FÁBRICA DE GAS DE LA BARCELONETA
No es demasiado lo que queda de la primera fábrica de producción de gas de Barcelona, pero los restos acaban por generar un conjunto como poco elegante, sirviendo de apoyo al parque en el que se situan. El parque de la Barceloneta acoge actualmente los tres elementos que recuerdan la antigua situación de la factoría, una estructura de hierro circular que rodeaba uno de los depósitos de gas a presión, además de una torre de agua y un pequeño edificio ambos de formas modernistas diseñados para la ampliación del recinto por el arquitecto Domenech i Estepa. Esta segunda construcción, antiguamente utilizada como oficinas y pabellón médico, fue transformada en un centro de divulgación de prácticas sostenibles para la ciudad.
Cabe señalar, como en el mismo parque, al modo casi de conexión entre pasado y presente (además de como muestra que la propiedad no cambia demasiado de manos), levantó su sede principal Gas Natural, la multinacional cuyo origen está vinculado a la fábrica de gas de Barceloneta. El edificio, diseñado por Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, se une al conjunto de construcciones de gran altura iniciado por la villa olímpica, llevando a cabo un juego volumétrico que da como resultado, entre otros elementos, un voladizo tan espectacular como olvidable.
El gas es uno de los productos surgidos en la primera revolución industrial, mucho más eficiente para resolver los problemas de iluminación, calefacción y determinada mecanización que la combustión de cualquier otro material. Dentro de estos usos, los grandes proyectos de iluminación fueron en muchas ocasiones los que dieron un primer impulso a la producción del combustible. En Barcelona muchos establecimientos habían sido pioneros en la instalación de luz a gas y, siguiendo esta tendencia, el Ayuntamiento de la ciudad preparó un concurso de propuestas para la iluminación mediante gas de sus calles en 1841. El adjudicatario de la instalación sería Charles Lebon, un industrial de origen normando que tendría que construir la fábrica de gas de la Barceloneta para asegurar el abastecimiento, comenzando ésta a funcionar un año después de la celebración del concurso. Cabe señalar que el gas fue el primer servicio de abastecimiento que se distribuyó en red dentro de la ciudad y que, sin duda alguna, supuso una clara ampliación en el horizonte de actividades de la misma, dado que el espacio «público» hasta este momento quedaba en desuso con la oscuridad de la noche.
La historia de Lebon pronto se alejaría de la fábrica que él mismo había creado. De hecho, nada más ponerla en marcha la traspasó a la Societat Catalana per a l’Enllumenat per Gas. En un primer momento él mismo formaba parte de dicho grupo empresarial, pero acabó por desligarse en 1857, una vez terminada la concesión y después de una relación bastante problemática con el resto de los socios. La cuestión es que esta separación tenía un interés añadido: volver a presentarse de forma independiente al nuevo concurso para el alumbrado público. Más que una tración, lo cierto es que el origen de este cambio parte del propio Ayuntamiento, que decidió crear una nueva planta de producción de gas de propiedad municipal y aprovecharon la experiencia de Lebon para encangarle su gestión. La nueva factoría, ubicada en la zona más próxima a la costa de Sant Martí de Provençals, conocida generalmente como Gas Lebon, sería la segunda de mayor tamaño en España. A partir de este punto la historia de la producción de gas incluye, por un lado, cuatro fábricas dentro del área de influencia de la ciudad, (las mentadas de Barceloneta y Sant Martí, más otra en Gracia y una cuarta en Sant Andreu); y por otro, la competencia directa entre la empresa de Lebon, desde 1873 controlada por su hijo y por lo tanto renombrada como Eugene Lebon i Cia, y la Societat Catalana, que se materializa en un continuo proceso de compra de distintos centros de producción. En última instancia, la competencia de la energía eléctrica impulsó una nueva unificación para fundar la Central Catalana de Electricitat S.A. en 1895, cuyo resultado más interesante en términos de patrimonio es la central eléctrica de marcado carácter modernista diseñada por Pere Falqués en los alrededores de la actual estación del Norte.
Dejando la historia empresarial y volviendo a los que nos ocupa, la fábrica misma estaba compuesta de ocho hornos de carbón en donde se producía el destilado para manufacturar el gas de alumbrado y tres gasómetros, básicamente depósitos cilíndricos que servían para almacenar el gas previamente a su distribución. En 1906 comenzaron las obras de ampliación del conjunto fabril, proyectadas por Josep Domenech i Estepa, que ya había diseñado anteriormente la sede de la compañía. Dada la necesidad de agua con cierto nivel de presión, en cierta medida como reacción ante el incendio de uno de los gasómetros en 1901, la construcción más impresionante fue una torre con un depósito de más de 40 metros de altura que realiza una elegante transición volumétrica: desde una base cuadrangular surge un tronco octagonal (ochavado si se quiere ajustar un poco más) alargado, que a su vez recoge el depósito de agua propiamente dicho (un cuerpo cilíndrico cerrado por una cubierta cónica), formando en el camino ocho arcadas ojivales ciegas. La solución ecléctica, la decoración cerámica apoyada sobre los detalles de una moldura en forma de ménsulas que sostiene todo el depósito, junto con el uso elegante del ladrillo visto hace que la torre sea tratada en muchas ocasiones como una obra modernista. Sería curioso preguntar al arquitecto al respecto, en tanto a que fue uno de los principales detractores del movimiento y siempre justificó su obra en base a formas eclécticas derivadas de los distintos lenguajes neoclásicos. Junto a esta torre también se diseñaron una serie de edificios de oficinas y almacenaje, en donde el uso que da al lenguaje ornamental basado principalmente en acabados con ladrillo visto, aún yendo en la línea de muchas construcciones industriales similares, no deja de ser bastante más atractivo que otros ejemplos de la época.
En los años 70 la fábrica cesó completamente su actividad por no poder adaptarse a las nuevas formas de producción de gas natural. La reforma olímpica acabó en 1989 con la mayor parte de las instalaciones para tratar de generar un espacio ajardinado. El actual parque de la Barceloneta es el resultado de la compra del espacio por parte del Ayuntamiento, que en 1995 comenzó las obras de reforma para adaptar uno de los antiguos edificios de oficinas que quedaban en pié y restaurar la torre. Junto con estos dos elementos también se ha conservado una de las estructuras metálicas que rodeaban uno de los gasómetros, que sirve de límite para la pista de baloncesto instalada en el espacio.

Una de las primeras farolas de gas que se instaló en Barcelona mantiene su «carcasa» en el edificio de la Lonja.

La fábrica después del incendio en uno de los depósitos.

Dibujo del conjunto de la fábrica de gas en su momento de máximo esplendor.

Edificio de la compañía Gas Lebon.

Sede de la Sociedad Catalana para el Alumbrado por Gas de Barcelona. Diseñada por Domenech i Estepa.

De la fusión de estos dos grupos es que surge la Central Catalana de Electricidad.

Una de las imágenes más modernas que se conservan de la fábrica en funcionamiento.
Ya hemos hablado de lo que fue, y en este caso el proyecto que reaprovecha uno de los espacios es lo suficientemente interesante como para tratarlo a parte. Evidentemente la catalogación patrimonial más importante cae a partir de la torre, que define el conjunto como Bien de Interés Local. El proyecto del entorno acabó por diseñar un parque público salvando los elementos ya mencionados, y una vez completado, tocaba dotar de uso el pequeño edificio de oficinas (y después centro médico) diseñado también por Doménech i Estepa. Aquí es donde nace la actual “Fábrica del Sol”, quizá el elemento más curioso de esta nueva etapa (obviando en el proceso el gran edificio de oficinas que el estudio EMBT diseñó para la compañía Gas Natural en 2006).
El proyecto transforma el conjunto en un edificio divulgativo que, además de alojar algunas dependencias del ámbito de ecología del Ayuntamiento de Barcelona, tiene como cometido central el presentar las distintas formas de producción energética no contaminantes y las estrategias de sostenibilidad existentes tanto en la construcción como en las formas de vida actuales. En este sentido, más allá de un edificio sostenible, que lo es en gran medida, estamos hablando de una estrategia de comunicación, en donde distintas formas de reaprovechamiento de servicios y materiales, instalaciones de energía renovable y otras formas de actuar de base ecológica, se presentan no tanto en su forma más eficiente, sino como ejemplos ilustrativos y educativos.
Además de espacios puramente formativos como zonas de trabajo e instalaciones interactivas para entender el funcionamiento del edificio y dar a conocer estrategias de ahorro de energía y sostenibilidad para la vida cotidiana, hay otra serie de entornos en donde éstas quedan patentes, pudiendo visitarse a la vez que abastecen en parte al propio edificio. Además de una serie de instalaciones como una caldera de biomasa, dos pozos de aprovechamiento de la energía geotérmica, o incluso los materiales mismos; las intervenciones más vistosas se concentran en la cubierta y en una de las salas de reuniones.
La cubierta aúna toda una una serie de elementos que abastecen el edificio a la vez que pretenden favorecer la biodiversidad (más como muestras de lo que podría hacerse que buscando un resultado real). Lo más evidente es la pérgola de placas fotovoltaicas, única instalación funcional de energía solar, a la que acompañan otros dispositivos a modo de ejemplo. El pavimento se levanta treinta centímetros sobre el suelo original permitiendo la instalación de un aljibe, un sistema de captación de agua de lluvia para reutilizarla, entre otras para el riego de los terrarios instalados en la cubierta. Estos últimos son parte de la acción potenciadora de la biodiversidad, introduciendo además diversas formas de generar espacios seguros para la fauna urbana: adaptación de las ventilaciones para favorecer la nidificación, cajas para insectos polinizadores, o cajas nido.
La pequeña sala conocida como el invernadero sigue una línea didáctica similar, tratando de demostrar cómo a través del uso de vegetación pueden mejorarse las condiciones de habitabilidad de un espacio. Así, se levantan cerramientos verdes como medio de mejora de las condiciones de confort, controlando la temperatura, actuando como biofiltro y sistema de control del ruido, a la vez que rebaja los niveles de estrés propios de un espacio relativamente pequeño. La propuesta de la fábrica de Sol se cierra con actividades vinculadas a la divulgación de distintas instalaciones o servicios de la ciudad, organizando visitas como las de los depósitos de aguas pluviales, probablemente uno de los espacios más sorprendentes en lo que a obras de ingenieria en el interior de Barcelona.

Edificio de la Fábrica del Sol, antiguas oficinas de la Catalana de Gas.

Sala del invernadero, con cerramientos verdes como medio de control de temperatura.

La terraza ofrece un panorama en donde la mezcla de elementos relacionados con la energía no deja de ser curiosa.

Imagen del depósito de pluviales de la plaza Miró, una de las visitas que se organiza desde éste equipamiento.
En la actualidad comenzar un paseo por la Barceloneta y acabarlo en el forum es una experiencia agradable (si no tienes inconveniente con algún que otro tramo saturado de personal), que además puede ir acompañado por unos baños en varias de las playas de la ciudad. De hecho, la enorme cantidad de bañistas que aparecen desde que se dan unas condiciones meteorológicas mínimas es indicativo del carácter de destino turístico y de servicio que ha tomado la ciudad. Pero este hecho es (relativamente) muy reciente, hasta el punto que unos años antes de la celebración de los juegos olímpicos en 1992, se hablaba de que Barcelona se encontraba de “espaldas al mar”. Esta idea hace referencia a la situación postindustrial heredada, en donde la línea de costa estaba poblada de diversas fábricas que en muchos puntos cortaban el acceso a la costa e incluso lanzaban sus residuos allí. Una explicación ya normalizada pero algo exagerada, en la medida que la actividad iba más allá, con chiringuitos y diversas instalaciones de baño para escuelas o privados, e incluso grandes superficies de infravivienda.
La intervención en el frente marítimo, ejecutada en varios tramos pero principalmente orquestada en la operación de la villa Olímpica, tomó todo el espacio como si de un solar se tratase, es decir, obviando la trama y la mayoría los edificios heredados del pasado industrial de la zona y preocupándose exclusivamente de conectar con el entorno adyacente. Más allá del posicionamiento a favor y o en contra de este tipo de planteamiento, sí que parece importante e interesante saber que existió esa historia, aunque hoy en día sea ya difícil encontrar pruebas de ello.
Cuando se habla de la falta de relación entre la ciudad y el mar, podríamos decir que esto era así en términos de conexión urbana entre estos dos grandes espacios: desde 1848 la primera línea ferroviaria de España, que cubría la conexión entre Barcelona y Mataró, nacía del mismo punto en el que después construirían la actual Estación de Francia recorriendo toda la línea de costa a su paso por la ciudad. A el trazado viario se le fueron uniendo las distintas instalaciones y fábricas que se construyeron aprovechando la cercanía con el ferrocarril. Las vías y las fábricas formaban una barrera, en sentido casi literal, que bloqueaba el acceso de la ciudad a la costa. La fábrica de gas de la Barceloneta era, por tanto, uno de tantos conjuntos industriales que se sucedían a lo largo de la costa. Esta linea urbana vendría a ser uno de los ejes productivos y de transporte por el que el Poblenou se ganó el nombre del “Manchester Catalán”.
Es evidente en este punto, que unas instalaciones industriales tan cercanas al mar no permiten prever un resultado positivo para el estado de este último, por lo que es indudable el mal estado ecológico de la zona para cuando el proceso de desindustrialización empezó a afectar a Barcelona y pese a esto ya era habitual ver a un buen número de bañistas previa transformación de la costa. De hecho, cabe en cierto sentido desmitificar la idea de una ciudad completamente ajena a su relación con el mar. Acompañando a todo estos elementos fabriles, fueron surgiendo también asentamientos de viviendas en distintos grados de oficialidad, desde un barrio proyectado por Cerdá al que, en homenaje a la propuesta utópica de Etienne Cabet, se le había llamado Icaria, a agrupaciones informales de vivienda con barriadas de barracas de mayor o menor extensión, como el barrio de Somorrostro. La ciudad tenía una intensa relación con el mar, pero eran las clases más depauperadas quienes la vivían y en unas condiciones deficitarias en términos de servicios. Las mejoras urbanas supusieron por tanto un desplazamiento poblacional, las casetas de frituras y los espacios marítimos tradicionales de clases bajas daban paso a restaurantes, puertos deportivos y edificios de viviendas de alto valor inmobiliario.
El primer tramo de costa, el más cercano al centro histórico, fue intervenido durante la transformación olímpica, en donde sólo los restos de la fábrica de gas parque de la Barceloneta y una chimenea resistieron la presión urbanizadora. Esta chimenea pertenecía a las fábrica Folch, una industria que combinaba la destilación de alcohol a partir de cereales, con la fabricación de hielo y producción de harina. Pero además de esta factoría, siguiendo la línea de costa se encontraban varios ejemplos más que sin contar con una protección específica, difícilmente se les podía negar cierto interés patrimonial. En primer lugar podemos hacer referencia a los Almacenes Generales de Depósito (o “Crédito & Docks”), diseñados por Elías Rogent en torno a 1870 con unas cubiertas en bóveda catalana. También es reseñable la fábrica que fundó la familia Rocamora, pero que a principios del siglo XX pasó a ser propiedad de la filial de la automovilística Ford en España, por lo que empezó a conocerse como Ford Motor Ibérica. Incluso se conservaban algunos elementos de la ya desmantelada Fábrica de Gas del Arenal o “Gas Lebon”, es decir, la competidora directa de nuestra protagonista.
A estos ejemplos de mayor peso hay que sumarle ciertas instalaciones vinculadas al viario del tren, pequeños edificios de empresas familiares, o instalaciones singulares como el colector a cielo abierto en la zona de Bogatell. Está claro que la situación era desastrosa y esta evidencia sumada al gran consenso que generó la celebración de los juegos olímpicos, dio al traste con cualquier voluntad de conservación o diálogo con el pasado. Sólo un grupo de arqueólogos e historiadores se dedicaron a elaborar un pequeño sumario de todo lo que allí existió (pagado por la propia corporación Olímpica), dando como resultado diversos trabajos de archivo, fotográficos y un pequeño documental. Cabe también señalar cómo ésta fue la última gran operación que se llevó por delante todo el patrimonio industrial sin que existiera demasiada oposición. Ésta sí que se activó en el último caso de derribo en la zona final de la costa, la fábrica de extractos tánicos. Tanto vecinos como el Colegio de Arquitectos, e incluso el mismo ayuntamiento trataron de detener este derribo, pero la familia propietaria siguió adelante. En todo caso esta disputa es parte del proceso de valoración cada vez más amplio del patrimonio construido, que a acabado por incluir lo industrial dentro de la categoría digna de cierta consideración.

Imagen del barrio industrial de Icaria. Arxiu historic del Poblenou.

Imagen con el gasómetro de la fábrica de gas de l’Arenal de fondo. De un blog genial: Projecte Icaria

Vista aérea de la zona, con la fábrica de Gas Lebon.

Fachada de la Ford Motor Ibérica, antes fábrica Rocamora. Del proyecto fotográfico sobre la zona: Viaje a Icaria

Misma fábrica anterior. Parte del trabajo de análisis del patrimonio que iba a ser derruido.

Cubiertas de los almacenes de Crédito & Docks: Fuente

Imagen de la playa del Poble Nou. Fotografía de Marta Dominguez para su blog.

De las chabolas del Somorrostro y la industria, a la transformación turística de la ciudad.

horario
Es un parque, así que puedes acercarte a cualquier hora. Para visitar la Fábrica del Sol:
Lunes a viernes: De 10.00h a 20.00h
Sábados y Domingos: De 10.00h a 14.00h
Festivos: Cerrado

precio
Tanto el parque como el acceso a la Fábrica del Sol es libre.

web
La Fábrica del Sol: http://ajuntament.barcelona.cat/lafabricadelsol/ca
¿Dónde comer?
– Magatzem: Es el bar-restaurante del polideportivo del parque, no le darán una estrella michelín pero las bravas no están mal y el menú esta bien y a buen precio. Además la terraza da directamente a la torre del agua. Un buen sitio para una parada.
OBSERVACIONES
- ¿HAY QUE VISITARLA? Pues seguro que alguna vez vas a pasar por la Barceloneta o la playa, no cuesta demasiado acercarse a conocer el parque.
- Desde la Fábrica del Sol se realizan multitud de actividades vinculadas a la gestión de los recursos. Una de las más interesantes en este sentido consiste en la visita guiada por uno de los depósitos de pluviales de la ciudad. De este espacio ya hablamos >>> aquí.