PLAZA DEL REY

Ningún otro espacio de Barcelona es representativos de tantos periodos históricos al mismo tiempo como lo es la Plaza del Rey. En primer lugar, bajo la propia plaza se encuentra el mayor yacimiento de la ciudad romana de Barcino, musealizados para su visita en el MUHBA (Museo de historia de la ciudad). En el frente que más llama la atención encontramos las estancias del Palau Mayor Real, que junto con la capilla de Santa Ágata, forman los dos elementos que componían las edificaciones encargadas por los Condes de Barcelona a principios del siglo XIV. En el lado opuesto a la capilla se encuentra el Palau del Lloctinent un palacio renacentista con reminiscencias góticas construido en el siglo XVI para que viviese el virrey de Cataluña, que no llegó nunca a ocupar el edificio. De la misma época data la torre de cinco pisos que nace encima del Palau Reial, el Mirador del Rei Martí. Finalmente cerrando la plaza encontramos la que fue denominado por algunos historiadores de la arquitectura como el ejemplo mejor conservado de la casa catalana, la casa Padellas (sede de museo). Aunque el origen de esta casa data del siglo XV, su situación actual es de principios del siglo XX, y no solo consistió en su restauración en estilo, sino también en su traslado (sí, traslado piedra a piedra) para que cerrase el espacio armonizando el estilo de toda la plaza, derribando las casas que había anteriormente.

No hay duda por supuesto de que la plaza representa la historia en piedra de Barcelona, o por lo menos de la voluntad de mostrarse que ha tenido la ciudad, desde el núcleo de poder hasta el punto de recuperar el patrimonio como principal inversión para generar una imagen de marca propia.


 

EL PALACIO REAL

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El principal elemento de la Plaza del Rey lo encontramos de frente al acceder a ella, el Palau Reial, o Palacio Real. Pese a lo espectacular del edificio no es bastante complicado llegar a entender su funcionamiento como palacio, en tanto que en la actualidad salas que derivan directamente de su situación original sólo quedan la capilla real anexa al palacio (Iglesia de Santa Ágata), y el Saló del Tinell. El resto de las estancias han sido objeto de numerosas transformaciones, y actualmente hacen de contenedor del museo de Historia de Barcelona y del museo Frederic Marés, de arte contemporáneo. Esto es así hasta el punto que ni siquiera se tiene claro cómo ha sido la evolución histórica del conjunto, o no más allá de una idea general y multitud de hipótesis constructivas sobre los elementos más específicos. La hipótesis más aceptada es la trabajada por el propio museo de la ciudad, una reconstrucción histórica de todas las fases del palacio, que plantea una modelización completa de las transformaciones por las que éste ha pasado (y que se puede ver en el siguiente enlace: video).

Sin entrar mucho en todo este jaleo de capas superpuestas sí que es posible hacer un pequeño recorrido genealógico por las distintas fases del edificio. Si comenzamos con el origen, el primer edificio es bastante modesto, un casal visigótico construido para el gobernador, cercano de la muralla en la parte norte de la ciudad romana, la zona donde había existido el foro. Adyacente al palacio original se construyó una pequeña iglesia cruciforme y el palacio episcopal. Tras la ocupación árabe, ya durante la época carolingia el palacio se iría ampliando bajo las órdenes de los cóndes de Barcelona, hasta absorber toda la superficie de la pequeña iglesia, delimitando un gran cubo de formas románicas.

Con la progresiva independencia de los reinos francos llegan las primeras menciones al palacio condal como tal, a finales del siglo X. Las intervenciones se van sucediendo y de esta época románica todavía permanecen en pie partes del muro perimetral e incluso unos pequeños huecos en la parte superior de la fachada que sólo son visibles desde el interior del edificio. Pero la gran transformación desde una mansión a un palacio propiamente dicho se le ha de adjudicar a Jaume II durante su reinado hasta 1327. A su vuelta de Sicilia decidió que ya era necesario poseer un palacio digno del poder de la corona aragonesa. Para esto se añadieron las dependencias del palacio episcopal, facilitando así en el futuro el acceso directo a la catedral desde el edificio sin necesidad de pisar la calle, además se le adosaria una capilla real, la iglesia de Santa Ágata. A partir de este punto el palacio se va extendiendo agregando las diferentes propiedades que lo rodeaban, operación que finaliza bien entrado el siglo XV. 

Las intervenciones más importantes serían las de Pere el Ceremonioso, que manda a construir el salón del Tinell a partir de 1359, así las modificaciones y ampliaciones que encargaría Martí l’Huma, incluyendo un gran corredor que conectaba palacio y catedral. El salón del Tinell sigue siendo hoy día la sala más espectacular del recinto, un gran espacio formado por arcos diafragmáticos (arcos rebajados situados en paralelo que sostienen el forjado superior), de forma que se consigue una amplitud mucho mayor de la que permitía la construcción con vigas, limitada a 5 metros aproximadamente. De esta misma época data el origen del vergel, el jardín interior que quedaba rodeado por todas las estancias del palacio y que hoy aparece reconstruido en su totalidad.

A partir del siglo XV el palacio deja de ser la residencia real, en tanto a que esta se traslada a Castilla después de la unión de los Reyes Católicos. La Inquisición ocupará una parte importante de las dependencias del edificio, el siguiente siglo se construirá el palacio del Lloctinent (representación del rey en la ciudad) derribando una parte del edificio, entre la que se encontraban las cocinas reales. Se mantienen en uso salas de recepción, y otras quedan ocupadas los monjes.

Todavía se producen dos grandes intervenciones en el conjunto. La primera a partir de 1715, cuando se les ceden las dependencias que la Inquisición no estaba utilizando a las monjas clarisas. El convento que éstas ocupaban iba a ser destruido completamente para la construcción de la nueva fortaleza de la Ciudadela, así que el antiguo palacio condal serviría de compensación para la orden religiosa. Esta situación se mantendría hasta la transformación del barrio de la catedral en el barrio gótico, cuando el “Palau Reial” recibiría un lavado de cara en forma de restauración “gotificante”. El arquitecto municipal Adolf Florensa eliminará todas las intervenciones realizadas por las clarisas recuperando el salón del Tinell, y llevando la fachada a su situación actual, eliminando los accesos añadidos y recuperando elementos góticos en base a su estudio de cómo debió haber sido el edificio en su momento de esplendor (añadiendo, por ejemplo, las ventanas coronellas de la planta baja, rehaciendo el vergel, o añadiendo un soportal en la plaza de Sant Iu). Las estancias traseras por su parte se adaptaron para alojar el museo Frederic Mares.

 

UNA PLAZA LLENA DE CAPAS

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El conjunto monumental de la plaza del Rey es representativo de lo que con el paso de los años desde la desaparición del foro romano fue convirtiéndose en el núcleo del poder civil en la ciudad de Barcelona. Si en el siglo X ya hay referencias a un palacio, unos años más tarde ya se escribiría de una plaza pública asociado a este último. En este caso sin embargo vamos a centrarnos en los elementos que podemos visitar hoy día ya que en última instancia nos ofrecen un pequeño sistema estratificado de la historia del casco antiguo de Barcelona. Cabe mencionar el subterráneo, puesto que bajo la plaza comienzaría el pretendido recorrido condensado por la historia de la ciudad que nos provee este conjunto monumental: el yacimiento de mayor superficie de lo que fue el origen romano de la ciudad. De Barcino ya hablamos brevemente y no cabe aquí profundizar en este espacio más que para recomendar la visita dada su buena museificación.

Como al palacio ya le hemos dado varias vueltas toca hablar de sus dos anexos, por un lado la capilla de Santa Ágata y por otro el Palau del Lloctinent (o lugarteniente). De la primera sabemos que fue una construcción encargada por el rey Jaume II, para sustituir la capilla con la que contaba el palacio. Más allá de su estilo (el gótico catalán que tratamos en el caso de Santa María del Mar con más detenimiento) y que tiene cierta magia como espacio expositivo, todo se ha dicho, es sencillo ver cómo la iglesia apoya su estructura sobre los restos de la muralla, utilizando una de las antiguas torres como base para levantar la torre del campanario. Práctica que por otra parte es tremendamente común cuando las murallas pierden su función defensiva.

En el lado opuesto nos encontramos un nuevo palacio que una simple mirada nos permite ver como está bastanta más ordenado en su solución de fachada. La simetría, el ritmo bien definido de los huecos y su forma de cuadrado prácticamente regular que permite encerrar un precioso patio en su interior, nos habla de nuevas dinámicas de diseño, influencias renacentistas, lo que a su vez es lógico dada su fecha de construcción, entre los siglos XVI y XVII. El edificio es también representativo de como la ciudad, pese a éstas nuevas influencias, mantiene un fuerte apego a la estética gótica. De hecho, ese apego y la pérdida de importancia de la ciudad con la formación del imperio español hace que prácticamente no existan grandes  obras de los estilos modernos hasta el neoclásico. La función del edificio era alojar a quien tenía que ser el representante del rey en la ciudad, que sudó bastante del tema y nunca llegó a ocuparlo, dejándo que la inquisición hiciese de las suyas con él. En la actualidad hace la función de Archivo de la Corona de Aragón.

Para terminar, y como cabe esperar, la plaza que vemos hoy en día tiene poco que ver con la plaza medieval en donde se celebraban justas y la culpa en buena medida la tiene el último edificio del conjunto: la casa Padellàs. El problema con esta construcción es que tenía que ser demolida para la apertura de la via Laietana a principios del siglo XIX, pero las corrientes de pensamiento del momento ya habían empezado a preocuparse con la herencia arquitectónica de la ciudad. Además, arquitectos como Puig i Cadafalch habían defendido el edificio como uno de los ejemplos más claros y paradigmáticos del gótico residencial catalán. La idea, sencilla: tocaba mover el edificio de su emplazamiento original, piedra a piedra, cerrando el espacio de la plaza. La cuestión es que al excavar el espacio para cimentar el traslado aparecía la sorpresa, ¡ruinas románas! Es a partir de esta operación de traslado en 1931, dando inicio al proyecto museístico más importante de la ciudad.

 

EL PODER EN BARCELONA

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En el entorno de lo que hoy en día se conoce como el barrio gótico en Barcelona (básicamente en la franja que se forma entre la plaza del Rey, la Catedral y la casa de la ciudad, el Ayuntamiento vaya), se concentraron todas las sedes de poder de la ciudad. En el espacio que ocupa el Palacio Real se encontraría ya la residencia de los mandatarios Visigodos y posteriormente la de los condes de Barcelona. A esto podemos sumarle el establecimiento de la sede episcopal en la ciudad. Pero la formación de un poder autónomo interno se explica sólo a partir de la independencia que toma el poder civil a través de instituciones propias que dominan la gestión de la ciudad hasta la llegada de la dinastía borbónica al trono hispánico.

El origen de la autonomía municipal de Barcelona comienza escalonadamente a partir del dominio franco. El apoyo a los reyes francos va generando la concesión de cartas de población y privilegios en torno a la región de la Marca Hispánica, dominada por diversos condes. La gestión política de la ciudad, en primer lugar en manos del conde, o el vizconde en su ausencia, va poco a poco desligándose del control enteramente condal, desplazándose a manos de un alguacil, una alcalde seleccionado entre la población y un consejo formado por prohombres de los estamentos urbanos enriquecidos. Este trasvase viene originado sobre todo por la pérdida de confianza respecto al vizconde, cuando este se pone de parte de la nobleza (de la que el linaje de vizcondes formaba parte) en su enfrentamiento con Ramón Berenguer III. El pequeño grupo de consejeros al que hacía referencia acaba transformándose en el antecedente directo de la institución más reconocida de la ciudad: el Consell de Cent. 

La cuestión es que el control de la ciudad, si bien mayormente en manos principalmente de una oligarquía aristocrática, con el paso del tiempo fue favoreciendo cierta permeabilidad respecto al acceso de las clases medias urbanas, lo que facilitaba pequeñas dosis de arraigo popular respecto a la forma de gobierno, representada principalmente en la configuración del Consejo de Ciento. Esta institución no es originaria de la propia ciudad, sino que una similar ya gobernaba en la población aragonesa de Jaca en 1238. Sería Jaume I quien once años más tarde establecería el mismo sistema en Barcelona. El poder de la institución iría creciendo con el paso de los años hasta el punto de representar un poder complementario al de los propios condes de Barcelona (reyes a efectos prácticos), sobre todo a partir de la necesidad de la construcción de las nuevas murallas durante el siglo XV, cuando la corona es incapaz de asumir los gastos al completo y solicita la Consejo que se encarga a cambio de una cesión importante de autonomía. 

La cuestión es que en la ciudad han convivido históricamente dos núcleos de poder. Por un lado, en lo que hoy es el ayuntamiento se encontraba el Salón de Ciento, el espacio donde se reunía este grupo de mandatarios municipales. Por otro lado, la Plaza del Rey representa toda una serie de poderes vinculados a los reyes mismos. En primer lugar fue la residencia principal de los Condes de Barcelona, reyes de Cataluña y Aragón. Cuando éstos trasladaron su residencia a Madrid después de haberse unido a la Corona de Castilla, este siguió siendo el punto central de poder, en donde un última instancia se asentó el Virrey y anteriormente a la llegada de éste último, ya se habían cedido parte de las estancias a quien ejercería una parte importante del poder eclesiástico sobre la ciudad, la Santa Inquisición. Pero esta independencia de las instituciones políticas de Barcelona (y por extensión de Cataluña), se vio interrumpida con la derrota de la ciudad ante las tropas borbónicas en 1714. La imposición de los Decretos de Nueva Planta eliminaba directamente toda independencia institucional de la corona de España, unificando el reinado bajo una estructura de poder absolutista. Una historia que aún resuena con fuerza en la actualidad.

 

horario

MUHBA:

Martes a sábado: De 10.00h a 19.00h

Domingos: De 10.00h a 20.00h

precio

General: 7 €

Reducida: 5 € (estudiantes, parados, tarjeta rosa, familia numerosa…)

Amigo del MUHBA: 36 € (pase anual)

web

Museo de Historia de Barcelona: ajuntament.barcelona.cat

Archivo de la Corona de Aragón: www.culturaydeporte.gob.es

¿Dónde comer?

CaixaForum: La opción más cercana en una zona poco densa. El interior del CaixaForum contiene un restaurante que, sobre todo el menú, merece la pena.

OBSERVACIONES

  • ¿MERECE UNA VISITA? Pasar por la plaza es sin duda un básico de la ciudad, otra cosa es el museo. Lo bien integrado del recorrido por las ruinas, la sencillez con la que está explicada la historia de la ciudad y la visita tanto al Salón del Tinell como a la capilla hacen muy recomendable la entrada al museo.
  • La estructura en red del MUHBA han convertido a la institución en todo un ejemplo de divulgación, y la organización de eventos y visitas organizadas está muy bien estructurada.