CASA MACAYA

En el Paseo de Sant Joan encontramos una de las obras de uno de los personajes más importantes de la Cataluña modernista y noucentista. Arquitecto, historiador, político, arqueólogo… (no necesariamente en este orden de importancia), Josep Puig i Cadafalch es una figura clave en la ciudad y en la revaloración de la identidad nacional catalana. Hay quienes ponen su trabajo como arquitecto en un segundo plano dada su importancia en otros ámbitos, sobre todo respecto a sus investigaciones historiográficas sobre el patrimonio arquitectónico catalán y su carrera como político. Visitando sus obras es fácil intuir que esté o nó a la altura de los cabezas de cartel del modernismo (Gaudí y, pasos atrás Domenech i Montaner), sin duda está por encima de quienes no son ellos dos.

La casa que realizó para Romà Macaya i Gibert, empresario que había hecho fortuna principalmente con el comercio de algodón, es un elegante ejemplo del modernismo propio del arquitecto, que además es accesible gratuitamente, y pese a que poco queda de la decoración original en la planta noble; la fachada y el patio interior sí que fueron restaurados cuando la Fundación la Caixa se hizo con el edificio.

La situación de la vivienda nos lleva de paso a los límites de la Barcelona burguesa, el Paseo de Sant Joan marca el corte en donde acabaron la construcción de grandes viviendas dentro de la lógica modernista y da comienzo a una zona del ensanche menos suntuosa. La calle misma tiene un interés particular por su historia y sus últimas transformaciones, conectando además con el arco del triunfo, puerta del parque de la Ciudadela.

EL EDIFICIO

Puede que no sea la obra más aclamada del arquitecto, pero sin duda la casa Macaya es un ejemplo interesante del modernismo y del trabajo que realizó acompañado de uno de sus inseparables, Eusebi Arnau, uno de los escultores más destacados del movimiento, junto a Josep Llimona. Un trabajo de este escultor es quizá el símbolo más conocido de la casa, que dedicó al propio Puig i Cadafalch. El arquitecto tenía varias obras en marcha durante los años 1898 a 1900, principalmente la que aquí nos toca y la casa Ametller en paseo de Gracia, y era habitual verlo moverse entre ellos en bicicleta, de ahí el homenaje en forma de ciclista en uno de los capiteles de la fachada. Esta historia, repetida por cualquier texto informativo, contrasta con el testimonio de una de las nietas de Romà Macaya, quien asegura que simplemente era una profesora de francés que se movía en bicicleta por la zona cuando todavía no era algo tan extendido y llamó la atención del comerciante lo suficiente como para pedir al escultor que la inmortalizase.

La casa-palacio sí sirve de ejemplo para entender el trabajo de su primera época como arquitecto. En esta intuimos claramente ciertas formas vinculadas con el modernismo pero aún arraigado en cierto lenguaje neogótico (tanto de origen catalán como con elementos marcadamente flamencos en algunas de sus obras) con el que logró jugar con bastante maestría. Frente a la reconstrucción que estaba llevando a cabo al mismo tiempo en el paseo de Gracia, la ya mencionada Casa Ametller, la ornamentación de la fachada es bastante más sobria. El estuco blanco ejerce un contraste potente frente al esgrafiado de la primera planta y la decoración pétrea de los vanos. En la composición, Puig i Cadafalch juega con varias alturas rompiendo la simetría colocando la entrada principal en la izquierda y una tribuna más ornamentada en la parte derecha.

Una de las grandes virtudes de los proyectos, digamos modernistas, de Puig i Cadafalch es saber componer su obra para que los trabajos de los artesanos y escultores que colaboraban con él formen un bloque conjunto en donde cada uno destaca por sí mismo. Los trabajos en piedra o en ladrillo, esculturas, vidrieras, balcones o cierres de forja, serigrafiados, etc, forman un collage que si bien puede adquirir su forma más espectacular en la casa diseñada para la “Manzana de la Discordia”, en esta no queda demasiado atrás. Trabajaba siempre a partir de la composición de elementos decorativos basados en la distinción de materiales, con referencias escultóricas tanto históricas, como a los promotores de una u otra vivienda. Por lo general el primer diseño parte de su mano, para después ser trabajado por uno de sus colaboradores.

Uno de los elementos más interesantes que quedan del proyecto original es el patio interior. Al ser una vivienda de nueva planta Puig i Cadafalch resuelve la distribución a partir de un patio central, al modo de las casas nobles de herencia gótica en Cataluña, abierto a la iluminación con una claraboya. La escalera, igual a como sucedía en la casa medieval, era el acceso a la zona principal de la vivienda y por lo tanto una segunda puerta de entrada a la casa. En el caso de un miembro de la clase alta catalana, causar buena impresión a sus visitantes era central, y digamos que la aquí diseñada por Puig i Cadafalch lo consigue con creces. En realidad este es un recurso que utiliza en muchas de sus primeras casas, generando un espacio cerrado en sí mismo pero que permite jugar con mayores combinaciones de luz natural o artificial. La casa que hizo para el Baró de Quadres (actual sede del Instituto Ramón Llul) o sus proyectos de vivienda en Mataró presentan esta misma disposición.

El estado actual del patio interior y la fachada se debe a la restauración que impulsó la obra social de la Caixa al comprar el edificio, pero a su vez terminó de transformar los interiores que ya habían sufrido bastantes modificaciones en tanto que tras la guerra civil pasó por ser la sede de una escuela para sordos, sala de exposiciones, recinto temporal para alojar el Cosmocaixa, hasta llegar a la actualidad como Espai Caixa, un proyecto asociativo vinculado a la misma entidad.

La obra escultórica de Eusebi Arnau y Alfons Jujol tiene su representante más conocido en la ciclista de la casa Macaya.

Fachada principal con la composición asimétrica.

Ceramistas, esgrafiadores, herreros… los oficios clásicos toman un nuevo auge en el periodo modernistas.

El patio y la escalera son los elementos más espectaculares de la casa.

 

JOSEP PUIG I CADAFLACH

El arquitecto encargado de diseñar el edificio para la familia Macaya es uno de los personajes más importantes del catalanismo de finales del siglo XIX y principios del XX. Muy activo en la vida social de Barcelona, no destacó, como hemos visto, tan sólo por ser arquitecto, sino que mantuvo una intensa actividad política y escribió los primeros estudios históricos pormenorizados de la arquitectura románica catalana. De hecho, su participación en las instituciones políticas fue más intensa que la propia dedicación a su obra arquitectónica, a la vez que el último periodo de su vida se dedicó casi en exclusividad a su faceta de historiador del arte. Pese a todo, su obra es bastante extensa, pero se concentra básicamente entre sus primeros trabajos a finales de la década de 1890 y la toma de poder por parte de Primo de Rivera, cuando desalentado por la situación política, dejó de lado la práctica arquitectónica para centrarse en su faceta académica.

Había nacido en 1869, en una familia de fabricantes de telas de Mataró. Como universitario comenzó a estudiar matemáticas y ciencias físicas, no fue hasta unos años más tarde que comenzó a recibir clases de dibujo, en 1883. Llegaría a realizar un curso doctoral en matemáticas mientras estudiaba arquitectura. La escuela de Barcelona marcaría claramente su futuro, gracias en primer momento a la dirección que había tomado con el programa elaborado por su director, Elías Rogent; y en mayor medida siguiendo a quien se convirtió en el mayor referente para los arquitectos catalanes de la generación de Puig i Cadafalch: Lluis Domenech i Montaner. Del primero, el propio Puig diría que Rogent “hablaba en catalán en la arquitectura cuando todos hablaban en académico”. Domenech por su parte prácticamente creó la escuela que definiría el nuevo movimiento estético catalanista, y el propio trabajo de nuestro arquitecto. Si bien Domenech siempre tuvo más aceptación como diseñador, el arquitecto de Mataró se adelantó en términos académicos al publicar la primera gran obra que recogía un estudio monográfico de la arquitectura medieval (románica) en Cataluña, tema que también estaba trabajando el primero.

Su trabajo como arquitecto podría resumirse en la idea que él mismo acabó expresando, una intención continuada de renovar el lenguaje gótico para dotarlo de un sentido contemporáneo y local. En esta idea encontramos los dos polos que guían la manera de diseñar de Puig i Cadafalch, por un lado el lenguaje arquitectónico, una serie de elementos formales con los que se puede trabajar a la hora de elaborar un diseño. En tanto que “lenguaje”, no podía inventarse de cero, sino que tenía que estar referenciado sobre formulaciones ya conocidas, que permitieran ser entendidas. Y esta misma idea nos lleva al segundo punto, este desarrollo tenía que ser local, o en términos más grandilocuentes, nacional. Siguiendo las primeras propuestas de Domenech i Montaner, Puig i Cadafalch se esforzó desde antes de terminar la carrera en tratar de identificar y resaltar aquellos elementos que definían un estilo arquitectónico propio a la historia de Cataluña. Fue esta misma convicción, que implicaba que no existía el progreso sin mirar hacia la tradición, la que le llevó a separarse definitivamente de las lógicas modernistas de sus contemporáneos para impulsar un nuevo estilo que sería conocido como “noucentisme” (novecentista) claramente expresado en obras posteriores como la fábrica Casaramona. Un neoclasicismo de líneas más claras que el art nouveau, inspiradas en la arquitectura mediterránea y la versión catalana del gótico medieval.

Es fácil intuir que para Puig i Cadafalch, la arquitectura representaba una forma de hacer política. El arte catalán se identificaba con el periodo de supuesto mayor esplendor de Cataluña medieval, y en él había que fijarse, no solo para una reconstrucción estética, sino para una formación regional potente basada en el espíritu nacional propio. Junto a otros arquitectos y pensadores catalanistas formó la Lliga Regionalista, partido político de corte nacionalista y conservador sobre el que pivotó gran parte de la recuperación de la identidad nacional en la Cataluña de principios del siglo XX. Fue gracias a la intervención de este partido que llegó a constituirse la Mancomunidad de Cataluña, una institución de autogobierno que presidida por el propio arquitecto entre 1917 y 1923, momento en el cual la política de Primo de Rivera (en un principio aupado por la propia Lliga por la situación de conflictividad con los movimientos obreros) tomó una deriva marcadamente anticatalanista.

El desplante frente a una de sus mayores apuestas, la celebración de una nueva exposición internacional, de la que fue apartado mientras el empresario Francesc Cambó tomaba el control de la misma (celebrada finalmente en 1929); acompañado de la recentralización de la política española con el ascenso como dictador de Primo de Rivera, provocó que se retirara de la vida pública, centrándose como ya hemos mencionado, en su trabajo como historiador.

Historiador, presidente de la Mancomunidad de Cataluña, urbanista, arquitecto, amigo de sus amigos… Puig i Cadafalch es un personaje central en la historia de la ciudad.

El lenguaje arquitectónico que reclamaba Puig i Cadafalch a veces no lo respetaba ni él mismo.

Las Cavas de Codorniu en San Sadurní

Ya en los años 20 había renunciado al estilo modernista a favor del clasicismo propio al noucentisme.

Demolición de las cuatro columnas que debían dar la bienvenida a la Expo de 1929. Impulsada por la dictadura de Primo de Rivera de cara a eliminar cualquier referencia catalanista.

 

PASEO DE SANT JOAN

Uno de los motivos de elegir esta casa de entre las muchas de Puig i Cadafalch en Barcelona, tiene que ver con su ubicación, en tanto que emplazada en una de las calles más interesantes de la ciudad, el paseo de Sant Joan. Recorrer esta calle implica de partida pasar cerca de una serie de elementos con evidente valor patrimonial, pero también observar dos formas distintas de entender el funcionamiento de una vía, que no solo transforma la morfología de la misma, sino influye en la formación de relaciones sociales del entorno.

Al planificar el ensanche de Barcelona, Ildefonso Cerdá definió una serie de calles de mayor amplitud, entendiendo que existían ejes que acabarían por asumir mayor importancia en su trazado urbano. La calle más ancha de todas, con 60 metros, sería el Paseo de Gracia, mientras que otro conjunto de calles se proyectarían con 10 metros menos: Diagonal, Meridiana, Gran Via, Roma… y el Paseo de Sant Joan. La que en el plan de Cerdá quedaba nombrada como calle 35 (el ingeniero solo daba números y letras a las calles), pasaría a llamarse, cuando Victor Balaguer se dedicó a renombrar las vías del ensanche, “Passeig de Sant Joan”. Este nombre no era fortuito, sino heredado de la zona peatonal que rodeaba la ya derribada fortaleza de la Ciudadela. El comienzo del trazado del nuevo paseo coincidía aproximadamente con el final del recorrido del anterior paseo de La Explanada, inaugurado por Carlos IV en 1795 y que rápidamente pasó a ser conocido como  “Paseo Nuevo” o “Paseo de San Juan”, así que al bautizar la calle, Victor Balaguer lo tuvo bastante fácil.

La calle no destaca especialmente por la arquitectura, de hecho marca el límite de la zona del ensanche en donde la burguesía edificó la mayoría de sus casas y oficinas. Más allá de la propia casa Macaya encontramos algún edificio singular como el palacio del Marqués de Santa Isabel o la casa Estapé, destacan también las dos iglesias de factura neogótica, en primer lugar la construida junto al también convento de las salesas en el cruce con Diagonal, y en menor medida el conjunto que forma el asilo de las hermanitas de los pobres. Lo que sí sobresale respecto a otras calles son las cuatro esculturas instaladas a lo largo del paseo, las obras neoclásicas dedicadas a Josep Anton Clavé, trasladada desde la Rambla de Cataluña; otra a Jacint Verdaguer, la única instalada en el lugar que fue diseñado; la fuente de Hércules, la más antigua, construida originalmente para el paseo de la Explanada antes mencionado; y la del Doctor Robert, la más impresionante, diseñada por Josep Llimona sobre una base proyectada por Domenech i Montaner, es quizás una de las alegorías más conocidas al emergente nacionalismo catalán del siglo XIX.

Pero lo más interesante de la calle es su propia morfología, como se divide en dos formas de entender una vía urbana, la parte de arriba con un bulevar y los carriles para coches laterales, y la de abajo con aceras de mayor tamaño y la circulación por el medio. De hecho, la renovación del segundo tramo de calle llevó a cierta discusión en tanto que se llegó a plantear la posibilidad de alargar el bulevar hasta el Arco del Triunfo, aunque finalmente acabó por poder la propuesta de la asociación de comerciantes, siempre a favor de un tránsito facilitado de coches y aceras más amplias. Lo que pudiera parecer un mero trámite, en última instancia responde a la forma de entender las posibilidades de la calle, hablando en términos generales. En primer lugar predomina la aproximación a la misma como un espacio público más, en donde cabe la posibilidad de entablar relaciones aislando claramente el tránsito de peatones en las aceras del tráfico rodado, un espacio central que casi al modo de una plaza (de hecho el boulevard se construyó para compensar la cancelación de el proyecto de una plaza que cerraba la calle en su parte final)  favorece una diversidad importante de usos más vinculada a la actividad vecinal. Y por otro lado, una mayor facilidad para el tráfico, a la vez que se ensanchan las aceras, favoreciendo el uso de espacios comerciales (básicamente terrazas) y considerando la calle más como un espacio de tránsito, situación que sin embargo se contrarresta a través de la generación espacios de descanso en el proceso. Ambos quedan, eso sí, muy bien resueltos dentro de su propia idea de ciudad tanto en la forma de bulevar, como en la intervención urbana realizada por el estudio de Lola Domenech.

Iglesia y convento de las salesianas, de Joan Martorell.

Estatua de Hércules, trasladada desde el antiguo Paseo Nuevo de al lado de la Ciudadela

Tetuán antes de la transformación que le permitió alojar al Homenaje al Dr. Roberts

Proyecto de plaza para el cierre de la zona alta del paseo. Al no realizarse dio pié a la creación de un bulevar.

Sant Joan en su parte superior, con un Bulevar que aísla a los peatones del tráfico rodado.

Sant Joan en la parte más próxima al mar, con mayor importancia a la calzada y aceras ensanchadas.

horario

Lunes a viernes: De 8.00h a 20.00h

Sábados, domingos y festivos: Cerrado

precio

Acceso libre al patio central, las salas no conservan demasiado y son accesibles en el caso de atender a una charla, curso…

web

https://www.obrasociallacaixa.org/

Al formar parte las instalaciones de la obra social de la Caixa, la página es más bien una subsección con agenda.

¿Dónde comer?

Cuina Xinesa Tradicional: restaurante de comida china con platos más próximos a la gastronomía china real, y con un menú de 9.5 € (a todas hora todos los días casi casi).

Parking Pizza: un antiguo parking, transformado en pizzería, tal y como su nombre promete. Muy buenas pizzas

Parking Pita: del mismo estilo que el anterior pero ahora con distintos combinados servidos en pan de pita, muy rico.

OBSERVACIONES

  • ¿HAY QUE VISITARLA? No es una de las obras capitales de Barcelona pero bien merece una visita que puede conjugarse perfectamente con un paseo por la calle aquí tratada.
  • En la parte trasera del edificio encontramos un patio interior de manzana abierto que está actualmente en restauración de cara a permitir el acceso al público, lo que pronto permitirá visitar también la fachada trasera del edificio.