SANTA MARÍA DEL MAR

Son varias las iglesias que se construyeron durante la Baja Edad Media en Barcelona, de hecho, y pese a las grandes epidemias y crisis que asolaron la ciudad durante esta época, la mayoría de los grandes monumentos góticos que todavía hoy podemos visitar se construyeron o comenzaron en torno al siglo XIV: Palacio Real, el edificio original de las Atarazanas Reales, la mayor parte de la Catedral, la iglesia de Santa María del Pi, o las primeras dependencias del Monasterio de Pedralbes. En lo que nos toca aquí, podríamos otorgarle un lugar especial por lo imponente y particular de la obra a la iglesia de Santa María del Mar, quizá por encima del resto de las iglesias contemporáneas a ella.

Tanto las particularidades de su historia, vinculada a los comerciales y trabajadores del puerto frente a la construcción de la Catedral por parte de la nobleza, como la evidente claridad formal de sus características arquitectónicas, paradigma de la versión local del gótico, hacen de este edificio uno de los más interesantes del casco antiguo de la ciudad (y probablemente de lo que no es casco antiguo, también).


HISTORIA

Si empezamos por el imaginario popular original, habría que hacer referencia a la creencia, mantenida hasta hace no tanto tiempo, de que una de las patronas de la ciudad, Santa Eulalia, estuvo enterrada en donde actualmente se encuentra la iglesia. La pequeña mártir, nacida a finales del siglo III, habría sido torturada hasta con trece métodos diferentes (uno por cada año que había cumplido) tras protestar por la persecución que sufría el cristianismo ante el gobernador romano Publio Daciano. El problema es que Eulalia de Barcelona tiene una hermana gemela de martirio en Mérida y ninguna evidencia histórica de haber existido, aunque el cariño que se le ha tenido históricamente a esta mártir hace que sus consecuencias sí lo sean. De lo que sí existen pruebas reales es del emplazamiento de un templo y un cementerio previos en donde más tarde se iniciaría la construcción de la iglesia.

El antecedente de la iglesia la encontramos en el pequeño templo de Santa María de las Arenas, que daba servicio espiritual al arrabal que había surgido cercano a la playa al este de las murallas de la Barcelona romana, conocido como Vilanova del Mar. Esta iglesia no ocuparía exactamente la misma posición que la actual, sino que estaría en perpendicular a ella. El origen de este arrabal podría partir de asentamientos con origen en siglo XI, pero casi tres siglos más tarde estamos hablando de una ciudad consolidada con una nueva muralla y uno de los barrios con mayor poder económico de la ciudad, por ser el que se encontraba directamente relacionado con el puerto. Por ello a principios del siglo XIV se cree ya necesario el construir una nueva iglesia que se ajustase a las nuevas necesidades del barrio.

Frente a la construcción de la catedral impulsada por las familias nobles entre los siglos XVIII y XIV, los pujantes comerciantes (muchos de ellos con casas en la vecina calle Montcada) y con la colaboración, aunque no mediante la mística que se le atribuye en ocasiones, de los trabajadores del puerto que se volcaron en la construcción del tiempo. Es bien sabido que como prueba de agradecimiento de este trabajo, todavía podemos observar los relieves dedicados a los estibadores (los “bastaixos”) que transportaron la piedra para la construcción de la iglesia, eso sí, desde los barcos que la traían, no desde la misma montaña como se pretende en algunas ficciones. Pese a todo, la rápida ejecución de la iglesia, 53 años desde que se coloca la primera piedra hasta la instalación de la última clave, cuenta con la ayuda de los monarcas, sobre todo de Pere III, el Ceremonioso. Este último hizo una importante donación económica en 1368 y cinco años después cedería piedra de La Roca de Montjuic para la construcción del edificio. La propia preocupación del rey queda demostrada en una carta solicitando ayuda para reparar los daños de un importante incendio con la iglesia ya casi terminada en 1379.

Todavía se conserva el documento del contrato de la construcción entre los administradores de la obra y los maestros de obra Berenguer de Montagut y Ramón Despuig el 2 de marzo de 1329. A los pocos meses (lo que implica que el proyecto estaba preparado anteriormente) se colocaría la primera piedra, y en 1383 el edificio estaría terminado. Además de los dos maestros mencionados, en la construcción participarán dos  maestros mayores más, Pere Oliver desde 1336 y Guillem Metge en los últimos años. Con todo, la unión de la rapidez en su construcción y la ausencia de alteraciones arquitectónicas posteriores, al menos de cierta relevancia, permiten entender la uniformidad formal y la pureza arquitectónica por la que es valorada en la actualidad. No se puede entender que no se hiciesen modificaciones, pero las que se introdujeron tuvieron más que ver más con el mobiliario y la decoración interior. Famoso es en este sentido el gran altar barroco que presidió el ábside de la nave central, que desapareció tras un incendio de once días tras el comienzo de la Guerra Civil en 1936.

Santa Eulalia de Barcelona, en una imagen conservada en la catedral.

Plano de Barcelona en 1300, con el barrio de la Vila de Mar ya formado, y con Santa María de las Arenas señalada con un círculo. Carta Histórica de BCN

Imagen de los «bataixos».

Fotografía del altar barroco de Santa María del Mar.

Incendio del mobiliario durante la Guerra Civil

 

EL EDIFICIO

Podríamos empezar tomando las palabras del poeta romántico Pablo Piferrer para el primer tomo de Recuerdos y bellezas de España: “Si existe en el orden gótico, gracia, ligereza y atrevimiento, Santa Maria reúne esas cualidades en grado casi increíble. ¿Quién al ver la sencillez y gusto de su fachada no siente vehemente deseo de contemplar su interior?”. Y es que la línea simple y clara de la iglesia en su conjunto, así como el mantenimiento de los rasgos principales definidos desde el proyecto original (con mucho peso para el efecto, digamos purificador en un sentido arquitectónico, de los incendios que se llevaron por delante toda la decoración interior), la transforma en uno de los puntos más interesantes de la ciudad.

Sobre plano nos encontramos ante una organización en tres naves con planta basilical, con treinta y tres capillas laterales, reservadas para el culto privado en su origen. La disposición estructural deriva de lo realizado en la construcción previa de la Catedral, e igualmente dispone de una nave central con el doble de luz que las laterales, a la vez que éstas, al contrario de lo que sucede en el gótico francés, llegan casi a la misma altura que la principal dejando solo espacio para un pequeño claristorio y provocando la sensación de que nos encontramos ante un único espacio. Los contrafuertes se ven reducidos en sus dimensiones gracias al gran grosor de los muros ciegos en la parte baja del perímetro. El exterior, tal como el estilo local mandaba, limita bastante la ornamentación, centrada en el entorno de las puertas de acceso. El interior se convierte en una oda a la claridad estructural en donde la construcción se muestra prácticamente desnuda, situación que se magnifica en el conjunto de pilares que conforman el ábside, haciendo del altar un espacio realmente sobrecogedor.

Uno de los puntos más interesantes es que el estudio de la propia iglesia ha facilitado a un grupo de técnicos acercarse mucho a como fue el proceso de construcción. Partiendo de los cimientos, las excavaciones en el entorno de un pilar y tres de los contrafuertes han permitido observar una estructura de base que alcanza los tres metros de profundidad, con un enorme zuncho de borde formado por sillares y grandes estructuras con forma tronco de cono bajo la base de los pilares, todo ello arriostrado (conectado para formar una sola unidad estructural y evitar deformaciones por los empujes laterales) por los restos de las cimentaciones de casas derribadas para construir la iglesia. A continuación de dicha cimentación se construyó todo el muro de cierre perimetral, los pilares octogonales y los arcos principales de las tres naves. Todo este proceso parece estar ya finalizado para el año 1341, puesto que ya existen pruebas de la celebración de liturgias, lo que probablemente indica que las estructuras de los andamios funcionaban como techado provisional antes de terminar la obra.

Otra prueba que permite entender la secuencia constructiva es la disposición de mechinales, huecos en los muros que se utilizaban para pasar pequeñas vigas de madera que servían de estructura para el andamio. Éstos son evidentes en la misma fachada, y también aparecen tanto a lo largo del segundo tramo del muro perimetral, como en los contrafuertes (que pueden verse de cerca desde la terraza que se ha construido sobre las capillas laterales).

Planta de la iglesia

Sección transversal.

Una de las claves de bóveda.

Imagen de los mechinales en los contrafuertes.

Las viguetas atravesaban el muro y aguantaban los tablones donde trabajaban los obreros.

 

EL GÓTICO CATALÁN

Queda claro que a la hora de señalar las características que definen un estilo particular hablamos de consideraciones generales, que al acercarnos a lo particular, o en otras palabras, al edificio construido, pueden existir, y existen, muchas discrepancias con el modelo mental que podemos hacernos de dicho estilo. Bajo esta consideración podríamos decir que la única forma de entender el gótico dejando dentro todas las ramas en las que se subdivide este estilo es a la manera de Vasari (uno de los primeros “historiadores del arte”). Este biógrafo renacentista hablaba del gótico como forma de clasificar la barbarie de la arquitectura y el arte anterior a su época y posterior a los períodos clásicos, así que el estilo gótico no es más que trabajar a “la maniera dei Goti” (el modo de hacer de los godos). Un estilo poco refinado y vinculado al oscurantismo medieval. Esta noción englobaba sin problemas, por lo poco definido, a cualquier construcción de este estilo.

La puesta en valor de la arquitectura gótica en el XIX sí que vino acompañada de ciertos intentos de clarificación del estilo, es decir, tratar de cuales son las características que lo definen. Aquí es donde encontramos ciertos problemas, y es que no son pocas las definiciones generales que no se ajustan a la forma catalana de trabajar en el periodo gótico. Y es que sólo el comienzo ya empieza tarde: si las primeras construcciones góticas comienzan en torno al siglo XII, para que este estilo se diese en el territorio de la Corona de Aragón todavía faltaba más de un siglo y medio. Estaríamos hablando de un gótico tardío con bastantes particularidades respecto a sus homólogos europeos.

Sí que vemos como la arquitectura religiosa asume el arco apuntado como principal modo de solventar los repartos de cargas (y las iglesias góticas de Barcelona así lo muestran), pero si nos movemos a la civil, el mantenimiento de arcos de medio punto, o sobre todo el uso continuado de arcos diafragmáticos (salón del Tinell, pero también varios monasterios construidos en el siglo XIII) es lo más común. Otro elemento característico del gótico, aunque ya hay presente ejemplos en el románico tardío, son las bóvedas de crucería. Estas estructuras nervadas nos conducen a una búsqueda de espacio novedosa, muy vinculada la entrada de luz. Los nervios transmiten el peso a puntos concretos, lo que permite aligerar los muros, y por lo tanto abrir huecos con el fin de dejar pasar la luz, elemento central de la representación de Dios en el interior de la iglesia (una idea de un peso discuteble para algunos historiadores). Esto tiene poco que ver con las construcciones catalanas, en donde la herencia del románico todavía mantiene la presencia de potentes muros de carga, con contrafuertes adosados a ellos que no dan cabida a los arbotantes tan característicos de las construcciones francesas. Los interiores de Santa María del Mar, y en menor medida Santa Maria del Pi o la Catedral son ejemplo de ello.

Esta idea del espacio nos lleva de nuevo a la forma de la planta y del alzado. Una situación que se repite constantemente, sobre todo en el gótico francés y el flamígero es la búsqueda de verticalidad. Solo ver las fachadas de las iglesias catalanas nos saca esta idea de la cabeza (la Catedral de Barcelona no cuenta, que es de finales del siglo XIX por lo que solo podemos hablar de una interpretación posterior). La relación entre el ancho de las naves y la altura interior pretendía acentuar está situación, para lo que en ocasiones se llegaban a diseñar más de una nave lateral que hiciesen las veces de deambulatorio, en diferentes alturas, que más allá de, una vez más, permitir la entrada de luz, favorecía esta sensación de “ascenso” hacia los cielos. La contra de los catalanes llega a su máxima expresión en la catedral de Girona, que con una sola nave, además de salvar la mayor luz sin pilares intermedios del periodo gótico, minimiza esta relación. De hecho, es precisamente la construcción y el diseño de Santa Maria del Mar la que da pié a proponer este templo de nave única.

Algún punto más, como la eliminación de la forma de cruz en el transepto, un gusto evidente por las coronación de las fachadas con torres octogonales o hexagonales, la ausencia de triforios en tanto que se tiende a una nave única continua a la misma altura… Son muchos los pequeños detalles que hacen de las construcciones catalanas de los siglos XIII al XIV una rama particular del período gótico, construcciones que se extienden a lo largo del territorio del reinado de los condes de Barcelona, y que en última instancia podría entenderse como una evolución del románico, muy aposentado en la forma de entender la arquitectura en Cataluña, que va absorbiendo elementos y tecnología exterior: tanto de las tendencias que van surgiendo en la frontera norte con los francos, y hasta incluso cierta influencias de la cultura musulmana de Al-Andalus.

El 18 de julio de 1140 se inaugura una parte de la Abadía de Sain-Denis, hecho fundacional del gótico.

Secciones de iglesias góticas francesas, con sus verticalidad escalada y los contrafuertes externos (arbotantes).

Planta de la Catedral de Girona, paradigma de la nave única del gótico meridional.

Imagen interior de la misma catedral, mucho más cercana a Santa María del Mar que a los ejemplos franceses

Torre octogonal de Santa María del Mar, otro de los elementos característicos de la variante mediterránea.

 

horario

Horario de apertura del templo:

Lunes a sábado: De 9.00h a 13.00h y de 17.00h a 20.00h

Domingos: De 10.00h a 14.00h y de 17.00h a 20.00h

Horario de visita cultural:

Martes a sábado: De 13.00h a 27.00h

Domingos: De 14.00 a 17.00

precio

Durante horario de apertura:

Gratuito

Durante horario de visita cultural:

Normal: 5 €

Reducida: 4 € (estudiante menor de 25, menores de 18, mayores de 65, desempleados o discapacitados)

Gratuito: niños de hasta 8 años y guías oficiales.

web

Página web de la iglesia: www.santamariadelmarbarcelona.org

Página del equipo que organiza y ofrece las distintas visitas guiadas: www.riostabarcelona.com

¿Dónde comer?

La Vinya del Senyor: pequeño local con una extensa carta de vinos. Quizá no para comer pero sin duda el mejor sitio para picar algo en la misma plaza de la fachada principal de la iglesia.

Petra: restaurante de comida, digamos «italocatalana», situado en el lateral norte de la iglesia. De lo más accesible en cuanto a calidad precio en la zona.

OBSERVACIONES

  • ¿MERECE UNA VISITA? Si por Dios. A nivel histórico es uno de los edificios más interesantes de Barcelona, y aunque sea en parte debido a actuaciones posteriores, el mejer ejemplo para entender las particularidades del gótico local.
  • Durante el horario de visita cultural se suele encontrar mucha menos afluencia (como es evidente en tanto a que hay que pagar…)
  • Desde el grupo Riosta han elaborado tres tipos de visitas, que incluyen un recorrido por la cubierta de la iglesia. Éstas visitas sólo están disponibles dentro del horario cultural, y se pueden reservar dentro de su página (enlazada anteriormente).