JARDINES DE MONTJUIC (EXPOSICIÓN DE 1929)

A principios de siglo, en el encuentro de la ciudad con las faldas de Montjuic, encontraríamos poco más que grupos de chabolas y restos de canteras de piedra ya explotadas hasta su fin. La Exposición Internacional organizada en Barcelona en 1929 cambiaría esta situación. Sobre un proyecto original de Josep Puig i Cadafalch elaborado en 1915, se desarrollaron las propuestas que acabarían construyéndose diez años más tarde, cuando dicho arquitecto ya había perdido la capacidad de decidir sobre el futuro del proyecto que el mismo había promovido. Se construirían grandes obras destinadas a la exposición de maquinaria y arte de toda Europa. Muchas de ellas, como el Palau Nacional (actual MNAC), o el Pueblo Español, fueron diseñadas en primera instancia para ser desmontadas tras el evento, aunque su buena aceptación acabaría por provocar que se conservasen.

Los espectaculares edificios construidos como receptáculos de la exposición utilizaban fórmulas en mayor medida noucentistas (que consistía en la búsqueda de un clasicismo local), tendieron por lo general a dar como resultado pastiches llevados a extremos en los que se hace difícil clasificarlos más allá de cierto eclecticismo trasnochado. Pero anexo a éstos, el diseño de jardinería de Jean-Claude Forestier que rodea la parte baja de la montaña ofrece uno de los pocos espacios verdes tranquilos de la ciudad. Al que se le suma más de un detalle pintoresco extra, como la construcción de una masía-modelo para decorar el jardín botánico.


 

ORIGEN: RESCATANDO A JAUSSELY

No hizo falta mucho tiempo para que, una vez finalizada la Exposición Internacional de 1888, algunas voces en Barcelona clamasen por la necesidad de un nuevo evento que rematase la introducción de la ciudad en el circuito de urbes modernas. De hecho, desde la fundación de la Lliga Regionalista en 1901, el proyecto del catalanismo político incluía una voluntad evidente de mover Barcelona, desde su posición de cierta irrelevancia, hacia un puesto central dentro del marco europeo: la “París del mediodía” llegó a decir el arquitecto y miembro de la Lliga, Josep Puig i Cadafalch (aunque luego rebajó a la “Bruselas del mediodía”). La primera propuesta formal que perseguía este objetivo no se hizo esperar demasiado, ya que se organizó un concurso para un proyecto urbanístico a escala pre-metropolitana que dotase a la ciudad de una personalidad propia y le permitiese deshacerse de la regularidad impuesta por el Plan Cerdá, odiado por varios miembros del partido debida tanto a su sobriedad como al hecho de que era visto como una imposición desde Gobierno central. El concurso de 1903 lo ganó el arquitecto y urbanista León Jaussely y fue presentado cuatro años más tarde. La materialización de la propuesta fue más bien escasa, pero sí que suele entenderse como guía estética y formal de los proyectos urbanos que le siguieron, siendo la posterior organización de la exposición la más importante.

A través de la propuesta de Jaussely se absorben las corrientes de la ciudad jardín que van instaurándose en europa, pero bajo las ideas de la escuela de la Ecole des Beaux Arts francesa. Es la lógica de este plan la que se traslada, a escala, a las primeras propuestas y diseños de la nueva exposición. Una “ciudad ordenada y monumental” en palabras del principal promotor de la exposición y del concurso urbanístico (una vez más Josep Puig i Cadafalch), aunque en este caso estuvieron involucrados todo un conjunto de ingenieros y arquitectos que fueron definiendo cada una de las partes del proyecto. Una de las ideas más vistosa era como los principales edificios públicos debían servir de colofón monumental de la distribución de grandes ejes urbanos diseñados al mismo tiempo, lo que es fácilmente intuible en las propuestas de ordenación de Montjuic realizadas por el propio Puig i Cadafalch, que podrían entenderse como una gran representación del “Art Civic” y las teorías sobre la ciudad del momento a la escala de una montaña. Pese a los cambios y aplazamientos de la exposición, ésta mantuvo muchos de esto principios, pasados por un tamiz manierista como el que sólo una dictadura podía darle, con resultados tan eclecticos (o incluso esperpénticos), como el Palacio nacional diseñado por Eugeni Cendoya y Enric Catá.

Pero volviendo a la historia, en 1907 se creó ya el primer comité para desarrollar la Exposición de las Industrias Eléctricas. En un primer momento llegó a diseñarse un recinto ubicado en el espacio verde que Cerdá había dejado reservado a orillas del río Besos. Luego llegarían propuestas para la todavía no construida plaza de las Glorias (que el plan de Jaussely había definido infructuosamente como una nueva centralidad en la ciudad, proponiendo desplazar el ayuntamiento a este entorno), o reutilizar el espacio de la anterior exposición en el parque de la Ciudadela. Años después ya se replantearía una nueva propuesta centrada en la montaña de Montjuic, de cuya actividad como cantera quedaban sólo algunos restos y aprovechando que la zona baja de la montaña había sido recientemente desmilitarizada. Cómo ya hemos dicho, esta área quedaba parcialmente ocupada por chabolas de aquellos que habían sido expulsados del centro por la construcción de la Vía Laietana, que una vez más se vieron desplazados masivamente para la celebración del evento. Siempre han recibido los mismos en nombre del progreso… 

La primera intención fue realizar la exposición en 1917, pero con las potencias europeas matándose entre ellas en la Primera Guerra Mundial, la participación sería más bien escasa. La segunda fecha pasaría a ser 1923, pero la situación de conflictividad cada vez más extendida en el conjunto del país, que en Cataluña fue especialmente intensa por la imposibilidad de dominar a los movimientos obreros, lo impidió. En este contexto, los sectores conservadores (incluida gran parte de la burguesía catalana) auparon al poder al general Miguel Primo de Rivera, que pronto instauraría una dictadura a su favor, dando al traste con las pretensiones del gobierno catalán. Ya con el sector más catalanista fuera del proyecto a favor del industrial Pere Milá i Camps (el mismo tipo que le pediría un proyecto a Gaudí para construirse en el Paseo de Gracia), la exposición acabó por celebrarse en 1929. 

Todo un nuevo recinto proyectado en la parte baja de las faldas de Montjuic seguiría solo en parte las propuestas elaboradas por Puig i Cadafalch, mientras otros eran rechazados frontalmente (como las cuatro columnas que representaban la senyera, derribadas una año antes de la exposición). La exposición no se limitó a este espacio, sino que supuso toda una transformación en la ciudad, y entre otros proyectos, fue el pistoletazo de salida para la creación de un Barrio Gótico en el casco antiguo de Barcelona.

El plan de enlaces, o Plan Jaussely, además de conectarla, monumentalizaba sobre la propuesta de Cerda

Dibujos de Jaussely

El planteamiento original de Puig i Cadafalch mantenía el espíritu general de Jaussely

La perspectiva elaborada por Puig i Cadafalch facilita entender que su propuesta guió el resultado final.

El derribo de las columnas simboliza la perdida de peo de la Lliga en la toma de decisiones sobre la exposición.

Pese al cambio en las jerarquías de poder, el plano definitivo de la exposición seguía muchas directrices del original

 

EL AJARDINAMIENTO DE MONTJUIC

La elección de Montjuic no fue, como hemos visto, una idea de partida ni mucho menos. Previamente toda esta zona se encontraba bajo jurisdicción militar, e incluso la altura de los edificios de lo que actualmente es Poble Sec, estaba limitada por el arco que las balas debían hacer para alcanzar la ciudad, disparadas desde la fortaleza que coronaba la montaña. La cuestión es que la celebración de una Exposición Universal pretendía que la zona seleccionada ganase un nuevo papel de centralidad en la ciudad y la desmilitarización hizo que esta localización pasase a ser el espacio ideal. La transformación de la parte baja de la montaña fue más allá de la formación de un eje monumental y la distribución de diferentes construcciones según distintos países u objetivos. A todo este batiburrillo de edificaciones le acompañó otro proyecto de ordenación paisajística que se materializó en la construcción y diseño de varios jardines que conectaban los distintos espacios. El ajardinamiento de Montjuic es un proceso que comienza en los años previos a la exposición, continúa los años siguientes (para cubrir los espacios liberados por las construcciones temporales), llegando en realidad hasta hace pocos años, en tanto a que el nuevo jardín botánico se inauguró en 1999.

Pero nos centraremos en el espacio vinculado a la exposición de 1929, que básicamente es el que rodea al Palacio Nacional. La mayor parte de estos jardines fueron diseñados por Jean-Claude Forestier y, en un principio como ayudante, pero posteriormente como diseñador principal, el arquitecto Nicolau Rubió i Tudurí. Uno de los principales promotores de la Exposición, Francesc Cambó, habías visto los diseños de Forestier para el Parque de Maria Luisa, construido en Sevilla para la Exposición Iberoamericana de 1929 (entre expos andaba el juego). Tanto le gustaron los resultados que lo contrató para adaptar el ajardinamiento a la montaña de Barcelona.

Pese a que Forestier había sido discípulo de el Barón Hausmann (principal urbanista de la transformación de París), parece evidente que su forma de entender el paisaje se alejaba bastante de la de éste, incluso podemos decir que, hasta cierto punto, también se distanciaba de las nociones novecentistas (o monumentalistas) que guiaban el urbanismo de la exposición. Frente a las grandes avenidas terminadas en edificios espectaculares y llamativos, el espacio en los jardines se reduce a una escala mucho más humana. Esta idea se intuye mucho más fácilmente paseando por los jardines de Laribal, pese al gran tamaño del espacio a cubrir, la compartimentación de los espacios dan la sensación de que trabaja a una escala individual, casi como si pudiéramos coger trozos de parque y llevárnoslos a un jardín particular. La sucesión de ambientes se acentúa con la atención diferenciada a cada elemento que lo compone, que se diseña para donde tiene que ir colocado, hasta el punto en que solo tenemos que fijarnos en los bancos para entender la especificidad de cada espacio, no hay dos iguales.

Pero pese a todo este tratamiento particularista de los espacios, no es posible hablar de una segmentación abrupta, sino más bien de recorridos continuos que se van abriendo a lo largo del paseo mientras se dividen los posibles caminos que tomar. Se hace sencillo por tanto ir identificando elementos de continuidad entre los sectores: pequeños riachuelos, caminos que favorecen perspectivas continuas, cortados a veces por la superposición de distintos niveles, o cosidos por medio de la colocación de esculturas. No es por tanto la vegetación la que va transformando el paisaje, sino más bien estrategias al estilo promenade arquitectónico las que van generando distintos ambientes que permiten jugar con la planificación de conjunto. Al decir conjunto habría que hacer referencia no sólo al propio Jardín de Laribal, sino a la buena relación entre los jardines, ya que esta estrategia tendió a ser continuista en la mente de los que llegaron a diseñar otros espacios verdes posteriormente: aún cambiando la escala de diseño, los ejes de conexión parecen mantenerse incluso a través de las carreteras de la montaña.

Es posible ir pasando entre los distintos jardines que rodean las obras de la exposición sin más esfuerzo que el que supone subir y bajar escaleras: Los Jardines del Grec, con un teatro que utiliza la pared de una antigua cantera, con una distribución ajardinada de mayor amplitud que recuerda más a las formas versallescas de parterres organizados en espacios geométricos, dejando espacios de paseo entre ellos; los jardines de Laribal, ya mencionados; los jardines del Umbráculo, parte de los actuales jardines de Miramar; y finalmente, los jardines de Joan Maragall, remodelados más tarde pero originalmente diseñados por el paisajista francés para rodear el Palacio Albéniz (residencia del rey durante la exposición. La suma de estos espacios conforman el conjunto de jardines históricos que aún forman parte de Montjuic.

Pero aún se le añadiría otro, quizá el elemento más pintoresco que nos ha llegado desde el ajardinamiento de la montaña: el Jardín Botánico histórico, con una masía en su interior diseñada para la ocasión. Construida para la exposición por encargo de la Asociación de Ganaderos, pretendía evocar la forma de vida rural tradicional de cataluña. La misma hondonada (producto del vaciamiento de la cantera de la Foixarda) en la que la masía fue construida, facilita no solo un aislamiento frente al resto de la montaña, sino que modifica la temperatura rebajando en torno a cuatro grados gracias a la acumulación del aire frío. Esta condición climatológica impulsó a que una vez terminada la exposición en 1930, pero siguiendo el plan de urbanización de la montaña, se le encargase el diseño de un jardín botánico al, valga la redundancia, botánico y químico Pius Font i Quer. El proyecto no se inaugurará hasta después del final de la guerra, y tras las remodelaciones preolímpicas, hoy día sigue siendo uno de los espacios más frescos de la ciudad, además del único completamente naturalizado.

Jean-Claude Forestier (izq) y Nicolau Rubió i Tudirí (dcha.) diseñaron la mayoría de los jardines.

El diseño de los jardines del Parque de Maria Cristina en Sevilla llamaron la atención de Francesc Cambó sobre Forestier

Dibujo de Forestier para los jardines de Montjuic. Fuente

Multitud de ejes (algunos caminos, otros meros saltos de agua) conectan los distintos espacios diseñados para el parque.

La individualidad con la que se tratan los diseños se nota hasta en los elementos más simples del parque, los bancos.

La masía se proyecto conjuntamente a toda una granja para mostrar a los visitantes la actividad ganadera. Fuente

 

LAS OBRAS DE LA EXPOSICIÓN

Podría entenderse como una paradoja que la exposición de las «Industrias Eléctricas», en un sentido estético, se aleja bastante del funcionalismo propio del aspecto que pretendía hacer gala (la industria misma), para lanzar propuestas arquitectónicas propias de un historicismo renovado muy vinculado a la escuela de la Beux Art francesa, dejando atrás el modernismo imperante hasta el momento. El lenguaje arquitectónico empleado mayoritariamente partía de un eclecticismo lleno de referencias a estilos clásicos, centrados en recuperar, con un importante trasfondo ideológico en un comienzo, una expresividad propia, ligada a una estilo arquitectónico pretendidamente vernáculo (movimiento conocido como “noucentisme”). Sin embargo, existe un contraste importante entre interior y exterior, en donde las características mencionadas quedan en muchas ocasiones limitadas a las fachadas, mientras que los interiores son propios a grandes espacios, esta vez sí, de vocación industrial.

Sólo escapan de este estilo entre noucentista y de formas neoclásicas algo caducas (pero que en muchos casos funcionan dentro del propio contexto en el que fueron construidas), algunos de los pabellones que se aproximan a las vanguardias de la época, ya sea a través de propuestas art deco, con el pabellón aportado por Francia o el de la Compañía de Tabaco de Filipinas; o al racionalismo incipiente de arquitectos como le corbusier y la escuela de la Bauhaus. De este último estilo, además del pabellón de Suecia destaca, por encima de cualquier elemento de la exposición, el pabellón de Alemania diseñado por Mies van de Rohe. Una comparativa entre esta pequeña construcción y el resto de edificaciones que hoy se conservan facilita comprender la distancia existente entre las dos propuestas.

Volviendo al grueso de la exposición, la parte más evidente es la que forma el eje principal entre plaza España y Montjuic. Éste queda bastante definido desde la primera propuesta de Puig i Cadafalch. Carmen Grandas lo compara con la estructura barroca que diseñó Bernini para el Vaticano. En nuestro caso un hemiciclo de entrada compuesto por las dos fachadas de galería de columnas, que conecta una plaza de forma circular (cerrada con el proyecto de urbanización posterior al planteamiento de Puig i Cadafalch, que lo diseñaba como un semicírculo abierto) dominada por el conjunto escultórico de Josep Llimona, y el eje urbano definido por las formas regulares de los pabellones, que conduce ascendentemente hasta el gran monumento de la exposición, el Palau Nacional. Si la silueta de este edificio cumple su función monumental, acercarse implica encontrarse con un batiburrillo de elementos puestos algo compulsivamente. Pilares por aquí, dinteles por allá, cornisas para que sobren… todo con una función decorativa que resulta en un especie de fachada tipo horror vacui que quizá tendría que entenderse sólo en el contexto de que había sido construida como elemento temporal, pero que el gran interés que despertó provocó que acabase por conservarse para alojar el más que interesante Museo Nacional de Arte Catalán (MNAC).

Más allá del conjunto que forma el gran eje monumental y los jardines antes tratados hay varios edificios que todavía se conservan en el entorno de la parte baja de Montjuic, sin tener en cuenta el Estadio Olímpico básicamente existen dos direcciones a tomar antes de tomar las escalinatas que suben hasta el MNAC. Caminando hacia la derecha encontramos el “Poble Espanyol”, una propuesta que buscaba representar, literalmente y valga la redundancia, un “Pueblo Español Típico”. Para esto un equipo de dos arquitectos, un escritor, un pintor y un crítico, recorrieron una parte de España para tratar de elaborar un conjunto coherente de edificaciones que representase cada zona geográfica. Los distintos elementos se seleccionaron y reprodujeron con mayor o menor fidelidad en función del resultado global, por lo que en todo caso se puede hablar de cierto margen de maniobra creativa.

Caminando en la dirección opuesta desde el inicio de las escaleras encontramos varios pabellones que consiguieron sobrevivir al desmontaje. En primer lugar, aparecen enfrentados el pabellón de la Ciudad de Barcelona y la Casa de la Prensa. El primero diseñado por el entonces arquitecto municipal Josep Godoy, construido en tres meses en tanto a que fue una decisión de última hora. El segundo, diseño de Pere Domenech i Roura, conserva ciertas trazas de las tendencias neogóticas y neomudéjares del primer modernismo, frente a la sobriedad noucentista de la obra de Godoy. A continuación encontramos el antiguo edificio de oficinas de la exposición, que destaca básicamente por el intenso esgrafiado decorativo de todas sus fachadas. Girando a la derecha por la calle Lleida nos encontramos con tres grandes edificios originalmente diseñados con motivo de la Exposición de 1929: lo que fue el antiguo pabellón de la Caja de Pensiones, y que ahora sirve para alojar el Instituto Geográfico y Cartográfico; el palacio de Agricultura, hoy Mercado de las Flores y sede central del Teatre Lliure; y el palacio de las Artes Gráficas, que pasó a ser ocupado por el Museo de Arqueología de Cataluña.

El estilo Beux Art definía gran parte del lenguaje arquitectónico de la exposición. Todas las propuestas locales seguían esta línea

El palacio de las artes gráficas mostraba esta tendencia ecléctica y marcadamente neoclásica

El Palacio Nacional, y las instalaciones lumínicas de Carles Buigas, se instalaron como principal atractivo de la Exposición

El Pabellón de Suecia era el que más se alejaba del lenguaje clásico, aunque sin ser tan rompedor como el caso alemán

El Pabellón de Servia, Croacia y Eslovenia era uno de los más atrevidos en cuanto a la organización de formas abstractas. Cercano al expresionismo.

El «Pueblo Español» recopilaba edificios de todo el país para elaborar una gran muestra de arquitectura

Edificios diseñados para la Exposición Internacional de 1929

 

horario

Jardines de Laribal:

Lunes a domingo: De 10.00h a 21.00h

Jardines del Grec:

Lunes a domingo: De 10.00h a 19.30h

Jardín botánico histórico:

Lunes a domingo: De 10.00h a 17.00h

Jardines Joan Maragall:

Sábado y domingo: De 10.00h a 15.00h

precio

Los jardines son todos gratuitos. El caso de los edificios es más complicado, así que en las web enlazaremos directamente a cada una de las páginas, en el apartado donde se encuentra la información práctica en cuanto a horarios y precios

web

Palau Nacional (MNAC)www.museunacional.cat

Palacio de la Agricultura (Teatre Lliure)www.teatrelliure.com

Poble Espanyolwww.poble-espanyol.com

Palacio de las artes gráficas (Museo Arqueológico)www.macbarcelona.cat

¿Dónde comer?

La montaña no es apta para bolsillos endebles, así que bajar de ella será una necesidad para comer por menos de 30 € (si no el propio restaurante del MNAC podrá servir)

Petit Montjuic: pequeño restaurante con tapas para compartir y menú del día. Hacen un esfuerzo particular de cara al vermut.

El Changarrito: restaurante mexicano sin muchas pretensiones pero que cumple de sobra.

Bodega Amposta: de precio menos asequible, pero que compensa sin duda. Necesario reservar.

OBSERVACIONES

  • ¿HAY QUE VISITARLA? Sin duda la montaña de Montjüic y sus jardines históricos es una de las partes más olvidadas de la ciudad, pero creemos realmente que visitarlos conociendo el contexto en donde fueron diseñados tiene un interés de primer orden. Ahora bien, no es para alguien que quiera «conocer» la ciudad en pocos días.
  • Son muchos los edificios que forman parte de este conjunto, la información la hemos enfocado aquellos que de una manera u otra pueden visitarse. Ya sea por la celebración de eventos o porque alojan museos.