FÁBRICA DAMM
La gran fábrica de cerveza del Eixample fue en realidad el tercer centro de producción de este alcohol creado por August Damm. Conocida como la Bohemia por el origen de los fundadores de la empresa, esta gran factoría combinaba la estética propia de la arquitectura industrial de la época, con su característico uso de materiales (la combinación de un enfoscado plano con ciertas terminaciones y detalles en ladrillo visto que servía para dotar de cierta monumentalidad al conjunto), con el irrefrenable gusto que parecen tener los de ascendencia germánica por las almenas.
La fábrica de la Bohemia se mantuvo activa hasta comienzo de los años 90, ampliándose hasta ocupar la práctica totalidad de la manzana en donde se había instalado. Con el traslado de la producción a un nuevo edificio, la “Antiga Fábrica Damm” (como es ahora conocida) fue restaurada por la propia compañía, limitando su uso y apertura al público a la celebración de eventos ocasionales.
La guerra franco-prusiana expulsó a August Kuentzmann Damm de Alsacia, provocando que en su huida se asentase en los años setenta del siglo XIX en Barcelona. En 1876 formaría su propia compañía de cerveza y producción de hielo. Este último punto no es menor, ya que la producción de hielo es lo que hacía que la propuesta de August y su socio fuese innovadora en la ciudad. El hielo permitía modificar la fermentación de la cerveza, haciendo que el gusto fuese mucho más refinado que las tradicionales, a este proceso se le añadía la pasteurización, que permitía un mayor control de calidad en la producción. El propio empresario se encargaría de abrir una de las primeras cervecerías de renombre en la ciudad (asociado a la mejora del producto), el Gambrinus de la Rambla.
La primera fábrica la instalaron el el Poblenou, donde August ya había trabajado con otro inversor local. La producción siguió en aumento con el paso de los años, ya que pese a la muerte de su creador al año de fundar la fábrica, el éxito de la cerveza fue bastante rápido. La empresa tal y como hoy la conocemos llegaría más tarde, al asociarse uno de sus descendientes con otro conocido cervecero que era el propietario original de la fábrica que aquí nos toca. Joan Musolas fue en 1910 otro de los fundadores de Damm S.A., gracias en buena medida a la fábrica que había construido unos años antes, la fábrica que sería conocida como “la Bohemia” (la actual fábrica Damm, nuestra protagonista), en honor a la región alemana del mismo nombre. Esta fábrica, además de recibir varios premios en Europa, se convirtió en el buque insignia de la empresa, así como en su mayor centro productivo hasta 1992 que trasladaron la fábrica fuera de la ciudad.
Lo cierto es que la construcción es colosal, tanto por su altura como por el espacio que ocupa, una manzana completa del ensanche. El tamaño ya la coloca entre los ejemplos más imponentes del patrimonio industrial de Barcelona, pero además su curiosa propuesta estética hace que sea particularmente llamativa. Casi como de un bloque macizo se tratase, la combinación del estuco y el ladrillo le otorgan bastante personalidad, y para culmen, el acabado de los muros exteriores le da la forma de un castillo en medio del ensanche (lo dicho, habría que estudiar la predilección que sienten los alemanes por las almenas, en tanto que su presencia suele avisar de la participación de uno de ellos con el gusto algo confundido). El interior es mucho más interesante, una serie de patios que conectan con un gran hall acristalado en donde aún se conservan las calderas de cocción en perfecto estado de mantenimiento. Además de esto tambien mantienen buena parte de la maquinaria y una sála de básculas, que por lo general no puede visitarse a no ser que sea en un evento particular. Finalmente, en el patio interior, en donde sí es más normal que haya algún tipo de evento abierto al público, encontramos una gran chimenea de 60 metros de largo.
El recinto al completo no tiene en realidad ningún tipo de protección urbanística, más allá de la necesidad de hacer un estudio en el caso de querer derribarlo (lo que en el planeamiento urbanístico implica un grado de protección documental), sólo la chimenea del centro del patio habría de conservarse en el caso de que Damm S.A. (como propietaria del recinto) decidiese que quiere aprovechar el solar de otra manera. Es interesante por tanto derivar de esta situación como el patrimonio construido se ha convertido en un activo más a valorar dentro de la imagen que quiere proyectar una compañía y el uso que se le está dando en este caso, tanto por la restauración del conjunto como de la planificación de evento vinculados a la marca, podríamos decir que es un caso de éxito.

Cual Pablo Iglesias, August decidió ponerle su cara a su cerveza

Distribución de cerveza en Barcelona, Damm pronto se quedó con buena parte del mercado. Fuente

Construcción de la Bohemia con la vista a su patio interior. Fuente

La fábrica se convirtió en el símbolo de la compañía.

La Bohemia solía ser una visita recomendada en las primeras guías de la ciudad

Estado actual con los tanques conservados
La fábrica «la Bohemia» era un verdadero hito en la ciudad, hasta el punto que las primeras guías para viajeros la planteaban como un monumento más cuando acababa de ser inaugurada. Pero no quiere decir que fuese la única, de hecho llegó más tarde a la ciudad que muchas de sus competidoras. La destilación o fermentación para la producción de distintos tipos de alcoholes era otra de las actividades económicas en la ciudad. De hecho, otro alsaciano había llegado a Barcelona antes que el bueno de August y ya había fundado una compañía que sería durante años la única competidora directa de Damm: Luis Moritz Trautmann. La cerveza Moritz es, por lo tanto, la más antigua de las que aún perviven en la actualidad, aunque estuvo desaparecida durante años después de la guerra.
En un camino similar, Moritz pasó por varias localizaciones hasta que en 1864 inauguraba una nueva fábrica en la ronda de Sant Antoni, que durante años fue la mayor de Barcelona e incluso de España. Aprovechó el derribo de las murallas y la creación de esta nueva vía para emplazar su fábrica cerca del centro, y cuando decimos aprovechó es casi en sentido absoluto, en tanto a que utilizó la propia piedra de las murallas derribadas para construirla. Copió el modelo de cerveza de baja fermentación que había implantado Damm, poniéndose rápidamente casi a su nivel de producción hasta los problemas financieros de mediados del siglo XX. Hoy en día ha recuperedo totalmente su presencia en la ciudad.
La antigua fábrica, que ya se quedó pequeña en los años sesenta, se recuperó en primer momento como un espacio expositivo, para después transformarlo en un entorno gastronómico que en este caso sí que puede visitarse sin problemas. El proyecto de rehabilitación, terminado en 2011 según el diseño de Jean Nouvel (que se convirtió en un recurso demasiado habitual en la ciudad a principios de siglo), conserva parte de la estructura original así como muchas de las instalaciones de cocción y producción originales, calderas y depósitos básicamente.
Pero hay vida más allá de la cerveza, lo que las construcciones quedan algo alejadas de la ciudad, es decir, bodegas de producción de vinos y cavas (un negocio tan lucrativo como arriesgado en el siglo XIX por culpa de la filoxera). Estas construcciones empezaron en muchas ocasiones a buscar una personalidad propia convirtiéndose, como actualmente es bastante normal, en el elemento insignia de las distintas marcas, contratando para ello a algunos de los arquitectos más conocidos del modernismo. Puig i Cadafalch diseñó lo que son las bodegas Codorniu, Gaudí hizo lo propio con las bodegas Güell, pero probablemente la joya de la corona de estas construcciones sea la diseñada por uno de los seguidores más aventajados del propio Gaudí, Cesar Martinell y su proyecto para el Celler cooperatiu de Pinell de Brai.
Podemos terminar con uno de las empresas, en este caso de licor, que más hizó por identificarse a sí misma con el espiritu modernista: anís del mono. Una botella inspirada en un bote de perfume (por el que parece ser que tuvo que pagar bastante), una imaginería característica con el símbolo del mono y la cartelería asociada, y una destilería aún conservada en la playa de Badalona, a no demasiada distancia en tren del centro de la ciudad. Algo bastante más accesible para quien no está motorizado.

Moritz es en realidad la marca de cerveza más antigua de la ciudad

Las dos principales marcas llegaron a colaborar en ferias internacionales.

La antigua fábrica moritz en la actualidad

El celler cooperatiu de Gandesa, diseñado por César Martinell

Destilería de Anís del mono conservada en Badalona como museo. Fuente
La producción y venta de bebidas alcohólicas siempre ha salido a cuenta, de hecho, bebidas como la cerveza antes de los procesos que posibilitaron su industrialización se entendían como una parte más de la dieta, en donde su valor nutritivo (que hasta la pasteurización incluiría una buena cantidad de vida) era más apreciado que su sabor. Hablar de licores, cerveza, y sobre todo vino en Cataluña implica hacerlo de una de las fuentes más importantes de riqueza, especialmente durante el siglo XIX. La cuestión es que también fue el causante de una de sus principales crisis.
El proceso de industrialización de Cataluña, aunque único a nivel estatal, no podía ni mucho menos competir con los demás países europeos en la mayoría de las manufacturas. Así que la lucha de los industriales catalanes siempre fue en la dirección de conseguir la protección de la producción local en favor de la estrangera, aranceles mediante (como todo proceso de industrialización en realidad). Este proteccionismo, unido a las fortunas repatriados de las colonias generó un estado de bonanza económica al que Narcis Oller puso nombre en su novela: la Fiebre d’Or.
La década de 1870 tuvo que ser algo parecido a un videoclip de trap por cómo volaban los billetes, nacían bancos por todos lados y la capacidad de inversión estaba por las nubes. Uno de los responsables de este exceso de capital es un agente no humano, pequeño pero que en masa estaba causando destrozos en Europa: la filoxera. Este insecto dejaba inútiles todas las vides a las que atacaba, lo que en última instancia estaba provocando una carestía de vino en Europa y, por lo tanto, un incremento acelerado de la demanda exterior a precios bastante elevados. Con la mentalidad emprendedora del momento la respuesta no se haría esperar, muchos agricultores del norte de Cataluña aprovecharon para llenar todo el campo de viñas. Un negocio redondo.
El problema es que entre la falta de decisión política y la poca predisposición de los agricultores a tomar medidas drásticas, el continuo de plantaciones se lo puso fácil al bicho para atravesar la frontera de Francia y hacer estragos en la zona (cabe decir que también entró por cargamentos de viñas en Malaga, aunque el impacto no fue tan grande). Como cabe esperar se perdieron la práctica totalidad de los cultivos, por lo que las inversiones se fueron al garete y empezó la cadena de desmonte de la bonanza económica de gasto excesivo: los créditos se perdían y muchos bancos tuvieron que cerrar, en gran medida por culpa de un insecto. Para medir el impacto en muchas comarcas de la zona no hay más que ver la enorme cantidad de estudios pormenorizados sobre como la filoxera afectó a la economía local de muchas de las poblaciones cada población. Incluso existe un pueblo, Sant Sadurní d’Anoia, que aún hoy día celebra una fiesta popular en donde la protagonista es una enorme filoxera de cartón piedra y, como no, muchos fuegos artificiales.
La presencia y los problemas que causó este insecto fue un cao de Estado, e incluso entre distintos países productores de vino en Europa intentaron coordinarse para actuar frente a ella. Uno de los principales medios para combatirla acabó siendo partir de vides americanas a las que no les afectaba para luego añadir los esquejes de las variedades locales. En Barcelona, que evidentemente cultivos no tiene muchos, sí que recibió el impacto del estallido de la burbuja económica. Coincidió además con la celebración de la primera exposición Universal de la ciudad, una inversión que dejó las cuentas de la ciudad en una situación delicada (aunque lo de generar inversiones inmobiliarias para paliar los ciclos de desinversión es ya un clásico).

El edificio de la pequeña bolsa (1803) sería uno de los escenarios centrales previos a la burbuja económica de final del XIX

Caricatura de la Filoxera realizada en Gran Bretaña. Fuente

Sulfurando las viñas (sería en vano).

El insecto pronto ocupó toda Cataluña

Un doctor vacunando las cepas en una viñeta de la revista «la Esquella de la Torratxa»

horario
En la actualidad sólo está abierto para eventos (que son relativamente habituales), así que depende del evento.

precio
Idem

web
Web de cervezas Damm: www.damm.com (la visita ofertada es para la fábrica acutal, no la tratada en este artículo)
¿Dónde comer?
El interior suele disponer de food tracks para los eventos con público.
Veiga Bar: Por si prefieres algo más clásico y con asientos. Tapas y raciones.
OBSERVACIONES
- ¿MERECE UNA VISITA? Pues depende más del evento, pero desde luego el espacio está bien conservado. Si el interés es más por el espacio, la única forma de visitarlo actualmente es en el 48 horas «Open House», ya que los tours se cancelaron en 2018.