Josep Lluis Sert nace en 1902, y por lo tanto estudia arquitectura durante los años veinte en la Universidad de Barcelona. Durante éstos años se instala en la ciudad y en parte del ámbito de la arquitectura un movimiento de rechazo a las formas exageradas y personalistas del modernismo y sus distintas expresiones europeas, a partir de la recuperación de las formas clásicas entendidas desde una perspectiva academicista, es lo que en Barcelona se conocerá como “noucentisme” (novecentismo). La expresión más manierista de este movimiento se puede observar en el pastiche que representa el Palau Nacional, actual sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña, construido para la exposición de 1929. Pero la arquitectura ya llevaba un tiempo empezando a andar por otros derroteros, y los viajes de Sert le permitieron conocer las visiones de otros arquitectos que más tarde fundarían el CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna).
Él mismo traería a Le Corbusier a Barcelona a que diese algunas charlas, y acabaría trabajando en su estudio una vez terminada la carrera en 1928. No por mucho tiempo pero sí lo suficiente para absorber tanto las tesis del arquitecto suizo, como impregnarse de las propuestas del “Estilo Internacional” en formación. Al volver a España funda con otros compañeros de su generación la GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles por el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). De este grupo, dedicado a la divulgación de las tesis del emergente Movimiento Moderno y a promover sus propios trabajos en este sentido, fue el sector catalán (GATCPAC) el más activo con diferencia, dada la intensa actividad actividad del propio Sert con otros compañeros como Torres Clavé, Joan Subirana, o Sixte Illescas, por mencionar a los principales. La racionalización de los procesos de diseño y constructivos, la mecanización y producción industrial cuando fuese posible, o el uso de los nuevos materiales como hormigón y acero, no solo como soluciones constructivas sino también como medios expresivos que desechasen definitivamente el ornamento clasicista son los puntos más evidentes de este periodo. Pero en Sert se unía una sensibilidad que tiene mucho que ver con la obra que hoy tratamos, la posibilidad de integrar las artes plásticas, precisamente como medio principal de sustituir ese ornato eliminado.
Desde joven vivió en entorno muy vinculados a distintos círculos artísticos, En los que era introducido habitualmente gracias a su tío Josep Maria Sert, un pintor y muralista de bastante renombre internacional. Esta relación le llevó a defender siempre la posible integración de las tres artes plásticas principales, es decir, pintura, escultura y arquitectura. El propio Sert reconoce que los tres proyectos en donde pudo explorar con mayor intensidad esta propuesta fueron el Pabellón de la República (mencionado en el apartado anterior), la Fundación Maeght, y la propia Fundación Miró. Pero esta idea no se reduce a la búsqueda de un resultado estético determinado, sino a una vocación más profunda enraizada en lo que él entendía como un problema capital para la arquitectura: el progresivo deterioro de la calidad de vida en las ciudades. Es precisamente su posición respecto a la planificación urbana y sobre cómo debería entenderse la ciudad la que más varía a lo largo de su carrera, y acaba influyendo en el modo mismo de entender la arquitectura.
Volviendo a los hechos biográficos, tras verse forzado a huir de España con la victoria del golpe militar se instala en Estados Unidos, desde donde realizó la mayor parte de su actividad profesional, primero como urbanista, y también como arquitecto y docente. En relación a este último punto, el hecho más conocido es como durante más de 15 años (entre 1953 y 1969), ejerció como decano en la facultad de arquitectura de la Universidad de Harvard, sin dejar de ejercer como arquitecto en parte muy relacionados a obras de esta universidad. Tiene una intensa actividad planificadora en distintas ciudades latinoamericanas, que no llegan a buen puerto en una buena parte de las ocasiones (sobre todo las vinculadas a proyectos megalómanos muy de la época como una nueva ciudad en Brasil). Sus problemas a la hora de trabajar con grandes formaciones urbanas, y la visión del desarrollo desaforado en superficie de las ciudades norteamericanas, van alejándole progresivamente de las tesis de la ciudad funcional de sus primeras propuestas, para empezar a teorizar con nuevas formas de planificación más próximas a lo que él mismo denominaba una escala humana o un desarrollo orgánico.
Hay tres elementos muy imbricados entre sí que nos permiten entender cómo la obra de Sert supera en parte, aún siendo muy deudora, los postulados deterministas de los grandes maestros del movimiento moderno (sobre todo expresados en Le Corbusier). Las ya mencionadas teorías sobre la integración de las artes y sus tesis sobre la ciudad, y la fijación cada vez más en los entornos tradicionales o vernáculos como ejemplos de urbanidad y buen hacer en diseño con recursos limitados. Esto se materializa, en varios casos con un intento de aplicación la arquitectura mediterránea, y una mayor relación entre los proyectos arquitectónicos y el entorno que los rodea, imbuyéndoles en ocasiones de cierta dimensión de urbanidad.