PARQUE DE LA ESPAÑA INDUSTRIAL
El gran espacio abierto que hoy libera un poco la densidad constructiva en el barrio de Sants, estuvo ocupado durante muchos años por una de las mayores y más longevas fábricas de Cataluña: la España Industrial o Vapor Nou. Sin rival en la producción en el sector textil hasta que apareciera la compañía Fabra i Coats, marcó en gran medida el crecimiento del barrio, también vinculado a otra fábrica textil, el Vapor Vell, como eran conocidas las instalaciones de la familia Güell.
La lucha vecinal consiguió que una vez en desuso, su derribo viniese a paliar la falta de espacios verdes que padecía el barrio. De la antigua fábrica queda poco más que su historia, un pequeño edificio de oficinas y vivienda que “sobrevivió” al derribo (la Casa del Mig), una arcada de un portón, la escuela infantil construida en 1920 para los hijos de los trabajadores, y quizá la referencia que utilizó el arquitecto Luis Peña para construir las nueve torres que bordean el parque. El espacio liberado aún dio para construir el pabellón de halterofilia en las olimpiadas, que en la actualidad queda como polideportivo municipal, y una promoción de vivienda pública.
El territorio que queda libre entre la ciudad de Barcelona y la montaña de Montjuïc ha estado poco habitado históricamente. La población, que pocas veces ha superado las 500 personas antes del siglo XVIII, se repartía en torno a la parroquia principal, Santa María de Sants, ocupando el espacio entre ésta y la zona de costa, con otra pequeña agrupación de costa documentada como Vilanova de Port. La explotación de las canteras de Montjuïc, algo de pesca y sobretodo el cultivo de secano (viña, cereales y cáñamo) habían sido las principales ocupaciones de la zona. En el siglo XVIII ya se extendió el trabajo y el tratamiento de tejidos, con la instalación de algunos prados de indianas (espacios de blanqueamiento de telas para luego poder estamparlas), que sería el antecedente de la construcción de las fábricas textiles el siglo posterior. Además de la agricultura y la manufactura hubo otro elemento que favoreció el desarrollo económico del entonces municipios, la independencia respecto a Barcelona y su cercanía.
Aún estando en las puertas de la ciudad, el poder disponer de su propio sistema fiscal permitía que los impuestos fuesen bastante más bajos que en la capital, lo que provocaba que los bienes de consumo fuesen más baratos. Durante un tiempo se hizo bastante habitual entre las clases trabajadoras salir de la muralla de Barcelona por la puerta que conectaba con Sants para poder beber alcohol antes de tener que pagar las tasas de entrada. A esta condición ventajosa fiscalmente hablando se le sumaba su situación de paso, anexo a la carretera de Madrid, lo que combinado facilitó el surgimiento de una clase comerciante de peso en el barrio. Pero sin duda el gran impulso al crecimiento fue la instalación de dos grandes industrias algodoneras, la de la familia Güell, y la empresa “La España Industrial”, conocidas respectivamente como Vapor Vell y Vapor Nou (vapores viejo y nuevo). Sí es cierto que existía cierta industria anterior, pero comparativamente, los dos vapores instalados durante la década de 1840 eran muchísimo mayores, más aún en el segundo caso.
De hecho, hablar de La España Industrial S.A. es hacerlo de una de las empresas con mayor recorrido histórico y tamaño no sólo en la ciudad sino en todo el país. Con su fábrica situada en el barrio de Sants, llegó a alojar casi a 2.000 trabajadores. Ninguna otra fábrica textil de Barcelona alcanzó las mismas dimensiones hasta la llegada a principios del siglo XX de la Fabra i Coats, compañía que aprovechó la asociación con una de las principales multinacionales globales para situarse como mayor conglomerado textil de todo el estado.
El origen de ésta fábrica hay que buscarlo en dos precedentes. En primer lugar en la familia Muntadas, siete hermanos hijos de Maciá Muntadas, un artesano que trabajaba la lana pero que inició un proyecto industrial en su pueblo de origen, Igualada. El paso de los hermanos a Barcelona empezó por el centro de la ciudad, siendo el menor quien capitaneó la puesta en marcha de una gran fábrica fuera de las murallas. Además, este proyecto también es heredero de otro que pretendía activar la industria en todo el país, una iniciativa denominada el Instituto Industrial de España. Tras el fracaso de este intento de intervención a escala nacional, varios de los participantes, implicados en la política de Madrid pero catalanes en origen, tomaron parte en la iniciativa de los Muntadas. La voluntad de construir un gran fábrica pasó por un primer proyecto para Alhama de Aragón, que pretendía hacer uso de la energía hidráulica, limitando las necesidades de maquinaria a vapor.
Al final las dificultades de transporte llevaron a la instalación del recinto en Sants, aprovechando la conexión con la carretera de Madrid, la cercanía de la estación de la Magoria y el fácil acceso a agua subterránea en la zona. Combinando tipologías edificatorias, en varios pisos para el hilado, en grandes naves para el tejido y naves más pequeñas para el tintado o estampado, la fábrica llegó a su extensión final en 1854. Un par de hechos en relación a los obreros nos pueden servir como culmen de la historia de la relación entre la empresa de los Muntadas y Sants. En primer lugar por la cantidad, y es que los dos vapores, más aún la España Industrial, siempre tuvieron problemas para encontrar trabajadores. La reciente industrialización había atraído cierta inmigración, pero no la suficiente para cubrir los más de 1.500 operarios y cargos intermedios necesarios. Podemos imaginar entonces hasta qué punto se convirtió Sants en un polo de atracción migratoria. Por otro lado, esta falta de trabajadores truncó la idea original de los Muntadas, que era trabajar con más de un 60% de la plantilla compuesta por mujeres, un 20% por niños y el resto hombres. La población migrante estaba mayoritariamente compuesta por hombres y además era complejo atraer mujeres a la zona si su marido no iba a estar ocupado. Aún así siempre se mantuvo un índice más o menos parejo entre mujeres y hombres, con una clara prevalencia de estos últimos, que por supuesto cobraban entre un 40 y un 100% más de sueldo que sus compañeras (y los niños hasta 5 veces menos).

Postal de la España Industrial en donde podemos comprobar la simetría de la mayoría de sus edificios.

El crecimiento de Sants combina la industra con su condición de vía de acceso a Barcelona. Fuente

El origen de la calle de Sants como vía de acceso a la ciudad. Fuente

Una de las salas de telares de la fábrica. Fuente

Vista aérea de la fábrica.

Fotografía realizada durante la colectivización de la fábrica en 1936.
Si hablamos de la situación actual puede que para muchos el parque de la España Industrial sea un espacio de uso más agradable, pero a poco más de 500 metros encontramos un “pequeño” edificio con un valor patrimonial bastante mayor. Fue antecesora de la que posteriormente sería la fábrica de la España Industrial, por lo menos nominalmente. Como hemos visto, si ésta última fábrica fue denominada popularmente como el Vapor Nou, era por confrontación a su predecesora, que pasó a ser conocida como el Vapor Vell. El edificio conservado de un conjunto mayor en origen, hoy transformado en biblioteca municipal, es un ejemplo claro de lo que fueron los primeros edificios-fábrica urbanos, con varias características que aún podemos observar hoy en día.
Empezando por su historia, lo más conocido es que ésta fue la primera fábrica textil de la familia Güell levantada en Barcelona, puesta en marcha por Joan Güell a partir de 1846. No era su primera inversión industrial, dado que después de haber hecho fortuna en una Cuba todavía esclavista, volvió a Barcelona con el objetivo de aprovechar el capital acumulado en nuevas actividades productivas. Sus primeras inversiones fueron dirigidas a la industria metalúrgica, lo que incluyó el fundar junto con otros capitalistas una de las mayores empresas de este ramo, la Maquinista Terrestre y Marítima.
Volviendo al Vapor Vell, podemos decir que no sólo fue la primera fábrica de los Güell, sino que pasaba también a ser la primera de gran formato instalada en Barcelona, y también la primera vez que se produjo distintas formas de tejidos de pana en todo el territorio nacional, manteniéndose en funcionamiento hasta que en 1891 su hijo, Eusebi, se llevó la producción a una colonia industrial a las afueras de Barcelona, la Colonia Güell. Las colonias favorecían importantes mejoras en la capacidad productiva de la empresas gracias al aporte energético hídrico y, evidentemente, al aumento de superficie disponible. Pero en este caso no fue así, ya que el motivo principal del traslado, además de aprovechar lo económico del terreno para poder crecer, fue ampliar el control sobre los conflictos que se generaban con los trabajadores, que no habían sido pocos en el caso de esta fábrica. En uno de los puntos más críticos de su historia tuvo que cerrar y parar la producción completamente debido a uno de los periodos con las revueltas obreras más intensas en Barcelona, el conflicto de las selfactinas; en donde como culmen de la violencia uno de los directores de la fábrica fue asesinado en 1855.
El edificio es el mejor representante de la ciudad de la nueva tipología constructiva (a imitación de las fábricas urbanas de Manchester) que surge con la necesidad de adecuar los espacios para la producción automatizada que se consigue con la máquina de vapor. Esta última había sido introducida en Barcelona unos años antes, en 1832, para la fábrica Bonaplata (víctima de un conflicto ludita similar), en la actual calle Tallers. La máquina de vapor era en realidad un dispositivo relativamente simple: transformaba el movimiento generado por el gas al desplazarse en un movimiento mecánico. Una sola máquina de vapor movía gran cantidad de máquinas de hilado o tejido (según el caso) a través de un sistema de embarrado distribuido por todo el edificio. La idea es simple también, la máquina se conectaba mediante un sistema de poleas a un tubo metálico que a su vez se conectaba a otras barras que recorrían todas las salas en paralelo, transmitiendo este movimiento circular a los distintos puntos de trabajo. La potencia de la máquina de vapor determinaba como de lejos podían situarse los telares. Ésta situación favorecía la organización del trabajo en distintos pisos, en tanto a que la pérdida de potencia de las barras se reducía al no ser éstas demasiado largas.
La distribución de los embarrados marca en gran medida la necesaria simplicidad del espacio: grandes salas rectangulares sin cierres verticales ciegos en el interior, de manera que faciliten la instalación de las barras continuas. En base a esto, la posibilidad de sostener los forjados de vigas sólo mediante pilares de forja facilitaba enormemente tanto el paso como el apoyo de las barras. Todavía hoy podemos observar esta disposición de pilares por toda la biblioteca, con una estructura vista de cerchas de madera en el último piso.

Imagen de la fábrica ya sin funcionamiento en 1910.

Joan Güell, enriquecido en Cuba, instaló su fábrica en Sants.

Los tejidos de pana fueron la principal producción de la fábrica.

El conflicto de las Selfactinas en 1954 frenó la producción.

Maqueta del Vapor Vell en el mNCATEC

Sistema de embarrados conservado en el Vapor Americh. Fuente
Encontramos por tanto que los dos vapores presentados, sumados a la posterior incorporación de la fábrica Can Batlló en la Bordeta, son los responsables de la configuración urbana del barrio, en tanto que polarizan completamente el trabajo (y por tanto el crecimiento demográfico) hasta el punto que son los mismos propietarios de las fábricas quienes van urbanizando el entorno para permitir que se asienten los obreros, cuyas necesidades y gastos eran a su vez la mayor fuente de ingresos de los pequeños menestrales o comerciantes de la zona, originados por las condiciones ventajosas de encontrarse fuera, pero a las puertas de Barcelona. En este sentido, el Sants del siglo XIX se configura no tanto como un barrio netamente obrero, aunque fuesen mayoría en número, sino como un espacio relativamente interclasista en donde era el orden vertical el que definía la posición social (los pisos más altos eran más baratos). Aún así, con el paso del tiempo sí que se produjeron desplazamientos de los obreros de menor categoría hacia asentamientos peor abastecidos, casas bajas agrupadas en entornos como la Colonia Castell en la zona de les Corts.
Cabe entender, en consecuencia, que este desarrollo urbano implicaba atender a las propuestas definidas por los propios industriales, relacionada a su vez con procesos especulativos de la oligarquía que poseía suelo (más concentrado que en otros pueblos del plano), lo que no dejó mucho pié a generar espacios abiertos o de recreo, situación que se extiende a lo largo del siglo XX con la carencia de equipamientos públicos. Es en este contexto que entran en juego de nuevo los tres vapores (incluyendo ya el recinto de Can Batlló), ya sin uso industrial establecido en ningún caso a partir de él cierre definitivo de la España Industrial en 1971. Tanto es así que los tres grandes espacios industriales se convierten, desde 1973 con la organización de una exposición y un trabajo que analizaba las carencias de servicios del distrito de Sants, en objetivos centrales a reclamar por parte de los movimientos vecinales y las asociaciones del barrio. Aquí nos toca centrarnos en el caso de los vapores Vell y Nou.
La diferencia de los dos casos tiene mucho que ver con la forma de entender el espacio y los servicios públicos en relación al patrimonio heredado de la época industrial. Como decimos una y otra vez cuando tratamos estas construcciones, el interés en conservarlas es relativamente reciente dada la carencia de unos valores estéticos evidentes en gran parte de las ocasiones. Y como es bastante habitual en Barcelona, en su conservación se confrontan dos intereses diametralmente enfrentados: la presión urbanística por aprovechar el suelo para nuevas construcciones, y la presión vecinal para que ésta sea transformada en equipamientos o espacios públicos. Para un caso particular siempre podemos volver por Can Ricart.
Pero este ejemplo nos lleva a analizar cierto cambio en la propia forma de entender el espacio por parte de aquellos que pretenden que su transformación no se limite a cumplir con determinados intereses económicos, sino que se aprovechen como equipamientos para el barrio. Para el caso cabe resaltar que tanto el parque como la biblioteca que hoy ocupa el Vapor Vell, son tales debido a la lucha vecinal, pero la dirección de los usos varió desde el primero, en donde lo importante era el espacio y no tanto el edificio; hasta el segundo caso, que no había sido derribado y ya se empieza a entender que la propia fábrica era un elemento propio o digno de conservación, y por lo tanto importante para la configuración del barrio.
Los terrenos que ocupaba la España Industrial iban a servir en un primer momento para levantar una nueva promoción inmobiliaria residencial de más de 1.000 nuevas viviendas. Mientras tanto, en 1975, la compañía propietaria de Galerías Preciado compró lo que quedaba del Vapor Vell de cara a construir un nuevo centro comercial. Las reivindicaciones surgen con la aprobación de los planes urbanísticos que en un primer momento darían pie a ambos proyectos, a mediados de los setenta en el primer caso mentado, y diez años después para el segundo. Como hemos dicho, la misma orientación de la petición varió en los dos casos. Para el terreno de la fábrica de los Muntadas se reivindicaba el lema :”Verd total per a l’Espanya Industrial”, es decir, la conversión del terreno en un espacio verde público. El caso de la factoría original de los Güell la cosa cambió hacia una reivindicación que reclamaba el propio edificio como valor añadido para el barrio: “Recuperem el Vapor Vell: cap a un barri millor”. Un proceso que en cierto sentido es extrapolable a un contexto general, en donde las reivindicaciones en torno al aprovechamiento público de las antiguas instalaciones industriales han centrado cada vez más el interés en la noción de patrimonio, frente a la mera reutilización del espacio.

La Colonia Castell, uno de los barrios obreros relacionados con los vapores de Sants.

Pegatina con la proclama para transformar el solar de la España Industrial en un parque.

Parque de la España Industrial. Proyecto de Luis Peña Ganchegui.

Proyecto de rehabilitación de la fábrica. Fuente

El Vapor Vell en la actualidad, como una de las bibliotecas municipales.

horario
–

precio
Andar por un parque siempre es gratis, y además sano.

web
Biblioteca Vapor Vell: ajuntament.barcelona.cat
¿Dónde comer?
Zona bastante sencilla, sólo hace falta acercarse a la zona que rodea plaza d´0sca y las opciones son varias, sugerimos tres por orden de precio:
Petit Pau: pequeño restaurante con una carta limitada y concina de mercado.
La Mestressa: comida catalana, algo más tosco y abundante.
Passadís: lo que vendría a ser un bar normal, de bocatas contundentes y platos sueltos.
OBSERVACIONES
- ¿MERECE UNA VISITA? Más por salir un poco del centro de la ciudad, siempre está bien pasear por Sants. Turístico, desde luego, no es.
- El parque como cabría esperar, es de libre acceso y dispone de varios servicios de recreo y deportivos, además de un batiburrillo de esculturas de distintos periodos que lo transforman en el espacio público con más obras de arte por metro cuadrado.
- La biblioteca Vapor Vell está además especializada en música, con uno de los mayores repositorios de discos en la ciudad, por si alguien aún los usa. Eso sí, fotos en el interior sólo con permiso.