CASA BLOC
El avance del siglo XX vino acompañado con un intento creciente por solventar la problemática habitacional para las masas de gente trabajadora. Mientras que la migración a la ciudad aumentaba con la necesidad de mano de obra para la industria, la vivienda tomaba mayor relevancia como problema generalizado. En este contexto, la Casa Bloc forma parte de un proyecto de vivienda social para planteado en la Segunda República (años 30) para los trabajadores de las fábricas de Sant Andreu. El proyecto sería adjudicado un grupo de jóvenes arquitectos que pretendían introducir y difundir en España las nuevas concepciones de arquitectura racionalista propugnadas desde el movimiento moderno:
Correcta relación con el exterior para favorecer las condiciones de habitabilidad en las viviendas, diseño interior ajustado para poder dar cabida al mayor número de necesidades a la vez que se disminuía el coste de producción al mínimo posible. En resumidas cuentas, la persecución de un proceso de racionalización constructivo y diseño de cada pieza que compondría los nuevos hogares, siempre con la vista puesta en dotarlos de la mejor calidad posible con los escasos recursos disponibles.
Un ejemplo que debe entenderse en su contexto para darse cuenta del avance que supuso en la construcción de viviendas sociales. Mientras que aún sirve de vivienda en su totalidad, uno de los apartamentos ha sido restaurado y llevado a su diseño original por parte de de Disseny HUB, que además organiza visitas guiadas cada sábado.
Los proyectos de viviendas obreras como el de la Casa Bloc son el resultado final de uno de los grandes procesos sociales del siglo XIX, que se dieron como consecuencia del periodo de industrialización: las migraciones o el traslado masivo de trabajadores a las ciudades. De hecho, la mano de obra liberada del campo fue condición necesaria para el desarrollo industrial (y esto en España se dio en términos muy inferiores a casos como el inglés). Partiendo de este proceso es fácil intuir como Barcelona, el mayor foco de industrialización en España, se transformó rápidamente en un punto de atracción de una masa de trabajadores que iban quedándose sin posibilidades de subsistir en los entornos tradicionales. Una primera ola de migración surgió del campo catalán, pero muy pronto, y en dimensiones mucho mayores, se extendió en todo el país, principalmente en la costa de levante y Andalucía.
También es de sobra conocido como uno de los grandes dramas de todo este proceso era conseguir un espacio mínimamente razonable para habitar. No faltan relatos de entornos de habitaciones compartidas, camas calientes, condiciones de salubridad paupérrima, hacinamiento, falta de higiene… El problema se repetía en todos los procesos de industrialización, en Berlín, por poner uno de los ejemplos más conocidos, se llegaría a las cotas de densificación más altas de Europa. Las “Mietkasernen”, término de origen militar con el que eran conocidas las infraviviendas obreras de la ciudad, eran pequeños apartamentos situados a lo largo de un largo pasillo en el interior de enormes bloques residenciales. Sin apenas luz y con unas condiciones higiénicas extremadamente pobres, cada residencia contaba con una habitación y una pequeña cocina en donde convivían de media más de 7 habitantes por unidad.
En Barcelona esta carencia se evidenciaba principalmente a través una situación de chabolismo recurrente desde principios de la época de industrialización hasta prácticamente la actualidad. Durante el siglo XIX las condiciones de vida de los obreros quedaban a disposición de la catadura moral de sus empleadores. Existieron diversidad de propuestas privadas que desde el comienzo del siglo partían desde la propia burguesía. En ocasiones llegaron a surgir propuestas de viviendas colectivas de corte socialista, vinculadas a compromisos ideológicos o éticos de algunos empresarios. Aunque mayoritariamente estaban relacionadas con posiciones paternalistas mezcladas con el miedo a la formación y organización de los movimientos obreros, cuyo formato más clásico son los programas de viviendas asociadas a los complejos fabriles, las conocidas como colonias industriales. Esto eran excepciones, y la imposibilidad generalizada para proveer a los trabajadores de una vivienda que cumpliese unas mínimas condiciones de habitabilidad acabó por provocar que el Estado comenzase a intervenir desde las distintas administraciones locales.
Partiendo de las distintas leyes de Casas Baratas aprobadas durante la dictadura de Primo de Rivera, en Barcelona se crea en 1927 el Patronato Municipal de la Vivienda. Las primeras medidas fueron dirigidas a un caso concreto: la creación de un parque de vivienda pública que pudiese realojar a las personas que iban a ser expulsadas de las chabolas de Montjuic, de cara a la celebración de la Exposición Internacional de 1929. Se crearon cuatro agrupaciones de casas baratas, en cuatro terrenos adquiridos a muy bajo coste, sin prácticamente servicios y bastante alejados, en su momento, de la propia ciudad. Estas casas en hilera pretendían imitar la forma de vida en el campo, considerada menos contestataria que en la ciudad. En la actualidad una de estas agrupaciones de casas, las viviendas del Buen Pastor, han sido protegidas patrimonialmente y parcialmente musealizadas para explicar como era la vida en ellas. Pero volviendo al momento de su construcción, la mala gestión llevó a que la ambiciosa operación generase muchos más gastos de lo previsto, que además se fueron acumulando con el paso del tiempo llegando provocar el cese de la actividad de la institución, que no se reactivará hasta 1945. Desde entonces, con varios cambios de nombre y una actividad boyante durante el paso de los años, el Patronato ha permanecido activo en la promoción de vivienda pública hasta nuestros días.
Llegando a la Barcelona de los años treinta, una vez instaurada la Segunda República, la actividad política fue intensa y compleja de gestionar, lo que limitó la capacidad de actuación, pero no impidió que se llevase a cabo en la ciudad uno de los proyectos más importantes en cuanto al modo de concebir la vivienda se refiere. Las nuevas tendencias en la arquitectura iban penetrando poco a poco en el país, y en Barcelona un grupo de jóvenes arquitectos adheridos a ellas (el GATCPAC) se encargaría de diseñar los dos únicos proyecto de vivienda pública de este periodo. Los condicionantes proyectuales habían cambiado, y desde el movimiento moderno se trataba de plantear unos estándares mínimos de calidad en la vivienda social, que incluían tanto la superficie habitable, como la distribución, el acceso a luz natural y ventilación, y la relación con el entorno construido. Ya no valía comprar cualquier terreno alejado de la ciudad en donde realojar a los obreros sin pensar demasiado en las condiciones de vida. Habría de acercarse a las zonas de trabajo, por lo que el Ayuntamiento dos terrenos en Sant Andreu, uno de los barrios industrializados de la ciudad. Esto encarecía el coste inicial, pero las nuevas técnicas de constructivas y el uso de materiales modernos permitiría abaratar los costes de construcción para compensarlo.

Los grabados de Gustave Dore dejaron pruebas de como vivía la clase obrera en Londres

La mezcla de usos era un imperativo en la vivienda obrera de principios del XX

Las «Mietkasernen» de Berlín han pasado a la historia como uno de los peores casos de vivienda obrera

El barrio de chabolas del Somorrostro no fue derribado hasta los años 60

El polígono de viviendas del Baró de Viver, uno de los primeros proyectos de casas baratas del Patronato.

La Weissenhof de Stuttgart en 1927 transformó completamente el paradigma de la vivienda
Frente a las primeras propuestas de “casas baratas” desde la nueva concepción de la arquitectura que se iba formando con los CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna), se comenzaron a tratar de atajar las pobres condiciones de vida que hasta el momento la mayor parte de la población trabajadora. Si en primer momento cualquier opción era válida para superar las condiciones de infravivienda antes mencionada, desde la perspectiva de los integrantes de estos congresos, como ya hemos visto, era fundamental repensar por completo la forma de entender el diseño y la construcción. Con Alemania a la vanguardia de los primeros proyectos con las construcciones de los conocidos sidelungen, extendiéndose la búsqueda de parámetros objetivos que pudiesen definir un ideal de vivienda obrera: tamaño mínimo, higiene y aireamiento, privacidad… Trayendo estas ideas a Barcelona, y con el Patronato Municipal de la Vivienda fuera de juego por sus deudas, la colaboración de una serie de instituciones, con la Generalitat de Catalunya como promotor principal, encargó la construcción de un nuevo edificio de viviendas a los tres arquitectos que dirigieron el proyecto: Josep Lluis Sert, Josep Torres Clavé y Joan Baptista Subirana, todos integrantes de un grupo mayor conocido como el GATCPAC.
Cabe señalar que la casa Bloc debe mucho a un proyecto anterior, encargado a los tres mismos arquitectos y construido en el mismo barrio: un “grupo de viviendas obreras” (nombrado sin mucho entusiasmo en este caso), que le sirvieron a los arquitectos como medio para explorar las tipologías y las técnicas constructivas que más tarde aplicarían en la su obra posterior. En estas casas adosadas con pequeños jardines trasero y delantero se definiría por primera vez la distribución interior dividida en dos plantas y con una superficie estándar de 70 metros cuadrados. También se controló todo el proceso de construcción, midiendo los tiempos y trabajos realizados en cada fase de la obra (cimentación, estructura, acabados, instalaciones…) de cara a controlar al máximo el tiempo de ejecución, estudiando cómo se podían combinar los distintos trabajos para reducir los costes finales. Todo este aprendizaje sirvió para optimizar la construcción de la casa Bloc, permitiendo que subdividir el conjunto en sectores que iban avanzando paralelamente, mientras en una zona se trabajaba en la estructura, en otra se avanzaba con los acabados, y los instaladores actuaban en una tercera, etc (algo ya común a día de hoy).
Si bien el hormigón armado hubiese sido la elección idónea para los arquitectos (muy en la línea de Le Corbusier), esta tecnología no estaba aún normalizada en España, por lo que acabó por utilizarse una estructura de acero, que como se proponía desde el movimiento moderno, liberaba el espacio interior de las limitaciones de los muros de carga, facilitando mayores posibilidades de distribución de espacio interior. Éste se organizó en dos plantas, para evitar demasiada profundidad en las casas, que complicaría la ventilación. Las plantas bajas las ocuparían los espacios comunes, y las superiores las habitaciones, organizadas en forma de L para que encajasen entre una vivienda y otra. Los 70 metros cuadrados que se consideró que debía ocupar la vivienda mínima se dividían a partes iguales entre las dos plantas, y sólo las viviendas en esquina contaban con dos habitaciones, el resto serían tres. Los espacios comunes esttaban formados por un pequeño comedor, una cocina económica, un pequeño baño y una terraza que impedía el asoleamiento directo del salón, absorbida a posteriori para ampliar el comedor, quedando sólo la casa restaurada con la terraza abierta.
Si la distribución interior debía cumplir ciertos requisitos, también sucedía lo mismo con la relación con el exterior. En este sentido, se eliminaron los patios interiores que habían configurado tradicionalmente los edificios de vivienda, de forma que todas las fachadas están orientadas al exterior permitiendo la ventilación cruzada. Se estudiaron las condiciones de luminosidad natural de cara a orientar las estancias principales hacia la dirección con el mejor soleamiento, lo que hace que los comedores y las habitaciones principales den todas a este o sur. De estos dos análisis derivó la característica organización con forma de S del edificio. El acceso a cada vivienda se hará desde un corredor continuo a tres niveles de altura en cada fachada, que además dará a la cocina y el lavadero, cuyas ventanas elevadas permitirán la intimidad. El mismo contacto con el terreno estaba estudiado para combinar una serie de equipamientos cerrados en planta baja, con espacios elevados sobre pilotes que permitían el acceso a los jardín público que generaba la forma cóncava del edificio.
Tras la Guerra Civil el proyecto quedaría abandonado hasta que la diputación de Barcelona (la Generalitat fue abolida) obtuvo la titularidad, cediendo una buena parte de las viviendas a militares y guardias civiles, reservando uno de los bloques para las viudas y huérfanos de militares muertos (siempre del bando vencedor, como cabría esperar). Como culmen de esta ocupación se añadió un nuevo bloque, que desvirtuaba la forma de entender el conjunto, privatizando además los espacios de la planta baja para que lo ocupasen las caballerizas de la Policía Armada. Ya en los años 90, el edificio fue declarado Bien de Interés Cultural, y en el año 2000 volvería de nuevo a las manos de la Generalitat. Aquí comenzó el mayor proceso de restauración, que incluyeron la demolición del bloque extra, el nuevo ajardinamiento de las plazas de cara a su recuperación como espacio público, y la recuperación integral de uno de los apartamentos, l’Habitatge 1/11. De este piso se eliminarían todos los añadidos posteriores realizados por los usuarios, recuperando la forma original propuesta por Sert, Clavé y Subirana; y además replanteando todo el mobiliario para encajarlo al estilo racionalista que se promovía desde el GATCPAC.

Grupo de viviendas obreras para el barrio de Sant Andreu

Presentación de la maqueta del proyecto, con el presidente de la Generalitat Francesc Macià

Proceso de construcción por fases del edificio.

Organización de la planta baja, y de las plantas inferiores de los duplex.

Axonometría de una de las viviendas publicada en la revista AC

Imagen de la maqueta final del edificio.

Vista aérea del conjunto, donde se aprecia el bloque añadido durante la dictadura, hoy derribado.
Los aires de renovación arquitectónica que iban recorriendo el mundo occidental a principios del siglo XX llegaron algo más tarde a España. En Barcelona, no queda sino comparar las propuestas locales que se llevaron a cabo para la Exposición Internacional de 1929, con otros ejemplos vanguardistas como el presentado por Alemania. Pero un grupo de jóvenes arquitectos sí que se verán atraídos las ideas que en Francia planteaban Le Corbusier y sus seguidores, o en Alemania se promovía desde las enseñanzas de la Escuela de la Bauhaus.
Este grupo de arquitectos, junto a otros del resto de España, fundaron en 1930 el GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). Con origen en una reunión en Zaragoza, este grupo pretendía ser la representación española del C.I.R.P.A.C. (Comité International pour la réalisation des Problemes de l’Architecture Contemporaine), una especie de laboratorio de ideas internacional que dió forma y se encargó de propagar lo que hoy conocemos como el Movimiento Moderno en arquitectura. El conjunto español se dividiría en tres sectores: el grupo norte (San Sebastián y Bilbao), con José Manuel Aizpúrua como presidente; el grupo centro (Madrid), dirigido por Fernando García-Mercadal; y el grupo este (Barcelona), con Josep Lluis Sert y Josep Torres Clavé a la cabeza. Cabe decir que poco tiene que ver la actividad de los distintos grupos. En Madrid, las premisas del movimiento moderno tardaron más en calar, asumiéndose más como condicionantes estéticos que como una práctica transformadora. Mercadal hizo esfuerzos en un primer momento pero los grupos se fueron distanciando. En la zona norte la voluntad y los trabajos fueron algo más intensos al comienzo, pero la actividad política en la falange de Aizpurua poco a poco lo fue alejando de la actividad en el grupo.
En Barcelona sin embargo la actividad fue muchísimo mayor, y se extendió hasta que el grupo se disolvió durante la Guerra Civil. Fueron los únicos en tomar nombre propio, el GATCPAC, que es como en muchas ocasiones se menciona al movimiento, puesto que la casi totalidad de los trabajos propuestos provienen de él. Además de los ya mencionados Sert y Torres Clavé, se añadirían Sixt Illescas, Joan Baptista Subirana, Antoni Bonet, o Manuel Subiño, entre otros. La nueva arquitectura propuesta desde los C.I.A.M. y asumida por el GATCPAC tomaba una dimensión fundamental de transformación social. Los postulados perseguidos y la forma de entender la disciplina implicaban que a través de la innovación tecnológica, los nuevos materiales del momento (que facilitaban la estandarización), el abaratamiento de los procesos de construcción, y mediante la racionalización instrumental de los procesos de diseño, tanto de la vivienda (que siguiendo las propuestas de Le Corbusier se entendería como una «máquina de habitar», un entorno objetibable según ciertas necesidades convertidas en parámetros de diseño) como de la ciudad, creían poder mejorar sustancialmente la calidad de vida del conjunto de la sociedad.
Pero si la voluntad era que sus ideas fuesen conocidas y asumidas desde las instituciones, era necesaria una forma de poder comunicarlas y trabajar sobre ellas. Este papel lo cumpliría una publicación trimestral en forma de revista, “Documentos de Actividad Contemporánea” o simplemente conocida como revista “A.C.”. Desde este medio, el GATCPAC publicará no sólo los trabajos que iban realizando los distintos medios y en conjunto, sino también las obras de los arquitectos internacionales vinculados al Movimiento Moderno (Le Corbusier, Mies van der Rohe, Walter Gropius, Hugo Häring, Ernst May…), y otras cuestiones relacionadas con el arte de vanguardia. Actuándo casi siempre de forma colectiva (llegando a rehuir de las personificación en ocasiones), esta actividad los sitúa como iniciadores de la modernización de la arquitectura en el país.
Elaboraron varios proyectos en donde trabajaban con las ideas de funcionalidad en la edificación que caracterizaba a esta vanguardias: escuelas, hospitales, residencias… Pero el cambio debía ir más allá, superar los límites de la arquitectura para adentrarse en la configuración de la ciudad como medio de intervención en la sociedad a una escala mayor. Estudiaron intensamente el caso del Barrio Chino (nombre que recibía el Raval en aquel entonces), planteando la necesidad de llevar a cabo una serie de acciones de saneamiento que acabasen con lo que para el grupo eran focos de insalubridad (muy similares a las que se ejecutaron posteriormente a final del siglo).
Esta intervención sobre Barcelona se ampliaría con una nueva propuesta de ampliación de la ciudad contando con la colaboración de Le Corbusier. Conocido como Plan Maciá, planteaba una nueva organización del crecimiento, que extendía en cierta medida la idea de vivienda planteada en la casa Bloc, ampliándola en escala por toda la zona sur del plano. Este proyecto pasaba por ser una adaptación aplicada de las propuestas teóricas del arquitecto suizo para su “Ville Ridieuse”, pero desde el GATCPAC llevaron la dotación de servicios aún más lejos, entendiendo que el propio plan debería incluir un espacio reservado para el emergente tiempo de ocio y descanso del que la clase obrera estaba empezando a disfrutar, de lo que surge la idea de la “Ciudad del Reposo”. Ninguna de estos proyectos a escala llegaron a construirse, pero quedan como una muestra más de un momento clave en donde la forma de entender la arquitectura y la ciudad cambiaron completamente.

Club Náutico de San Sebastián, construido por miembros del sector norte del GATEPAC

Portada del número 11 de A.C., con la imagen de la Casa Bloc

Propuesta del GATCPAC para la ocupación de una manzana del ensanche

El Dispensario Antituberculoso es otro de los edificios que se conservan del grupo

Nuevo entramado para el ensanche del «Pla Maciá»

Vista aérea del plan propuesto junto a Le Corbusier, con la ciudad antigua completamente «saneada»

Casetas para el proyecto de la «Ciudad del Reposo y las Vacaciones»

horario
Los jardines de la casa son espacios públicos, pero para poder visitar el piso conservado se ha de reservar la visita guiada.
Sábados: 11.00 h
Agosto: Cerrado

precio
Visita guiada: 4 €
Visita privada para grupos: 75 € (contacto y horarios en la web)

web
Piso-Museo (Disseny Hub): ajuntament.barcelona.cat/museudeldisseny/
¿Dónde comer?
Bar Benvinguts: Justo enfrente del edificio, un pequeño restaurante de comida peruana.
L’Antic Colmado: más tradicional, tapas y menú sin muchas complicaciones pero que cumple de sobra.
OBSERVACIONES
- ¿MERECE UNA VISITA? Pues en términos discursivos puede que sea una de las visitas más recomendables de toda la guía (junto al pabellón de Mies) de cara a entender un momento crítico en el avance de la arquitectura moderna, que además está perfectamente contextualizada gracias al colectivo al cargo de los tours (Globus Vermell)