema de adaptación de la nave a viviendas. Fuente

 

EL TRIUNFO DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL

Al tratar a Fabra i Coats podríamos asegurar que estamos hablando de la “niña bonita” del patrimonio industrial en Barcelona, el conjunto que, a nivel arquitectónico y documental ha recibido un trato más cuidado por parte de las instituciones públicas. De hecho, no hace falta más que pasearse por esta guía para entender cómo la relación de Barcelona con su pasado industrial ha sido bastante tortuosa, llevado en muchas ocasiones a un nivel de abandono u olvido que tuvo su máxima representación con el completo derribo del antiguo barrio de Icaria con las Olimpiadas. Frente a esto, Fabra i Coats representa una manera novedosa de entender la renovación de algunas áreas urbanas, apostando por la actualización de los edificios existentes, es decir, revalorizando el patrimonio no sólo en relación con su posible uso turístico, sino por su valor propio como elemento característico o identitario de la historia de la zona en donde se ubica y en última instancia, con un empaque material suficiente como para convertirse en un elemento de diseño urbano.

Esta idea se contrapone a la lógica que ha dominado el desarrollo urbanístico de muchas ciudades, basado mayoritariamente en la destrucción de lo existente para aprovechar el espacio liberado como solar para nuevas construcciones, exceptuando casos puntuales tratados de forma aislada o espacios que sirven de escenografía histórica para atraer al mercado turístico. Una estrategia que no es criticable de partida, pero se convierte en problemática cuando pasa a ser el único modo de entender la ciudad. De esta forma siempre se corre el riesgo de olvidar los intereses concretos del espacio donde se actúa a favor de las ideas de uno u otro planificador (de ahí que este haya sido durante años el objetivo a combatir por parte de muchos movimientos sociales y vecinales). La relevancia que en este contexto toma Fabra i Coats se entiende aún más en comparación al caso que básicamente instauró este debate en Barcelona: Can Ricart. En el mismo momento en el que este último complejo iba a ser destruido a favor de los intereses inmobiliarios con el beneplácito del Ayuntamiento, en el caso de la fábrica de Sant Andreu se negaba la posibilidad de que pudiese suceder lo mismo. 

Esta situación toma cuerpo en 2005, cuando a la empresa inmobiliaria Renta Corporación se le niega la posibilidad de derribar buena parte del recinto (conservando sólo el edificio principal), para construir tres grandes bloques en altura destinados a vivienda. Tras esto, la administración compraría el edificio industrial a la empresa, dando inicio al proceso de reforma que está por concluir. Lo importante en este sentido es el valor integral que se le da al espacio y como se entiende más que como un elemento aislado, como un todo urbano a integrar en el funcionamiento de la ciudad, conservando en la medida de lo posible todos los valores documentales y sociales que de permitan entenderlo en la actualidad. Esto último, en términos de patrimonio industrial, se refleja en la conservación no sólo de los elementos arquitectónicos, sino también de buena parte de los componentes que se utilizaban dentro de la producción industrial (una forma de conservación reclamada desde el origen de la disciplina de arqueología industrial, que en Barcelona sólo se había llevado a cabo en el caso de la Farinera del clot).

Volviendo a la misma época (2005), mientras toda una lucha vecinal se centraba en el intento de conservar el recinto industrial de Can Ricart con el Grup de Patrimoni del Forum de la Ribera del Besos generando toda una propuesta de conservación que no terminará de cuajar pese a la conservación final del espacio (aún hoy en estado de semiabandono); la propuesta que estructura el recinto de Fabra i Coats asume punto por punto las ideas que en un primer momento iban dirigidas a la actualización de la fábrica de Poblenou. De esta manera se generan tres escalas de actuación. La local (que para Can Ricart se había definido como “polo ciudadano”), con la interconexión del conjunto con el barrio y la rehabilitación de parte de los espacios como equipamientos públicos: un ateneo, una escuela, espacios para las entidades del barrio. Una escala metropolitana (anteriormente “polo cultural”), como elemento identitario de la relación de la ciudad con su pasado industrial y obrero, ejecutando casi punto por punto el planteamiento del Museo del Trabajo que se había planteado ya en origen para Can Ricart, que a su vez pretende conectarse con la red del MUHBA. Y finalmente, la global (“polo artístico, industrial y técnico”), con la instalación de una de las sedes más importantes del proyecto de las Fábricas de Creación, un museo y espacio de producción de artes que se une a otras fábricas reconvertidas en la ciudad.

Todo este proceso de transformación se integra además con el espacio público adyacente, por tanto con la antigua fábrica conocida como Vapor Rec o Can Fabra, que había formado parte de la misma compañía y que el ayuntamiento ya compró en los años noventa. Este bloque, fue parte de la fábrica hasta que la compañía se deshizo de ella en los años ochenta, momento a partir del cual los movimientos vecinales del barrio se organizaron para demandar que fuese transformada en un equipamiento con servicios públicos para un barrio que en su momento tenía claros déficits en este sentido. De esas luchas proceden tanto el centro cívico como la biblioteca Ignasi Iglesias, que son los servicios que hoy aloja este edificio. Si bien el resultado es similar, lo interesante de la diferencia temporal entre estos dos espacios nos trae una vez más a la idea con la que hemos empezado: desde la visión, defendida por los movimientos sociales, en donde el vapor era entendido como un elemento individuar susceptible de transformarse en el contenedor de un equipamiento en los ochenta, nos encontramos hoy a que el resto del conjunto se entiende como un valor a escala urbana, en donde el potencial de una rehabilitación de conjunto cohesiona el entorno. 

La dimensión de conjunto y su influencia dio forma a lo que hoy en día es Sant Andreu. Fuente

Ordenó la vida social, siendo un nodo central en la identidad del barrio aunque fuese por contraposición). Fuente

La idea del valor patrimonial llega a la propia maquinaria.

Sala de calderas. Fuente

La conservación integral del conjunto viene acompañada con un extenso programa de usos. Fuente

 

Proyecto para el museo del trabajo en la nave f. Fuente

El pasado industrial inspira también el proyecto de viviendas de los Roldán y Berengué. Fuente

 

horario

Lunes a viernes: De 09.00 a 22.00 h

Sábado: De 10.00 a 21:00 h

Domingo: De 11.00h a 21.00h

precio

Exposiciones temporales:

General: gratuita

web

Centro de arte: ajuntament.barcelona.cat/fabraicoats

Ateneu l’Harmonia: www.ateneuharmonia.cat

Biblioteca Ignasi Iglesias: ajuntament.barcelona.cat

¿Dónde comer?

L’Harmonia: Más por situación que por otra cosa, el bar de del ateneo l’Harmonia es una opción aceptable, dentro del mismo recinto.

Several Café: Más para dulce, pero también con carta de bocatas.

OBSERVACIONES

  • ¿HAY QUE VISITARLA? Pues es la niña mimada de entre todos los proyectos relacionados con espacios industriales recuperados, el que más ha avanzado institucionalmente, y el que muestra un mejor estado de conservación. Contando con un mínimo interés en este tipo de construcciones sería lógico visitarla, ahora bien, no es un espacio completamente turístico ni mucho menos.
  • El recinto de Fabra i Coats aloja multitud de eventos, desde festivales musicales y de arte, que además permiten acceder a espacios reservados a los artistas residentes.