PARQUE DEL LABERINTO DE HORTA

No son demasiados los ejemplos de arquitectura ilustrada en España, de hecho, la Ilustración como movimiento intelectual y cultural tampoco tuvo un arraigo particularmente intenso en ninguna parte de la península. La casa y el laberinto de Horta es una de una de las pocas muestras que quedan de dicho período, de hecho la principal que existe actualmente en la ciudad de Barcelona. 

El origen de esta construcción, que incluye el jardín proyectado más antiguo de la ciudad, ha de buscarse en su promotor, el aristócrata Joan Antoni Desvall i d’Ardena. Junto con un arquitecto Italiano, Domenico Bagutti, diseñó la que pasaría a ser su residencia en la zona noroeste del actual distrito de Horta-Guinardo. La precipitada huída del noble frente a la llegada de las tropas napoleónicas dejaría inacabada una obra que continuaría años más tarde su nieto con la ayuda de Elias Rogent (arquitecto de corte neoclásico y profesor de gran parte de los que sería los grandes arquitectos del modernismo), que añadirían todos los elementos vinculados al romanticismo en el jardín: el canal y toda la parte noroeste del parque.

Valga como ejemplo del efecto que causaba en quien visitaba la residencia la anécdota que se cuenta sobre la recepción que se le dio al rey Carlos IV en 1802, que una vez terminada la visita al jardín se dirigio al aristócrata diciéndole: “… esto es magnífico pero me parece mucho para un particular”. Prueba de la sorpresa que provocaba un jardín como éste alejado de la corte real.


 

ORIGEN: JOAN ANTONI DESVALLS

Joan Antoni Desvalls era todo un ilustrado: físico y matemático, que entendía de Ciencias Naturales y estaba interesado en el estudio de la Historia. Además de todo esto, formaba también parte de la clase más alta de la época, y su título deja pocas dudas, Marqués de Llupià. Aún así, en un primer momento las ventajas que le otorgaba su ascendencia noble disminuían en tanto que ésta había optado por el bando austricista durante la Guerra de Sucesión y tuvieron que exiliarse a Génova hasta el perdón otorgado en 1725 por Felipe V. Esta condición le siguió pese a ser anterior a su nacimiento en 1740, lo que le impedía acceder a puestos oficiales o de responsabilidad pública. Su condición nobiliaria (y su patrimonio), viene por lo tanto de la linea materna. Concretamente de una herencia que recibe del primo de su madre, Josep de Llupià i de Marimon, a través de ella al morir este último. Herencia que no incluía solo el marquesado, sino también la finca de Horta sobre la que construirá su futuro parque. De los Llupià le llega a sus manos el patrimonio de una familia de gran peso desde la Barcelona medieval, y por tanto muy superior al que poseía la familia Desvalls. Con la llegada de la herencia en 1789, comienza de nuevo la inclusión de la dinastía Desvalls en los puestos de cierta relevancia, si bien Joan Antoni Desvalls nunca mostró demasiado interés en los cargos políticos, su hijo si llegó a ser alcalde de la ciudad.

La actividad de Desvalls se orientó principalmente hacia la investigación académica (ya era rico, así que tampoco tenía que trabajar en nada concreto), hasta el punto que llegó a ejercer de vicepresidente de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona desde 1799 hasta su muerte en 1820, lo que en la práctica equivalía a la presidencia, puesto que el cargo por encima de él era prácticamente honorífico, ocupado por la capitanía general en representación del rey. Además de colaborar en la elaboración de distintos aparatos de medida redactó estudios sobre mineralogía, geología, física y meteorología. Otro interés de nuestro ilustrado aristócrata no tiene contrapartida en cuanto a textos publicados, pero el jardín de su propiedad es prueba más que suficiente, la botánica. Además de una parte importante de árboles autóctonos, para el diseño del jardín traerán una serie de árboles foráneos y exóticos, todo en base a los intereses y el conocimiento previo de su propietario.

Como se ha mentado, en 1789 Joan Antoni Desvall recibe de su madre la herencia que acompañaba al nuevo título de marqués. Entre esta se cuenta con los terrenos adyacentes a la Torre Soberana, una torre defensiva de origen medieval que había sido propiedad de la familia Vallseca, antiguos poseedores del título de Marqueses de Llupià. A partir de la torre, que todavía sigue en pié rodeada por el edificio principal de la finca, comenzaría la primera fase de las obras de construcción de la casa y el jardín del Laberinto entre 1790 y 1795. Es un momento bastante convulso en la historia europea, en tanto que el triunfo de la revolución francesa genera una reacción bélica de los países monárquicos en contra de Francia, de la que el propio Desvall será participe. De esta acción se pasará, Paz de Basilea mediante, a ser «aliados» de los franceses en contra de Gran Bretaña. Sin embargo esta última acabará imponiendo su hegemonía marítima, ocasionando una importante crisis en la ciudad de Barcelona con la caída del comercio internacional. Acompañando a los programas de trabajo y asistenciales organizadas desde la capitanía general, Desvalls intensificó los trabajos en el jardín sobre todo a partir de la muerte de su esposa en 1796, de cara a aumentar las contrataciones (una situación que, si bien no está claro que tuviese un carácter benéfico, sí que dió pié a la presentación apologética de su figura por parte de algunos contemporáneos). La actividad constructiva se mantuvo boyante hasta la Guerra de Independencia o del Francés (según quien te la cuente) . 

A comienzos de este levantamiento Joan Antoni Desvalls fue convocado a Bayona, para la elaboración del futuro Estatuto, y si bien comenzó el viaje, pronto se unió a su hijo en una huída de las autoridades francesas. Los traslados continuos empeoraron su salud, hasta el punto que no pudo ni participar cuando fue llamado en 1810 como diputado para las Cortes de Cádiz. A la vuelta a Barcelona en 1814 siguió con su actividad académica y comenzó las tareas de mantenimiento y recuperación del jardín, abandonado durante seis años. Aún así esta interrupción del proyecto provocó que no se llegase a ejecutar al completo, ya que murió a los pocos años de su vuelta, en 1820. La finalización del mismo correría a cargo de su nieto, que contaría con los proyectos de Elias Rogent, uno de los arquitectos de mayor prestigio del siglo XIX.

Retrato de Joan Antoni Desvalls

El estanque almacenaría el agua necesaria para el riego, organizado por el propio Desvalls

El laberinto simbolizaba los intereses ilustrados del momento, la ciencia y la cultura clásica. Fuente

Las recepciones reales fueron habituales dentro del propio jardín.

Desvalls pensó el espacio exclusivamente como zona de recreo.

El palacio de la torre Soberana fue construido por su nieto después de 1850.

 

LOS JARDINES

Como hemos visto, la finca que actualmente ocupa el Laberinto de Horta proviene de la antigua Torre Soberana, un espacio propiedad de una familia noble barcelonesa que acabaría por heredar Joan Antoni Desvalls en 1879. Éste aristócrata ilustrado decidió nada más tomar posesión de la finca, elaborar un proyecto para un extenso jardín. Con este propósito contrataría al arquitecto italiano Domenico Bagutti para que colaborase con él. Y digo colaborase porque Desvalls participó de forma activa en la concreción del proyecto, desde la concepción general del jardín, a los sistemas de regadío e hidráulicos vinculados con las fuentes e instalaciones de agua, al fin y al cabo la Gran Cascada, el Estanque, las fuentes, o los lavaderos de la entrada requieren de un diseño muy especializado para la época. El propio Marqués de Llupia sería el encargado de encontrar el agua que abastecería el jardín, extraída a partir de una mina abandonada de la finca. 

El historiador Albert Cubeles hace una reconstrucción de los intereses del académico a través de su librería, destacando la “Metamorfosis de Ovidio” como obra central para entender toda la iconografía escultórica, Este último es probablemente la mayor influencia en el giro paisajista de algunas partes del jardín, frente a las formas geométricas que dominan otras. Este punto se llevaba al extremo con la zona de jardín chino que se encontraba dentro del parque hasta que fue sustituida por una pista a mediados del siglo XX, hoy solo queda en pié la puerta de entrada.

El proyecto comienza a construirse en 1790, y seis años después se tiene constancia ya del laberinto terminado. Éste es sin duda alguna el elemento fundacional de todo el ajardinamiento, y casa totalmente con los intereses en las matemáticas del propietario. Pese a que la ortogonalidad de alguna de las partes es evidente, la sucesión de ambientes no interconectados por grandes ejes geométricos nos acerca a una forma de entender la jardinería próxima a la tradición italiana, por encima de la organización de “escuadra y cartabón” propia de la francesa (que sería adoptada para ajardinar la montaña de Montjuic), y más distante del paisajismo pintoresquista inglés. El proyecto de Desvalls queda enmarcado en lo que hoy conocemos como jardín neoclásico, una parte del jardín doméstico, anexo a la vivienda, además de algunos elementos como la gran Cascada, que sí que se aproximaban más a un diseño pintoresco. El Jardín Romántico es una obra posterior de su nieto que sustituye a una parte dedicada a huerto.

En 1798 es cuando el aristócrata requiere los servicios de Domenico Bagutti por primera vez. El arquitecto y artista (proveniente de una familia de estucadores) italiano se hará cargo a partir de este momento de las obras del jardín bajo la supervisión del propio Desvalls. Suyos son los diseños del Pabellón Neoclásico, la fuente de la Ninfa Egregia o de otros elementos del parque, aunque el programa general de diseño ya estaba marcado para cuando llegó Bagutti, y en cuanto al conjunto de esculturas, es posible que se encargara de algunos trabajos de estuco el mismo, pero la mayoría de ellas no forman parte de su obra. Precisamente el programa escultórico es uno de los elementos que sigue más huérfano de estudio, ni la autoría de las obras está definida, ni se conoce si existe una intención de conjunto por parte del propietario. 

Para la finalización del jardín habría que avanzar en el tiempo hasta 1853, cuando Joaquim Desvalls i de Sarriera, nieto del Desvalls “original”, encargaría al ya mencionado Elias Rogent un nuevo proyecto. El resultado será la finalización del jardín romántico en la parte occidental y la construcción del pequeño canal (acorde con este mismo estilo) entre la zona del pabellón y del laberinto. Un problema que surge con estas últimas transformaciones es la vivienda principal, el Palacio Desvalls. El desconocimiento frente algunas partes de este edificio sólo es comparable al mal estado de conservación en el que se encuentra pese a estar catalogado como Bien de Interés Cultural. Ya hemos dicho que el núcleo central lo ocupa una torre medieval anterior al siglo X, en torno a ella se fueron añadiendo estancias, y es fácil observar los detalles neoárabes que conforman la fachada principal, producto de una intervención de mitad del siglo XIX que bien podría haber sido obra del propio Rogent.

«Las metamorfosis» de Ovidio, son la guía fundamental para la representación mitológica moderna. Fuente

El rapto de Europa, uno de tantos relieves emplazados en el jardín.

Los añadidos románticos posteriores se han perdido en algunos casos, como el de la «cabaña del amor».

El estado de conservación actual del edificio deja bastante que desear.

Plano del parque que podemos encontrar en Wikipedia

 

DEL JARDÍN A LA INFRAESTRUCTURA

La construcción y diseño de jardines o de espacios verdes en la ciudad es, en la actualidad, una necesidad generalmente asumida por todos, pero si bien la idea de parque público es relativamente reciente, la relación con esa naturaleza artificial que representan estos espacios ha sido constante en la historia. Si seguimos el origen que plantea el arquitecto y paisajista Nicolás Rubió i Tudurí (siguiendo las ideas de la época), el diseño de grandes jardines bebe de varias fuentes de la historia clásica, pero su origen último no podía ser otro que la pretensión de imitar a los jardines del Edén, presentes en el espíritu humano aún sin que este lo sepa. Volviendo a la realidad, una genealogía de brocha gorda implicaría comenzar por los jardines egipcios y babilónicos hasta llegar a los diseños tartesos o griegos, y posteriormente romanos. De éstos últimos, mezcla de todo ajardinamiento anterior, son de los pocos que quedan algunas referencias físicas, por lo que se transformaron en la base primaria de lo que en el siglo XVIII será el jardín mediterráneo. Sin contar el desarrollo asiático (en Japón y China fueron unos pasos por delante a nivel de paisajismo), la recuperación del interés por el paisaje parte del renacimiento, por lo general a partir de las obras italianas para las residencias de los grandes nobles. Muy importante fue también el impulso en este aspecto que desde la corona española se le dió al diseño de jardines, Carlos V con la construcción del Escorial, marca un punto de inflexión, y su sucesor Felipe II continuó su interés, siendo responsable de la primera expedición botánica de la historia a la América hispánica. En Francia los jardines de Luis XIV (Versalles) superan en tamaño todo lo creado anteriormente, e Inglaterra comenzará a desarrollar también su propio estilo paisajístico, desvinculandose de la formas geométricas renacentistas, y buscando una naturaleza fingida.

Todo esto nos da la primera pista de que el desarrollo de la jardinería tiene mucho que ver con los núcleos de poder cercanos a la corte real y, en Barcelona, durante la época moderna la presencia de este poder nobiliario vinculado a la corona era casi inexistente (por lo menos en relación a otras ciudades). Más allá de cierta plantación arbórea y hortícola aislada, hasta el siglo XVIII no existe en la ciudad ni en los alrededores ningún jardín u obra paisajística de calado. Es a través de las pequeñas construcciones privadas de la aristocracia y burguesía, que se va generando una red de pequeños jardines en los alrededores del plano de Barcelona que de una forma u otra pasarán a ser de uso público. El ejemplo más antiguo, el de mayor tamaño y el único del que se conserva su diseño original es el aquí tratado, pero existen otros de menor tamaño. Algunos hoy han quedado inmersos dentro del sistema público de jardines, incluidos como casos históricos, como los jardines de Tamarita, o los del palacio de Les Heures; pero también otros fagocitados por el desarrollo urbano como los jardines de Can Gomis.

La gran transformación de Barcelona asociada a la construcción del ensanche en la segunda mitad del siglo XIX no trajo todavía consigo la construcción de parques o jardines. El ingeniero que había diseñado la ampliación de la ciudad, Ildefonso Cerdá, dejaba ciertas dotaciones para espacios verdes y preveía la construcción de un enorme parque anexo a la desembocadura del Besos. La idea de Cerdá podemos decir que iba un poco más allá, la búsqueda era reducir la ocupación, estableciendo un continuo de espacio libre que favoreciese la «ruralización» del espacio urbano. La realidad se impuso a las pretensiones del proyecto del ensanche, la sobreconstrucción era la norma a los pocos años. Sólo con el derribo de la ciudadela militar llegará el primer gran parque, que asumiría el mismo nombre del edificio que recién se derribaba. Sólo el parque de la Ciudadela, cuya construcción era una condición para que el ministerio cediese a la ciudad el espacio de la fortaleza, fue el único caso de espacio verde construido en la ciudad en las primeras décadas del Eixample.

El plan propuesto por Jaussely en 1907 trataba de enmendar esta tendencia a la congestión, planteando ejes monumentales abiertos y la distribución de algunos jardines. A este planeamiento le seguiría una propuesta específica para dotar a la ciudad del tan necesitado espacio desarrollada por Nicolau Rubió i Tudurí, proponiendo establecer cinturón de grandes parques al rededor de la nueva ciudad, en donde se incluían las grandes dotaciones verdes que Cerdá había planteado en los encuentros con los ríos Besós y Llobregat, conectándolos con la montaña de la collserola y siguiendo la línea de mar con la ciudadela y Montjuic. Si bien estos planes no se llevaría a cabo, sí marcaría una guía para el futuro desarrollo, y localizaría muchos de los parques actuales. Es más, el descendiente espiritual de esta propuesta de urbanismo y mayor conjunto ajardinado de la ciudad, llegaría con la urbanización de Montjuic para la exposición de 1929, principalmente a través de los espacios diseñados por Forestier y Rubió i Tudurí, y muchos posteriores que irían ocupando la montaña ascendentemente.

Pese a todos estos proyectos, la escasez de estos espacios se hace evidente en Barcelona, que en general cuenta con una superficie verde muy limitada en relación a su población, un valor que sólo se acerca a los estándares europeos si incluimos la mon. La reconversión de espacios industriales en zonas ajardinadas (cómo vimos en la España Industrial) ha sido una de las pocas noticias positivas en este sentido, aunque existen en la actualidad propuestas que ya operan a un nivel más amplio en la ciudad. En todo caso la visión varía, de la aproximación al Jardín como un espacio relativamente cerrado y de recreo, a una visión de infraestructura (servicios de la naturaleza o ecosistémicos) del verde de la ciudad. Una mirada en red que podríamos llegar a decir, parece volver a la idea original de «ruralizar lo urbano».

Jardines colgantes de Babilonia, forman parte del imaginario mítico de la historia de los jardines.

Dibujo de los jardines de la villa del Este, uno de los ejemplos más espectaculares del jardín italiano del renacimiento. Fuente

Grabado de los jardines de Versalles, el paradigma de los jardines neoclásicos.

Jardines de can Gomis, derribados en 1960. Fuente

Plan de parques diseñado por Rubió i Tudurí. Fuente

Jardines de la Tamarita, otro de los ejemplos de paso de jardín privado a público. Fuente

Propuesta de eje verde en Poblenou. La nueva idea sobre el espacio verde supera la concepción de espacio cerrado para operar en red a lo largo de la ciudad.

horario

De Abril a Octubre:

Todos los días: De 10.00h a 20.00h

De Noviembre a Marzo:

Todos los días: De 10.00h a 18.00h

precio

General: 2,23 €

Reducida: 1,42 €

Gratuito: miércoles y domingo.

web

Jardin: www.barcelona.cat

Centro de formación del Laberint: ajuntament.barcelona.cat

¿Dónde comer?

Aquí ya no es posible, o te has llevado un bocata o toca acercarse al centro. Hay algunos restaurantes al cruzar la ronda pero no los vamos a recomendar. Otra posibilidad es que quieras volver andando por las masías de Horta-Guinardo

OBSERVACIONES

  • ¿MERECE UNA VISITA? Pues podría decirse que dado el pintoresquismo del conjunto, puede que sea un espacio realmente curioso de visitar incluso para quien no tiene un interés particular en la arquitectura. Además de sus particularidades históricas, tiene el punto kitsch que le haría triunfar en el turismo si estuviese más cerca del centro.